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Cultura 22 de febrero de 2025

“Es el contexto social lo que hace más difícil no ser flaca”: Marina Abiuso explora los mandatos de género en su primera novela

La periodista y escritora presentó en Verano Planeta "Gelatina libre", cuya protagonista es una joven obsesionada con su peso. Cómica y mordaz, la narradora expone con crudeza hasta dónde puede llegar el mandato social del cuerpo delgado.

Marina Abiuso fue redactora, entre otras, de la revista Noticias, los diarios Perfil y Clarín, y trabajó en Telenoche, A dos voces y la señal de noticias TN.

Por Rocío Ibarlucía

¿Cuán presente está la palabra dieta en la vida de las mujeres? ¿Desde qué edad empezamos a vivir pendientes de nuestro cuerpo? ¿Cuántas veces dejamos de hacer algo por miedo a cómo nos vemos? ¿Hasta qué punto el peso condiciona el acceso a oportunidades laborales, sociales, afectivas, sexuales?

Estas son algunas preguntas que surgen de la lectura de “Gelatina libre”, la primera novela de Marina Abiuso que tiene como protagonista a Laura, una joven de veintipico obsesionada con su cuerpo. Su fijación con la mirada ajena se filtra en todas las decisiones que toma en el día a día, que la llevan a encerrarse en el baño del trabajo para que no la vean comer, a no subirse al escenario a recibir un premio por miedo a que la vean gorda o a alimentarse a base de un polvo dietético para alcanzar su “peso ideal”.

Lo único que puede comer sin restricciones, según sus nutricionistas, es gelatina. De ahí el título de la novela, con la que Abiuso debuta en la ficción tras haber coescrito, con Soledad Vallejos, “Amalita” (2013), la biografía no autorizada de Amalia Lacroze de Fortabat.

La novela es un viaje al interior de la mente de Laura, quien narra sin tapujos todo lo que pasa por su pensamiento respecto de los cuerpos de otras mujeres, su relación con un compañero de trabajo, las tensiones con su madre, su rutina como productora de radio, aunque todo en su vida está mediado por el tema que la atraviesa desde antes de tener uso de razón: las dietas para dejar de verse (y que la vean) gorda.

La novela hace reír, pero también incomoda, porque muchos de los comportamientos de Laura, aunque llevados al extremo, pueden resultar cercanos. De algún modo, las obsesiones de la protagonista nos devuelven un reflejo de los roles y estereotipos de género que llevamos incorporados y nos muestran cómo, pese a los discursos de aceptación y diversidad corporal de los últimos años, seguimos reproduciendo los mismos mandatos que obligan a las mujeres a lucir bellas, flacas y jóvenes.

Antes de su presentación el lunes pasado en el ciclo Verano Planeta, que este lunes 24 de febrero a las 21 llega a su fin con la presentación de Alexandra Kohan de “El sentido del humor”, la periodista y escritora Marina Abiuso conversó con LA CAPITAL sobre el estado de insatisfacción en el que vivimos las mujeres a causa de los mandatos de género, la discriminación contra los cuerpos gordos vigente en el sistema médico y la defensa de la verdad en tiempos en los que parece perder valor.

Marina Abiuso, conversando con Nino Ramella durante el ciclo Verano Planeta.

Marina Abiuso, conversando con Nino Ramella durante el ciclo Verano Planeta.

-¿Cómo y en qué momento te diste cuenta de que tenías una historia para llevar a la ficción sobre una mujer obsesionada con las dietas?

-Nadie me cree que es ficción, pero es ficción. Yo sabía igual que eso iba a pasar y me divierte un poco. La otra vez me preguntaban, ¿cuánto hace que escribís? No me acuerdo de un momento en el que no haya escrito. Lo que pasa es que hay gente que ha sabido convivir mejor con el periodismo y la ficción. No fue mi caso. Durante mucho tiempo mi necesidad narrativa estaba toda puesta en el trabajo periodístico y estaba muy contenta con eso. Me parecía además que estaba llena de historias de la realidad que tenía ganas de contar y se apagó un poco el deseo de la ficción.

Hace un par de años, creo cinco o seis, tuve ganas de volver a ese terreno de escritura más lúdico. Y empecé a trabajar en un taller de escritura otra cosa, que sí era una autoficción, y apareció este tema. Lo que a mí me interesaba, y para mí es la base de esta historia, es un personaje obsesivo y obsesionado con las dietas, con el cuerpo propio y ajeno. Y la verdad que la única manera de trabajar este tema, diciendo toda la verdad y haciéndolo absolutamente interesante, era desde la ficción.

-¿Por qué? ¿Qué te ofrecía la ficción a diferencia del discurso periodístico?

