Margarita Di Tullio y aquella intacta destreza de escapar de la Justicia
El 20 de agosto de 1985 Margarita Di Tullio mató a tres hombres en su casa. Un polémico fallo judicial le permitió afrontar el proceso en libertad y pudo imponer su versión de los hechos. Una testigo fue fundamental para que los camaristas creyeran que “Marga” había sido víctima de una agresión y que solo se defendió. PARTE 3
Los cadáveres de los hermanos Losada y de Américo Córdoba se enfriaban en la morgue municipal mientras Margarita Di Tullio buscaba algo de calor en la celda del Destacamento Femenino. Hasta allí la había llevado la policía acusada del triple asesinato aun cuando, con llamativa tranquilidad, ella aseguraba que apenas se había defendido.
En su primera declaración ante el juez Fissore, Margarita Di Tullio explicó que había disparado sola y que era responsable única de las tres muertes, pero que lo había hecho para defenderse. “Nos querían violar, a mí y a Pato”, dijo entre otras palabras más soeces y descriptivas también.
Los policías que habían trabajado en la escena del crimen entendieron que se trataba de un fusilamiento y también que además del arma accionada por Margarita Di Tullio había otra. Solo los peritos habrían de arrojar luz sobre los hechos, pero estaba claro que todos los accidentes balísticos no podían haber sido producto de los disparos de un solo revólver.
Mientras los familiares de los muertos pedían justicia y hablaban de una emboscada (la madre de Córdoba, Strapko y la ex esposa de “El Tarta” encabezaban los reclamos), Marga se mantenía firme en su versión. En las calles de Mar del Plata algunos ya empezaban a usar el apodo de Pepita La Pistolera. Los medios locales trataron ampliamente el caso y los nacionales se atrevieron a opinar a la distancia. La condición de dueña de prostíbulos y aquel ya añejo antecedente por asaltos a mano armada hacían poco creíble su relato de los hechos. Y para su mal, se reafirmó la idea de culpabilidad cuando llegaron los resultados de los peritos estableciendo que ella no había disparado sola , que había mentido y que Schelling también lo había hecho. El 28 de agosto, una semana más tarde de los asesinatos, Schelling cayó preso.
Schelling y una Margarita sonriente dejan tribunales tras recuperar su libertad el jueves 5 de septiembre de 1985.
Los abogados del matrimonio apelaron la acusación de homicidio triplemente agravado y exigieron que se entienda el caso como un exceso en la legítima defensa, estrategia para lograr la libertad de ambos y aspirar a una pena de cumplimiento condicional. Solo uno días después, la Cámara de Apelaciones, sin el consenso de sus componentes, pero sí por mayoría, les dio la razón a los defensores y puso en libertad a Margarita y a Schelling. Esa medida causó indignación en gran parte de la sociedad y por supuesto de los mas cercanos a las víctimas. Mucho más cuando Marga salió sonriendo de Tribunales delante de todos ellos.
El mito ya empezaba a construirse en torno a “Pepita La Pistolera”. Se decía que dormía siempre con un arma bajo la almohada. Que no era un arma, sino dos. La gente empezaba a imponer las alucinantes imaginaciones a la verdad, como que cuando era joven la habían detenido tras haberse enfrentado a la policía con, una vez más, dos armas. Que les había disparado a tres hombres en su habitación por debajo de la sábana. Margarita quedaba postergada a un círculo pequeño y Pepita salía a dar la cara por ella.
Una visita inesperada
El proceso penal contra ambos siguió adelante pero nunca más fueron detenidos en esa causa. Margarita afrontó su rol de madre nuevamente con la certeza de que muchas cosas debían cambiar. Para empezar con ese desafío la familia no regresó a la casa del Triple Crimen. Vivían todos en lo de un pariente mientras “La Pato” se encargaba de regentear los dos prostíbulos.
