Luis Benítez: “La realidad argentina supera cualquier ficción policial”
El reconocido narrador, poeta y ensayista atraviesa un gran momento: acaba de publicar 'Relatos negros', un atrapante libro compuesto por tres historias que exploran los matices de la violencia. Además, se estrenó la biopic 'Luis Benítez y el mundo de la poesía', un largometraje sobre su carrera que ya recibió 17 premios internacionales.
Luis Benítez es autor de 44 novelas, libros de cuentos, poesía y ensayo.
Por Ximena Pascutti
El reconocido narrador, poeta y ensayista Luis Benítez (Buenos Aires, 1956) vuelve al género policial con ‘Relatos negros’ (Ediciones Diotima), atrapante volumen que reúne tres historias en clave bien “argenta” que exploran los vínculos y los matices de la violencia. En ellas nos topamos con un expolicía prófugo que, en tren de huir a un país limítrofe, queda envuelto en una venganza personal; con un preadolescente con el don de la videncia que es explotado económicamente por sus padres y con un “chico bien” que durante los veranos se entrega, por vicio, al robo y la locura.
“Vivimos en un mundo violento, que amenaza con volverse más brutal todavía, al borde de la Tercera Guerra Mundial, agobiados por el abuso del poder tanto en Occidente como en Oriente, desasosegados por lo incierto del porvenir –reflexiona Benítez–. En estos relatos policiales, se muestra que esta violencia medioambiental nos penetra y se suma a nuestra personalidad, nos transforma a la vez en seres violentos, tanto respecto de nosotros mismos como en lo que hace a la interrelación con nuestros semejantes”.
Autor de 44 obras, entre novelas, libros de cuentos, poesía y ensayo, Benítez es un profundo conocedor de los resortes secretos de la literatura. En esta nueva entrega de cuentos policiales nos sorprende con narraciones electrizantes, tensionadas por el arco de la intriga, el suspenso y la acción. Historias que no son ajenas a la infamia, el delito, la violencia y el poder, pero también interrogan la capacidad humana de experimentar la empatía y la amistad.
-¿Qué ingredientes no pueden faltar en un policial en clave bien argenta? ¿Creés que existe algo así como el policial “súrdico”, como lo definió Juan Sasturain?
-Además de la escenografía, la ambientación, las referencias locales, es fundamental el trabajo con la lengua, el empleo de expresiones bien nuestras pero que, además, por contexto puedan ser comprendidas por lectores hispanoparlantes en general. Es conveniente que “el libro pueda viajar”, en referencia a que pueda ser editado en otras latitudes, gracias a la venta de derechos, sin que su edición en el extranjero obligue a adaptar la escritura. Si necesitamos convertir “anteojos” en “gafas” o “fósforos” en “cerillas” para poder editarlo en España, se desvirtúa mucho el original y se convierte en un híbrido. Pierde fuerza y hasta sentido.
Coincido con Sasturain: existe una narrativa policial local y ya tiene una larga tradición. La primera novela policial argentina data del siglo XIX es ‘La huella del crimen’, de Raúl Waleis, publicada en 1877. Continuaron la veta literaria abierta por Waleis autores como Paul Groussac, Eduardo L. Holmberg, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Leonardo Castellani, Manuel Peyrou, Enrique Anderson Imbert, Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, Juan Carlos Martini, José Pablo Feinmann, Juan José Saer…. El mismo Sasturain es un reconocidísimo autor del género.
-¿Es posible superar con la ficción la realidad brutal, histórica, argentina?
-No. La realidad de nuestro país en sus diversas épocas supera, y en mucho, a lo ficcionalizado por los autores.
-Dentro de esas tres historias, ¿qué cosas te llevan fuera del género? ¿Cuándo te vas a los márgenes?
-Cuando le sumo la ortodoxia del género elementos propios de otros, como el humor subyacente en el segundo relato, ‘El chico que sabía demasiado’, por ejemplo, donde además está presente un ingrediente fantástico y medular dentro de la historia: el muchachito que posee el don de adivinar el futuro. La pureza de género es algo ya perimido, los márgenes y las fronteras entre las viejas categorías tan rígidas son cosa superada. Si trabajamos bien la escritura, es posible enriquecer cualquier género con recursos propios de otros, sin desvirtuar su pertenencia a uno determinado.
“El hombre es el animal que narra, que le cuenta cosas a los demás y hasta a sí mismo cuando se encuentra solo”.
-Un expolicía prófugo, un matrimonio que se aprovecha del supuesto don de su hijo y un flaco rubio de clase media que roba durante los veranos. Además de poder englobarse dentro del policial, ¿qué ingredientes conectan a estos tres relatos?
-Fundamentalmente la presencia casi permanente de la violencia, tanto física como psicológica. Esta última se encuentra más presente en el segundo de los relatos, El chico que sabía demasiado, donde un preadolescente capaz de adivinar el porvenir es explotado con fines económicos por sus propios padres, sin que a ninguno de ellos le importe las graves consecuencias que esto tiene para la criatura.
-¿Cómo se dieron las génesis de estas historias? ¿Noticias de diarios, historias que te contaron?
-Es muy difícil, pasado un tiempo, recordar exactamente cómo surgió el chispazo inicial que se convirtió en texto. Suelo observar mucho a mi alrededor, a la gente por la calle, en el transporte público, pongo mucha atención a lo que me cuentan los demás. Continuamente estamos narrando: el hombre es el animal que narra, que le cuenta cosas a los demás y hasta a sí mismo cuando se encuentra solo. Para escribir necesito imaginarme detalladamente a cada personaje, sea protagónico, secundario o hasta terciario. Debo imaginarme su cara, su estatura, complexión física, hábitos, vestimenta, modales, manías, su voz y sus gestos. Armo el aspecto de los personajes con rasgos de gente real y con los de personajes de la TV, el cine y demás. Eso me ayuda mucho a darles vida. Si no tienen vida para mí, no puedo transmitírsela a los lectores.