-Primero, porque le pude poner algunas cosas mías y un millón de cosas de otros. Yo tengo algunos puntos en común, pero no estoy ni remotamente tan loca ni tan obsesionada como el personaje. También porque es un tema que a mí, en lo personal, no me resulta muy cómodo o fácil de hablar en primera persona. Por eso, acá tuve un error de cálculo, porque no me di cuenta de que si el libro se publicaba, iba a tener que hablar de esto un millón de veces, así que estoy haciendo una terapia de shock con mis propias dificultades cada vez que presento la novela. Realmente, no escribí este texto pensando que alguna vez lo iba a publicar e iba a tener que hablar de esto en voz alta. Un buen problema, en definitiva, para tener y que quizás si no lo hacía, no me hubiese animado a hablarlo.

“Hay una cosa muy cultural y muy de época que nos llama a sentir que siempre podríamos ser más”

-Dedicás el libro a “las inadecuadas, es decir, a todas”, ¿por qué es universal a las mujeres ser inadecuadas? ¿Respecto de qué?

-Creo que también hay varones inadecuados. La inadecuación es una cosa muy de la época, pero creo que, como en muchas cosas, las mujeres nos llevamos la peor parte. O por lo menos a mí, por sensibilidad personal, me interesa más lo que nos pasa a las mujeres con los mandatos. Los varones tienen sus mandatos, tienen otros. Sí creo que en el último tiempo las mujeres venimos haciendo un trabajo muy importante por pensarlos, por lo menos.

Laura, a lo largo de la novela, a veces está gorda, a veces está flaca, pero siempre está a dieta. Y creo que el tema de la incomodidad en el cuerpo, pero también afuera, no tiene que ver estrictamente con el peso. Me ha pasado con mujeres que me dijeron que se sintieron identificadas, las veía y les decía, “pero vos sos re flaca”. Me parece que hay una cosa muy cultural y muy de época que nos llama a sentir que siempre podríamos ser más. Si sos flaca, podrías tener más tetas. Si sos perfecta, podrías ser madre. Si sos madre, además tendrías que hacerle la comida casera a los chicos. Y si no, podrías trabajar más horas, podrías ganar más plata, podrías tener más seguidores en redes sociales. Siempre está pensada la época para que vos nunca sientas que estás en el punto, que tenés que estar invirtiendo más dinero o más tiempo, que en definitiva son la misma cosa, en modificarte.

También pasa con la edad y la presión estética por lucir jóvenes. Me resulta alarmante cómo mujeres de mi edad, tengo 41 años, incluidas mis amigas, juzgan este tema. Nos pasamos los 20 preocupadas por algo, los 30 por lo otro, y ahora sumamos esta forma de mirarnos poco amorosamente. Es una insatisfacción permanente. Porque, además, si no quiero aceptar mis arrugas, hoy hay una manera de evitarlas y es accesible. Obvio, es carísimo el bótox, y en este contexto de 60% de pobreza es una barbaridad lo que te estoy diciendo, pero lo que quiero decir es que es un consumo de clase media. Antes era una celebrity la que podía hacerlo. Pero, fijate, estás decidiendo que de las horas que vos trabajás, hay plata que te la vas a echar en eso.

“No ser flaco o flaca no es una dificultad inherente al ser, es una dificultad social”

-¿Y a qué crees que se debe ese estado de falta o de insatisfacción permanente que tenemos tan arraigado las mujeres?

-Es que no estamos locas. Un estudio de 2022 publicado por The Economist decía que para una persona gorda era tan lucrativo hacer un máster como adelgazar. Es verdad que hay ciertas cosas de encajar y de estar en la norma que son mejores. Hay una valoración social en torno a tratar de encajar. Fijate lo que pasa, y en esta época se ve cada vez más, con cualquier forma de disidencia del deber ser: es el contexto social lo que hace que sea más difícil no ser flaco o flaca, no ser heterosexual. No es una dificultad inherente al ser, es una dificultad social.

-Claro, ¿hasta qué punto la obsesión de Laura con las dietas es un complejo personal o una consecuencia de un contexto sociocultural que impone cánones de belleza e impide a las mujeres gordas acceder a oportunidades laborales, sociales?

-Es que son las dos cosas. A ver, ¿por qué funciona tan bien? Porque lo tenemos en la cabeza. No tenemos soldados que nos apuntan cuando vas a agarrar algo, pero lo tenés internalizado. Si nos juntamos a comer entre amigas, es muy probable que haya alguna referencia a lo que se está comiendo. Si se pide un postre, primero, milagro; segundo, seguro va a ser para compartir y seguro alguna va a decir que es el permitido, mañana doble gym y eso es ese sistema metido en nosotras. Ninguna dice qué rico, qué bomba esto. En general, no. Hay corrimientos, obviamente, excepciones y bienvenidas. Y quiero decir, esto no es en contra de tratar de tener un cuerpo delgado si eso es lo que a vos te gusta y te hace feliz. Si no, aparece toda esta idea que para mí también es importante cuando se habla de cuerpos reales. Los cuerpos flacos también son cuerpos reales. No es más real mi cuerpo gordo que el cuerpo flaco. Es injusto también deslegitimar esa experiencia de esa mujer.

