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Cultura 16 de mayo de 2016

Mariposas negras

Por Silvia Loustau (*)

Alguien apoya su mano en mi hombro.
No veo su rostro
Caminamos por un pasadizo muy largo, muy oscuro.
Todo cruje. Como el viento lejano del Pacífico.
Nos veo entrando en una estancia inmensa.
Percibo olor a canelo quemado. Azufre.
Los ventanales están tapados.
En la oscuridad pisamos ramas muertas.
En el centro de la habitación ha crecido un árbol, los gajos están secos
y en ellos hay mariposas quietas.
Marchitas.
Algo brilla.
Tarros de cristal llenos de mariposas, como pétalos lánguidos.
Una tabla de arrayán donde una mariposa clavada aún aletea. Resiste.
Quiero gritar.
Un dedo se apoya sobre mis labios.
Huele a ortigas.
La Oscura pone sobre mi pecho mariposas rojas. Mariposas negras.
Quiero gritar.
No grites dice la voz a mi lado.
No grites.
Todos morirán, como las mariposas.
Clavados.
Rojos y negros hundidos en el océano.

El ruido de una ola rompiendo sobre cristales astillados me despierta.
Grito en medio de la madrugada.
Tomada de las rodillas lloro.
De manera imparable lloro. Lloro por el canelo quemado.
Por las mariposas.
Lloro, lloro, creo, también por nosotros.
Descargo el corazón.

A las puertas del amanecer se reflejaron las mariposas negras.

Skeptomai

La luna tenía la cara blanca como una raíz.
Empecé a subir.
El camino formaba un viboreo entre matorrales quemados.
Parecía un camino sin final.
Por momentos veía a la Sombra, resguardada
entre oleandrinas.
Ocasionalmente la Sombra se disolvía.
El brillo del río levantaba el velamen de la oscuridad.
Vi una torre. Un sitio como un establo.
Dos o tres ventanas con luz.
Sentí miedo.
Me volví a toda prisa. La montaña cerraba el camino.
La Sombra espiaba entre madroños letales.
Me tiré al suelo.
Un polvillo que olía extraño, se metió en mis ojos. En la boca.
Gemía un viento impropio.
Voces anónimas se enlazaban en él.
De pronto la Sombra estuvo cerca.
Rozó mi frente.
Canturreo: skeptomai/ skeptomai/ skeptomai.
Su mano huesuda tomó la mía.
Nos acercamos a un pozo de donde salía una bocanada dañina.
Descubrí jóvenes cuyos ojos estaban tapados
con mariposas negras.
Sentí que no podría salir nunca más de allí adentro.
Dime los nombres: ordenó la Sombra, empujándome.
Sentándose a mi lado.
-Dime los nombres-
-Morirás asfixiada -murmuró- taparé la entrada.
Tapó un trocito de cielo.
Aire. Me ahogo. Aire. Me ahogo. Aire. Me aho. Aire. Ai. A.
Respiro lento.

El cielo parecía el cielo
cuando aún no habían nacido las mariposas negras.

(Skeptomai: palabra griega que significa observar, mirar.)

(*) Estos poemas formarán parte de la exposición mural con pósteres que se llevará a cabo a principios de junio en Calgary, Canadá. Habrá una exposición que se construye en la Galería Virtual de Poesía y Arte del Registro Creativo.



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