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Opinión 20 de octubre de 2024

Macri, Kicillof, Villarruel: la aventura de viajar en el estribo

 
Por Jorge Raventos
Ante los ejecutivos y empresarios reunidos en el Hotel Sheraton de Mar del Plata convocados por el coloquio anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (Idea), Javier Milei volvió a enarbolar las por momentos arrumbadas banderas de la dolarización y el cierre del Banco Central: “Conforme avance la dolarización endógena, va a haber un momento en que va a ser muy grande la operatoria en dólares, y en pesos muy chiquita, y cuando se dé esa situación vamos a estar en condiciones de cerrar el Banco Central”, diagnosticó en su monólogo de una hora.
El público, aunque algunos círculos discretos rumiaban reticencias y dudas, estaba dispuesto a aprobar todo al Presidente, estimulado por el título del encuentro, que adelantaba esa actitud.

En ese ambiente predispuesto al aplauso el titular del Palacio de Hacienda, que habló el miércoles, no dejó de exhortar a los empresarios a que cumplan con el lema del coloquio y se dispongan a invertir ya mismo y colmó casi todas las expectativas del público salvo una: no dio ninguna pista plausible sobre el momento en que se levantará el cepo cambiario. Será “en el momento oportuno”. Ojalá.

El cepo es una medida intervencionista que regula el precio del dólar, un desvío heterodoxo en el relato liberal del oficialismo que ha servido para cumplir con el objetivo principal de bajar la tasa de inflación. Milei llegó al encuentro de Idea en un momento económico auspicioso: consiguió que la inflación quebrara la barrera de los 4 puntos con el agregado de que el aumento de los precios mayoristas en septiembre estuvo en línea con la devaluación del dólar que determina el gobierno (2 por ciento); el riesgo país también traspasó momentáneamente una barrera (“va a seguir bajando”, aseguró Milei) y la brecha cambiaria se estrechó significativamente al compás del descenso de la cotización de los dólares libres.

Hay quienes contraponen esos logros, que para Milei son estratégicos, con los signos de recesión que no terminan de esfumarse. El PBI se redujo 1,7 en el segundo trimestre, con bajas fuertes en el comercio (15,7 por ciento), en la construcción (22 por ciento) y en la industria (17,4 por ciento en el segundo trimestre; según lunes la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra), la industria metalúrgica registró en septiembre una caída anual de 7,3%, con 14,1 por ciento de caída en el período enero-septiembre, comparación con igual lapso de 2023. Una señal alentadora: entre agosto y septiembre hubo una mejora de 0,8 por ciento.

A esas objeciones el gobierno responde a veces con cifras no siempre consistentes o solo circunscriptas a algunos sectores dinámicos (el agro, por caso) y, en general, con la convicción de que la reactivación es una conclusión inevitable del proceso de estabilización que estaría en marcha.

Para no perturbar ese proceso el cepo tarda en ser levantado y probablemente subsistirá hasta el año próximo. También se postergan otros pasos de sinceramiento. El gobierno suspendió temporariamente, por ejemplo, la convocatoria a audiencia pública para la revisión tarifaria quinquenal del transporte de electricidad, que podría disparar aumentos de tarifas y, por esa vía, frenar la estrategia antiinfacionaria. Los empresarios tienen paciencia estratégica: “Podríamos bancar durante un período razonable que no haya aumento de tarifas si eso hace -dentro de un plan más general- que baje más rápido la inflación”, declaró, por ejemplo, Marcelo Mindlin, el número uno de Pampa Energía.

Contraprestaciones

El gobierno está afianzando sus posiciones en el círculo rojo, aunque subsisten dudas relacionadas con factores de confianza institucional y con la sustentabilidad del firme programa que Milei se muestra decidido a llevar adelante contra viento y marea.

Tal vez en virtud de esas percepciones, y a pesar de las prevenciones de su núcleo más próximo –el “triángulo de hierro”-, el Presidente empieza a levantar las compuertas del dique que obstaculizaba hasta ahora una asociación más fluida con el macrismo, una relación que parece indispensable con el horizonte de las elecciones de octubre 2025. Cambios recientes en la secretaría de Energía y en espacios del ministerio de Capital Humano han abierto vacantes para integrar cuadros provenientes del Pro, un reiterado requerimiento de Mauricio Macri.

El macrismo fue un aliado central para sostener el veto de Milei a la ley de financiamiento universitario, como lo había sido cuando se discutió el veto sobre jubilaciones. Esos fueron favores sin contraprestación directa y Macri hizo saber que el gobierno no debía esperar que la conducta se repitiera si no había signos claros de una asociación más firme y abierta de parte del oficialismo. Habrá que ver si el curso que parece abrirse tiene continuidad. El Congreso se dispone a sancionar un límite a la capacidad del Ejecutivo para gobernar por decretos, Milei promete vetarlo si se aprueba y nuevamente necesitará abroquelar a la minoría que se requiere para sostener los vetos. Macri espera ser algo más que esa indispensable rueda de auxilio. Pretende que más temprano que tarde se consume una sociedad para cogobernar.La tropa que sigue a Macri, por su parte, espera que su jefe no deje al Pro desairado.