Uno de esos días de la primavera de 1985 alguien llamó a la puerta de la casa. Era un joven de 18 años, de buena altura, algo flaco. Fabián, aquel bebé que había desaparecido de la vida de Margarita Di Tullio al caer ella en prisión, estaba de regreso. Le habían contado que esa mujer que salía en los medios por matar a tres hombres en su habitación, era quien lo había parido. Después de la sacudida emocional del primer momento, madre e hijo se amaron profundamente y retomaron una relación que, con algunas ideas y vueltas, se mantendría por 15 años más.
Margarita con su bebé Fabián en el año 1968. Ya siendo un joven de 18 años, Fabián se reencontró con ella. Foto álbum familiar.
En busca de nuevos aires, en el verano de 1986 Schelling se dirigió al sur para capitanear el barco “Quarrachino” y toda la familia lo acompañó. La idea era ganar suficiente dinero para comprar una nueva casa, pagar abogados y afrontar la caída de ingresos de los bares, esto último producido por un efecto negativo inicial de la mala fama de Marga Di Tullio. El traslado al sur no pudo ser más desastroso porque el 13 de enero de ese año el “Quarrachino” entró en colisión con otro buque marplatense, “El Topacio”, a 75 millas de la línea costera y a 95 del puerto de Puerto Madryn. El “Quarrachino” se hundió y su capitán Schelling pudo salvar a los 9 tripulantes.
Poco antes de eso, en diciembre, antes del viaje al sur, la fiscal Arrola de Galandrini había pedido una pena de 25 años de prisión para Di Tullio y 16 para Schelling por el Triple Crimen y, con sus tiempos habituales, la Justicia recién falló el 30 de septiembre de 1986. El propio juez Fissore impuso la pena directamente, convencido de que a los hermanos Losada y a Américo Córdoba los habían matado en una emboscada. Le aplicó 20 años de prisión a Margarita Di Tullio y 16 a Guillermo Schelling, y en un pasaje de la sentencia Fissore fue claro: “debemos tener en cuenta que Margarita Di Tullio es una persona de las que podrían denominarse ‘de armas llevar’, que siempre anduvo armada a tal extremo que cuando se encuentra en su domicilio a solas en horas en que toda ama de casa se dedica a los quehaceres del hogar ella lo hace con un revólver en la cintura”.
Versión leída del artículo
Al apelarse esta condena, los dos siguieron en libertad. Y un año más tarde, el 1° de septiembre de 1987, la Cámara de Apelaciones revocó el fallo e impuso lo que había dicho antes: exceso en la legítima defensa. Solo 3 años de prisión en suspenso gracias a un testimonio, gracias a creerle a una persona de las que estaba dentro de la vivienda donde sucedió el Triple Crimen. Una persona que luego desaparecería de la vida de la Di Tullio y que no sería otra que “La Polaca”. Esa adolescente traída del norte mesopotámico dijo que los tres hombres habían entrado de manera violenta a la casa. El primer juez no le creyó y por eso descartó la agresión inicial y justificativa de una defensa legítima. La Cámara sí y Margarita no pagó esos crímenes. Hoy La Polaca es una mujer de más de 50 años que vive en ese distante norte mesopotámico del que alguna vez la trajo Margarita Di Tullio a Mar del Plata. Esa adolescente fue la verdadera heroína -si es que existió alguna- en la historia judicial de “Pepita La Pistolera”.
Un camino en pendiente
Afincada en una casa adquirida en cuotas, en Cervantes de Saavedra al 1500 (hogar que sería el definitivo en su vida) Margarita inició en los ‘90 un crecimiento comercial que coincidió con la debacle económica del puerto de Mar del Plata. En verdad fue el cambio de paradigma de la pesca, con más materia prima trabajada en alta mar que en las pesqueras, lo que hizo que la calle 12 de Octubre, con sus cines, sus bares, sus prostíbulos, empezara a declinar. Los clientes pasaron a ser coreanos, rusos y de mayor marginalidad. Pese a esto, los bares de Margarita Di Tullio se mantuvieron.
