Mauricio Dayub: “Pensé en Chaplin, en Buster Keaton, en esos actores multifacéticos”
Regresa con 'El equilibrista' al escenario del Atlas. Se muestra como un artista multifunción: actúa, escribe, dirige, gestiona una sala de teatro en Buenos Aires, produce sus espectáculos y hasta se ve como un artesano del teatro que no duda en construir los objetos que necesita para contar una historia, su historia en este caso.
"Lo que sí no sabíamos, y eso tiene de lindo el teatro, es qué estaba pasando en la sociedad con el tema de la inmigración, y la necesidad que yo tenía de resignificar mi propia vida", analiza el actor.
“Si la pandemia no nos dejaba seguir, yo pensaba que me había dejado desarrollarlo, yo decía `menos mal que me dejó llegar hasta acá´”. Mauricio Dayub habla de “El equilibrista”, su emotivo unipersonal que regresa a Mar del Plata todos los lunes de febrero (desde el 6) al escenario del Teatro Atlas.
Estrenado en 2019, el espectáculo alcanzó notable éxito en la temporada de 2020 (arrasó con todos los premios locales), antes de la llegada del Covid-19. Luego, la pandemia dejó trunco su despliegue, aunque el actor se las ingenió para regresar el verano siguiente, ese tiempo de aforos, restricciones y miedo a los contagios. También le fue muy bien.
Dayub estrenó la obra en 2019.
Trabajador, voluntarioso, Dayub se define como un tipo simple que encontró que en su propia historia habitaba la historia de muchos y muchas. Ahí, dice, cree que reside el secreto de “El equilibrista”. Tras una temporada en Punta del Este, Uruguay, decidió volver a probar suerte en esta ciudad. “Uno siempre quiere volver a los lugares donde fue feliz”, empieza la entrevista con LA CAPITAL.
“Yo he sido feliz en Mar del Plata, no solo en la última de El equilibrista, también en la anterior, con El amateur. Había cerrado esta pionera temporada en Punta del Este que iba del 15 de diciembre al 30 de enero y me quedaba una parte del verano por explotar. La verdad que por cómo le fue al espectáculo, nos hubiéramos podido quedar un tiempo más (en Uruguay), pero ya habíamos decidido que fuera así. Me pareció bien completar volviendo de Mar de Plata, no solo por el espectáculo y por el público, también por los amigos, por la temporada, por la actividad en general”, sigue.
“Ese misterio siempre me cautivó. Siempre me gustó, es como investigar un poco en vano, porque no sacamos ninguna conclusión que nos ayude, siempre el público nos sorprende”
Le gusta estudiar las plazas teatreras de los lugares de temporada. “Sumarme a la actividad me da la sensación de que aporto algo también a la variedad, a la heterogeneidad de la programación. Voy a compartir lo que más me gusta también, el cómo nos ha ido a todos, cómo ha sido la temporada. A mí me gusta mucho lo que pasa en Mar del Plata y tener una excusa para ir, me hace tener el sí muy rápido”.
-Verano y temporada en Mar del Plata supone sumergirte en un territorio de actuaciones y de espectáculos que van mejor, de otros que van peor, ¿te interesa esa otra parte del trabajo, la taquilla?
-En realidad no lo veo como a quién le va mejor o a quien le va peor, sino qué elige el público, por qué se inclina el público y por qué cosas no. En algunos años elige una cosa, en otros otra. Ese misterio siempre me cautivó. Siempre me gustó, es como investigar un poco en vano, porque no sacamos ninguna conclusión que nos ayude, siempre el público nos sorprende. Pero saber sobre qué espectáculos se inclinó más el público siempre es lindo, como otra parte de la actividad. Yo soy un poco multifunción en el espectáculo: soy autor, actor, productor, director, dueño de sala y esa parte termina de completar un poco esta locura por la que siempre queremos crear un nuevo espectáculo y ver qué pasa con el público.
-Este año hay un gran fenómeno nuevo, que es el de Wali Iturriaga, un humorista que viene de las redes sociales y que directamente pasó al teatro, sin pasar por la tele. ¿Mirás el mundo de las redes sociales y cómo van propiciando a diferentes personajes?
-Podría recordar alguna reunión de la Cámara de Empresarios de no hace muchos años donde se aseguraba que las redes sociales servían para difundir, pero no vendían entradas. Lo que pasó con la tecnología fue cambiando de manera muy veloz e hizo que produzca un fenómeno como el de Wali, que va más allá de cómo es, en qué momento ocurre, por qué ocurre, más allá de las razones publicitarias, porque creemos que a veces esas cosas manejan los espectáculos A veces se supone que si se hacen las cosas de determinada manera se va a lograr un éxito y siempre nos llevamos la sorpresa de que no ocurre.