Milei por ahora cuenta con una gran libertad de movimiento facilitada por el hecho de que no se perfila frente a él ninguna fuerza alternativa, sólo convergencias opositoras que se conforman puntualmente en el Congreso, principalmente suscitadas por el temor a que el Presidente llegue a establecer, con su estilo energético, un gobierno de rasgos autoritarios basado en decretos antes que en leyes. Esas oposiciones no están unidas por un programa, ausencia que también se registra en el elenco de gobernadores, donde las urgencias particulares de los distritos prevalece sobre la articulación de intereses comunes frente al poder central.

Sorpresas te da la vida

La fuerza opositora más numerosa, el peronismo, atraviesa un momento de reavivado debate que muy probablemente sólo en parte podrá contenerse en un marco interno; parece inevitable una etapa de fragmentación.
La aspiración de Cristina Kirchner de presidir el Partido Justicialista cargó emotivamente el debate. En primera instancia, su presencia en ese cargo, desde el cual pretende administrar una depuración ideológica dejaría automáticamente afuera a un considerable contingente de peronistas no kirchneristas, tanto del sector político como del gremial.

Pero el conflicto disparado por esa aspiración de la señora conmovió incluso a sectores de una u otra manera encuadrados en el propio kirchnerismo. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, venía trabajando su candidatura a la jefatura del PJ desde hace meses, con viajes por todas las provincias. Como el cargo no tenía entonces suficientes atractivos, Quintela contaba con que tenía un camino expedito y sin competencia. Hasta que de pronto, sorpresivamente para la mayoría y por cierto para él, apareció la candidatura de la señora de Kirchner. Con ella a la cabeza, la cáscara vacía se llena de determinado contenido, marcado por su trayectoria como mandataria.
¿Qué fue lo que la movió? Operaron varios factores, pero los principales fueron: la certeza de que el fallo final en el llamado Juicio de Vialidad, que Casación difundirá en algunos días, confirmará la sentencia de primera instancia que, entre otras penas, incluye la prohibición de ejercer cargos públicos. La jefatura del partido se convertiría en un sitial alternativo desde el cual podría mantenerse en el escenario político y ejercer influencia.

Justamente esta posibilidad, referida a la confección de listas de candidatos en la provincia de Buenos Aires, fue el nudo de tensiones con el gobernador del distrito. Axel Kicilof mantiene un distanciamiento de hostilidad trabajosamente contenida con el hijo de la expresidenta, Máximo Kirchner, jefe de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense. El gobernador temía que estuviera iniciándose una maniobra de asedio destinada a condicionar su gobierno y la candidatura presidencial de 2027 por la que ya está trabajando.

Por ese motivo Kicillof no dio ninguna declaración de apoyo a la postulación de Cristina y, en cambio, ayudó discretamente a Ricardo Quintela a mantener viva su candidatura, destinada a competir con Cristina. Por ejemplo, el presidente del PJ chaqueño, Jorge Capitanich, que es funcionario del gobierno bonaerense, facilitó a Quintela respaldo distrital para legalizar su postulación.

La pulseada entre Cristina y Kicillof alarmó al ecosistema kirchnerista y esa alarma se extendió a otros socios de Unidos por la Patria: el reflejo defensivo común implicaba clamar por que la sangre no llegara al río, por evitar que se pusiera en riesgo una unidad que en el Congreso, sirvió para activar algunos dispositivos para enfrentar el agresivo programa de Milei.

Por eso se generó mucha expectativa sobre la reunión (que no pudo ser secreta pero consiguió algunos días de hermetismo) entre el gobernador y la señora.

Kicillof tenía programado un acto en Berisso por el 17 de octubre y mantuvo el silencio sobre la candidatura partidaria de la expresidente, con lo que incrementó el suspenso sobre su actitud y obligó a esperar por las señales que se disponía a dar en su discurso. Cristina no estuvo presente: sus seguidores de La Cámpora promovieron un acto alternativo en la Federación de Box, en la Capital.

Ricardo Quintela tampoco asistió al acto de Berisso. El gobernador, interesado en mostrar neutralidad frente a la interna que se avecinaba, le hizo pedir que se abstuviera.

La mayor parte de la extensa pieza que Kicilof pronunció en Berisso, respaldándose en un detallado ayudamemoria de su atril, estuvo destinada a enfrentar a Javier Milei y sus ideas. Fue una manera de subrayar que él no quiere pelear con Cristina.

Victoria´s secret

¿También en el oficialismo? Allí parece ahondarse la diferenciación entre el Presidente y su vice, Victoria Villarruel. Ella ha producido algunos hechos destinados a elevar su perfil y a buscar alguna conexión con costados del peronismo. La visita de la vice, en las cercanías de Madrid, a Isabel Martínez – viuda de Perón, desalojada de la presidencia por el golpe militar de 1976- y la instalación de un busto de ella en el Senado parecieron gestos en esa dirección. ¿Qué se propone?

Patricia Bullrich, que es una seguidora disciplinada del Presidente, dictaminó sin vacilaciones que Villarruel “está intentando un camino propio separado del equipo de gobierno”. Totum revolutum.