En 1993 la relación con Schelling había empeorado, no faltaban episodios de violencia, y finalmente se separaron. Margarita hacía otros negocios, cada tanto vendía algún que otro vehículo, pero su fuente de ingresos oficial eran los bares. También estaba vinculada con la delincuencia por una cuestión de lazos de vida y con el tiempo eso traería novedades resonante. De todos modos, la idea de una mujer pistolera y del hampa no se correspondía demasiado con su historia judicial reciente: había sido detenida en 1969, tenía la causa por el triple crimen ya agotada y no mucho más. Apenas unos cargos por usurpación al apoderarse de una casa sin los papeles en regla la hicieron aparecer por Tribunales de nuevo, pero esa acusación fue revocada.
Margarita Di Tullio junto a Pedro Villegas.
Para entonces en Mar del Plata hablar de Margarita Di Tullio era hablar de una mujer peligrosa, capaz de cualquier cosa, era la personificación de lo que limitaba con la legalidad. Su condición de soltera (tenía 45 años) le permitió acercarse a hombres más jóvenes; el ámbito en el que se manejaba, a gente de mal vivir. El “Oveja” Gómez fue uno de ellos y, como una consecuencia lógica de ese frenesí que mezclaba, noche y malas relaciones, el 9 de junio de 1994 volvió a caer presa. Sucedió cuando manejaba su Volkswagen Gacel acompañada de Gómez y un patrullero les cerró el pasó. Los policías estaban buscando un Gacel que tuviera una letra “V” y números 1, 2 y 7 en la patente, ya que en ese vehículo habían escapado los asaltantes de una farmacia en Tucumán y O’Higgins. Los asaltantes habían sido dos hombres por eso los policías, al interceptarlo uno días después, se sorprendieron al ver que quien manejaba era Di Tullio. Una semana más tarde se estableció que si bien los ladrones habían usado su auto, Margarita no tenía nada que ver, y quedó en libertad por falta de mérito.
El rumor de que podía estar en los negocios de la droga siempre circulaba en Mar del Plata y, de hecho, un operativo policial en su casa terminó con el secuestro de un paquete de marihuana. La responsabilidad de esa droga fue atribuida a uno de sus hijos y Margarita eludió así una nueva causa penal.
El año 1995 habría de ser trepidante de emociones negativas para Margarita Di Tulio. La primera sacudida, aunque en verdad no fue tan sentida por Margarita, fue la muerte de Guillermo Schelling en una soledad dolorosa. En agosto, perseguido por alucinaciones y en una situación depresiva extrema, Schelling cayó desde el quinto piso de un edificio de Córdoba al 1800. Refieren fuentes familiares que Margarita les avisó a sus hijos (los dos de apellidos Schelling y a Triviño) sobre la muerte sin mostrarse demasiado compungida.
Ya en esa época Margarita Di Tullio se había vuelto a fijar en un hombre con antecedentes penales, que acababa de salir de la cárcel de Batán. Su nombre era Pedro Villegas frecuente visitante de sus bares y que pareció ser una pareja forjada para ella. Era, como podría imaginarse, una relación conflictiva, con la ilegalidad rondando sus vidas. A tal punto que el 15 de diciembre de ese 1995 Villegas, su hermano Ángel y Margarita fueron detenidos a bordo de un automóvil en la localidad chubutense de Comodoro Rivadavia mientras circulaban por el barrio Fuchs. Los policías los habían investigado y creían que manejaban el traslado de cocaína en esa ciudad. Al revisar el automóvil encontraron un arma calibre 38 y 100 gramos de clorhidrato de cocaína.
Artículo policial de LA CAPITAL en relación a la detención de Margarita Di Tullio en Comodoro Rivadavia.
Tras allanarse la casa de Figueroa Alcorta al 500 donde estaban residiendo de manera transitoria, la policía dio con más droga, y los tres quedaron detenidos. Margarita estuvo presa por algún tiempo en la Alcaidía de Comodoro hasta que obtuvo la libertad al comprobarse que el procedimiento durante el cual fue detenida había tenido errores. Sus defensores pidieron la nulidad del acta (fue un error del entonces juez Luis Vila) y así, una vez más, Margarita Di Tullio volvió a esquivar a la Justicia.
Pero no sería su última vez en prisión. Faltarían, tal vez, dos de sus episodios judiciales más resonantes.