-Como observador del público, ¿qué respuesta tenés a por qué gusta “El equilibrista”?
-Qué difícil. Hay algo que ha coincidido, que creo que tiene que ver con la vida de personas anónimas que fueron mis abuelos, mis tíos, con la de otros anónimos que son los espectadores que sienten una fuerte identificación. Lo difícil era advertir que la vida de los comunes, la vida de los que yo diría son como yo, siempre estuve un poco alejado de esa mística de que los artistas son especiales… decía que las personas comunes hayan encontrado el momento propicio para la identificación de la persona común, de la persona que valora las cosas, de la persona que se siente identificada por la actitud de un tío, de un abuelo. A mí esa simpleza me resulta extraordinaria. Aparte el espectáculo tiene una posibilidad: te hace reír y lagrimear al mismo tiempo. Estamos habituados a las comedias donde nos reímos y a los dramas donde nos emocionamos, pero “El equilibrista” produce las dos cosas al mismo tiempo y a cada espectador en distinto momento. El público funciona que de acuerdo a cómo le van cayendo las fichas personales. Es un espectáculo que no está ni dicho ni mostrado ni contado, sino que trato de hacérselo imaginar al público de acuerdo a lo que demore el espectador en advertir que la historia que están contando le es propia y que tiene que ver con su propia historia, con sus abuelos, con sus padres, con su propia vida. Lo que se está resignificando sin querer es su propia vida. Y ahí se produce la emoción.
-Sí, aparece la historia de la inmigración, del desarraigo.
-Claro, pero por sabido no se le prestaba atención a eso, casi que estábamos en un momento en que la sociedad no valoraba eso. Podría imaginar cómo imaginé yo al comienzo que tal vez me estaba dando un gusto personal, pero que estaba haciendo un espectáculo para mí, para algunos pocos, porque de la inmigración se habían hecho películas, series, muestra de fotografías, no era un tema en el que yo había encontrado originalidad y otros no la habían visto. Lo que sí no sabíamos, y eso tiene de lindo el teatro, es qué estaba pasando en la sociedad con ese tema, la necesidad que yo tenía de resignificar mi propia vida y por eso hacer este espectáculo era la necesidad de mucha gente. Eso no lo podía saber ni yo ni nadie, cuando me puse a trabajar. Ese es el misterio del teatro.
-Es que realizás un abordaje único: es un unipersonal con muchísimos personajes.
-Trato de contar una parte para contar el todo. Esa parte lúdica del espectáculo propició algo singular, algo no tan visto, yo quería simplemente aportarle mi granito de arena al teatro, después de 40 años de vocación ininterrumpiría, después de un éxito tan grande como Toc Toc, yo voy a hacer lo que más me gusta, lo que me gustaría ve. Y pensé en Chaplin en Buster Keaton, en esos actores multifacéticos que yo admiraba cuando empecé. Es el teatro que no me lo dicen, que no me lo muestran, sin pantalla, más artesanal, que tiene que ver más con el artificio de la maquinaria teatral, utilizando todos los recursos: soy autor, actor, maquinista, músico, maquillador, vestuarista, aprendí a tocar la acordeón que no sabía, aprendí a caminar en la cinta que no sabía, construí un montón de objetos y de utilería específica para no dársela servida al espectador.
Una escena del unipersonal que regresa al Teatro Atlas.
-¿En algún momento sentís que el espectáculo ya está, que ya cumplió un ciclo y hay que cerrarlo o entendés que “El equilibrista” siempre va a estar a disposición en diferentes teatros?
-En otros momentos lo he sentido. Yo voy a demanda siempre, cuando no siento demanda lo dejo, porque el teatro no se puede hacer solo, yo no puedo ir obstinadamente al teatro y subirme al escenario hacer la función para nadie, yo lo tengo que compartir. Uno siente cuando hay necesidad y no. Con El equilibrista estoy en una línea ascendente, irá a España, a Israel, a Miami, vuelvo a Montevideo, hay mucho camino por recorrer todavía. Tengo todo el año programado.
-¿Después de tantos años haciendo la obra, recibís marcaciones de César Brie, el director?
-Compartimos muchas cosas pero tengo la marcación de Paolo Sambrini que fue director asistente, porque César se tenía que volver a Italia. Pablo está en todas las funciones conmigo, antes de la función siempre estamos corrigiendo algo, nos divierte, nos gusta, vamos comprobando qué cosas van y qué cosas no.