Actualmente, Abiuso coordina el espacio “Punto de Encuentro” de elDiarioAR y Amnistía Internacional Argentina.

Actualmente, Abiuso coordina el espacio “Punto de Encuentro” de elDiarioAR y Amnistía Internacional Argentina.

-Laura dice “La vida entera me sale mejor cuando estoy flaca” y, más adelante, “Cuando sea flaca voy a poder dejar terapia”. ¿Qué revelan estas frases respecto de la relación que uno hace entre el peso y la salud física y mental?

-Bueno, yo elegí que todas las dietas que va haciendo Laura a lo largo del libro sean siempre acompañadas por nutricionistas y por un psicólogo. No es que agarró por su cuenta una doctora Rímolo o una dieta de una revista o una terapia no reconocida. Está haciendo lo que el sistema médico le dice a una persona que tiene que hacer, que es lo correcto. Y aún así se puede estar mal, puede haber un malestar muy grande, porque depende mucho de las personas, de las particularidades, de lo que se va sabiendo. Las ideas se van revisando. Los nutricionistas, por ejemplo, tengo entendido que no están dando mucha gelatina. El edulcorante, que antes era un must, ahora cayó en desgracia. Se va modificando y es lógico que vaya pasando. Me parece que habla bien de la profesión que a medida que va habiendo nueva evidencia científica, se vayan cambiando las prácticas. Pero sí creo que puede perfectamente pasar que te encuentres con un psicólogo o psicóloga que te ayuden a tratar de encajar y que no te ayuden a hacerte preguntas sobre por qué, sobre cuánto hay de deseo en eso.

-Entonces, ¿te interesaba mostrar cómo se filtra la discriminación hacia las mujeres gordas en el interior del sistema médico?

-Sí. Dentro del sistema médico hay gente que ha repensado un montón de cosas y hay gente que no. Hay gente que está dispuesta a solamente mirar el número de la balanza y darle a una paciente una dieta súper restrictiva que quizás no sea saludable con tal de que la balanza llegue a cierto número. Como si además una vez que la balanza llega a cierto número, haciendo esa dieta tan restrictiva, la paciente se fuera a poder quedar ahí y no fuera un éxito efímero. No estoy en contra ni de las nutricionistas, ni de los médicos. Sí creo que se necesita ver a los pacientes como personas, desde un enfoque más holístico.

Laura va a tres nutricionistas a lo largo del libro, pero recuerda a una cuarta, a la que no quiso volver porque la nutricionista era gorda. La otra vez me dijo una nutricionista que no es menor para las profesionales de la nutrición eso. Y del resto de las profesiones, no tenés idea qué hace cuando llega a tu casa. No tenés idea si tu psicóloga es una persona neurótica. En general uno no lo sabe y está bien que no lo sepa. En cambio, el cuerpo es algo que está a la vista todo el tiempo. Es durísimo eso.

-Laura es incorrecta, se compara con otras mujeres, no es nada piadosa con otras más gordas. ¿Cómo trabajaste la construcción de esta voz interna que cuenta todo lo que piensa sin ningún tipo de filtro social ni moral?

-Tuve un miedo, porque con esto de que van a pensar que soy yo, dije chau, me cancelan. Alguien me comentó en un momento “Laura dice” y yo le respondí: “Laura no dice, Laura piensa”. A mí me obsesiona mucho el pensamiento ajeno porque además es algo a lo que no podemos acceder nunca. Por más amor que haya, puede ser tu hijo, tu pareja, quien sea, vos le preguntás qué está pensando y siempre te va a dar una versión filtrada. No hay manera de que no lo haga. Y a mí me vuelve loca eso. Yo quiero abrirle la cabeza al otro y ver. La única manera de hacerlo es la ficción, donde puedo permitir poner toda la miserabilidad que se me ocurra.

Laura se compara con todas las mujeres en el subte, se fija quiénes son más gordas, quiénes son más flacas, no es nada piadosa con las que son más gordas, pero jamás se acerca a decírselo. No lo hace, lo piensa. Y para mí ese límite no es menor. Ahora, hay un montón de cosas que nosotros entendemos de cómo queremos que sea el mundo pero tu mente está criada de determinada manera, tenemos ciertos patrones. Después uno trata de pelear contra esos patrones, pero la cabeza de ella está todo el tiempo compitiendo y dice “flaca-bueno, gorda-malo”. Por otro lado, yo no quería que ella fuese un personaje que baje línea, panfletario. Me preguntaron mucho qué mensaje quería dar con el libro y yo no quería dar un mensaje, quería contar esta historia.

-¿Y qué lecturas creés que contribuyeron a nutrir este pensamiento de Laura?

-No es que yo tuviera que leer algo para meterme en la cabeza de Laura, porque era simplemente contar mi época. Sé perfectamente lo que es tener veintipico y pensar que llegar a determinado peso va a ser la llave de la felicidad. Lo sé también porque trabajé mucho tiempo para una revista femenina de Chile, donde escribía notas sobre bajar la guata (panza) y subir el poto (cola). De verdad, conozco ese universo porque lo habité. En los medios, hemos tenido hacia los cuerpos de las mujeres este tipo de miradas.

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-¿Qué tipo de comentarios te han llegado de tus lectoras?

-Muchas mujeres aceptando cierta identificación con el personaje, mucho más de lo que yo esperaba. Con todas las partes del personaje. Sobre todo, yo creo que lo más entrañable de Laura son sus momentos de trampa. En los que le hace trampa a las nutricionistas y trampa a la dieta y, en realidad, es trampa a una misma, ¿no?

-Como comer una hamburguesa después de la visita a la nutricionista.

-Claro y surgió gracias a que me lo contó un varón. Quizás una chica no me lo hubiera contado. Él, que no tenía esa vergüenza tan instalada y estaba haciendo una dieta muy específica, festejaba cada vez que adelgazaba comiendo pan con manteca. Primero, me burlé y después me di cuenta de que lo hacemos un montón.

“Sé que la verdad no es un valor de este último tiempo”

-La novela salió después de un año en el que atravesaste un proceso judicial por el hostigamiento que sufriste en redes sociales, lo que te llevó a alejarte de tu trabajo como conductora y editora de género de TN.

-Sí, está súper cerrado el tema. Fueron cinco casos. En todos se hizo una probation, que es la suspensión del juicio a condición de que se cumplan determinadas pautas. Para mí las amenazas no fueron gratis, implicaron tener botón antipánico y custodia un tiempo, no yo, sino mi familia, lo cual es un delirio.

Lo más severo de todo eso fue que partió de fake news. Yo estoy presentando una novela pero lo que más soy es periodista. Entonces, la verdad es un valor muy importante. A mí me sorprendió hasta cuán lejos podían llegar las mentiras. Yo tardé en aclarar ciertas cosas porque me parecía que la verdad se iba a poner sola. Y no. De hecho, una de las cosas más difíciles es que, incluso con una causa judicial, haya gente que igual se quedó con una idea errada de mí. Yo dejé a disposición y está en mis redes sociales todo lo que cualquiera necesite para sacarse las dudas pero sé que la verdad no es un valor de este último tiempo. Para mí es muy difícil y me resulta insoportable, pero es el tiempo que toca.

-Como editora de género y militante feminista, ¿cómo estás viviendo estos tiempos en los que se están atacando los discursos del feminismo y los derechos conquistados?

-Me parece que la verdad no es un valor y que se elige un enemigo por lo que representa, pero además se lo carga de un montón de falsedades que permiten oponerse a algo que en realidad no está existiendo. Que se haya elegido al feminismo como enemigo, que no es algo local sino mundial, y eso no es menor, me parece que tiene que ver con lo que el feminismo representa. Creo que el feminismo es súper poderoso y me parece importante que sea poderoso y también es poderoso para los que lo quieren usar de enemigo, tiene mucha fuerza como Cuco de esa manera.

A pesar de que hace tiempo que sentía que esto era lo que se venía, continúo estando muy sorprendida y me está costando el optimismo. Pero después de muchos años de habitar estos espacios, porque más allá de que empecé a militar más formalmente en 2015, ya me había tocado cubrir los debates por la ley de matrimonio igualitario, pienso que, en definitiva, ningún paso atrás nos ha devuelto al punto anterior. Porque cada paso adelante implicó una toma de conciencia. Nada ha sido impuesto, como quieren decir. Todo ha sido parte de un movimiento y de un avance social.

Entiendo que los discursos son muy poderosos y que el desánimo es muy fácil, y a mí a veces también me pasa, pero la conciencia de ver que el otro es también una persona y que esa persona merece esos mismos derechos civiles, creo que no da marcha atrás. Me parece que, por ejemplo, el matrimonio igualitario antes no estaba tan claro y ahora es intocable. Eso para mí es para estar optimista, más allá de que cuando uno trabaja en ampliación de derechos y en militancia política, estás obligado políticamente a creer que las cosas pueden mejorar. Si vos no creés que las cosas pueden mejorar, no tratás de generar procesos de cambio colectivo. Entonces, yo o me voy a mi casa o en algún momento me sobrepongo y creo que las cosas se pueden modificar. Yo creo que las cosas se pueden modificar.