-¿Cuándo empezaste a escribir policiales?
-A los 20 años escribí varias novelas policiales por encargo, para una editorial mainstream que ya no existe. De hecho, lo primero que publiqué fue una novelita de quiosco, allá por los 70, El martillo de caucho, bajo ese sello hoy desaparecido y el gracioso seudónimo de Shirley Mac Shirley. Después y siempre para la misma casa editorial, escribí otros títulos, tanto policiales como de cowboys, de ciencia-ficción, de tipo fantástico, etcétera. No me pagaban demasiado, pero me divertía mucho hacerlo en el comedor de mi casa paterna, en una vieja máquina de escribir Olivetti 33 heredada de mi padre. Fue un buen ejercicio previo para después, encarando obras de otro tipo, poseer ya agilidad expresiva. Eran novelitas cortas, de 80-90 carillas y llegué a escribir una por semana. No guardé un solo ejemplar.
-¿Pensás en quien está leyendo cuando escribís?
-Siempre. Julio Cortázar decía que cuando escribía solo pensaba en sí mismo, pero yo creo que no era consciente de que se estaba mintiendo a sí mismo. Es imposible no pensar en el otro, en el probable lector, en cómo recibirá esto o aquello que estamos escribiendo. Se escribe para otro, siempre. Caso contrario, nos bastaría con imaginarnos tranquilamente historias y más historias sin necesidad de ponerlas por escrito… ¿Para qué tanto trabajo, si no es para que los demás lean? Y esta contemplación del otro posible es todavía más dominante cuando corregimos el primer borrador. Entonces se acentúa sobremanera: hay recursos, trucos de escritor que entran en acción, lo hacemos adrede, a sabiendas o no, para lograr tal o cual efecto en quien lea. Buscar la perfección de la página es hacerlo para los demás, la logremos o no.
-Si pensamos en la obra de Rodolfo Walsh, por ejemplo, vemos que el género policial es una lente que no solo capta la corrupción del sistema, sino que también la narra con densidad estética y potencia persuasiva. ¿Cómo funciona esa lente en tu caso?
-Walsh es uno de los grandes maestros del género, uno de los que nos enseñan cómo se escribe y desde dónde se escribe. Además, fue el creador de la novela de no ficción, con Operación Masacre, publicada en 1957, nueve años antes de que se editara A sangre fría, de Truman Capote, a quien erróneamente se le atribuye ser el pionero. Su lente es muy poderosa y docente, pero sirve como modelo, no está para ser meramente imitada. En mi caso, me diferencia mi alejamiento de la faceta periodística de la narrativa de Walsh, que es de él y solo de él. Me interesan más las peculiaridades psicológicas de los personajes, particularmente las patológicas, así como las contradicciones presentes en un mismo carácter, ya que la contradicción es inherente a la condición humana y por lo mismo, ponerla en juego dentro de una trama literaria “humaniza” y torna muy verosímil lo narrado.
“La pureza de género es algo ya perimido, los márgenes y las fronteras entre las viejas categorías tan rígidas son cosa superada”.
-El 21 de noviembre se estrenó en el cine Gaumont la biopic ‘Luis Benítez y el mundo de la poesía’. ¿Cómo fue verte reflejado en un largometraje y qué impacto tiene este tipo de reconocimiento en tu carrera?
-Es muy fuerte para uno verse en la pantalla grande de un cine comercial, no en un auditorio cultural o en un cineclub, ámbitos valiosos pero más restringidos. Muy fuerte y muy grato también. En cuanto al impacto del filme, que se concretó gracias al talento de la cineasta argentina Ileana Gómez Gavinoser, fue impresionante: obtuvo hasta la fecha 17 premios en festivales cinematográficos internacionales en su categoría, tanto en las Américas y Europa como en la India, Corea del Sur y Singapur, llevando el recorte de mi vida y obra a regiones del globo –Oriente– donde todavía no publiqué nada. Me siento feliz y agradecido.
-Publicaste más de 44 títulos en diversos géneros. ¿Qué te lleva a explorar tanto la narrativa como la poesía y el ensayo? ¿Algún género te parece más desafiante o enriquecedor?
-Tengo interés y tendencia a trabajar los tres géneros; aunque prima en mí la producción poética, tanto en narrativa como en ensayo necesito expresar contenidos y formas literarias que son propios de esas disciplinas literarias. Sucede que un concepto que surge en mí es más adecuado para poesía que para narrativa o bien para ensayo. Voy confirmando a medida que trabajo con ese disparador qué género es el más adecuado y sigo ese camino.
-En tus novelas juveniles, como Vivarna, el dinosaurio patagónico, explorás temáticas para públicos jóvenes. ¿Qué te inspira a escribir para estos lectores?
-La literatura juvenil es un campo expresivo muy interesante. Alguien dijo una vez que uno escribe los libros que le hubiese gustado haber podido leer antes y creo que eso es lo que hago cuando trabajo con literatura para jóvenes. Escribir para ellos implica trabajar textos que estarán dirigidos a lectores en formación, por lo general, pero no por eso menos receptivos; todo lo contrario. Se les puede ofrecer buena literatura, tomando en cuenta que debemos mantener el interés del lector juvenil constantemente estimulada. El juvenil requiere de más acción, suspenso e intriga.
-¿Estás trabajando en un nuevo libro? Adelantanos algo…
-Retomé la escritura de una novela histórica que había dejado en 2022. Se desarrolla en los primeros meses posteriores a la Revolución de Mayo, desde el punto de vista de los españoles y partidarios criollos de la Corona habitantes de nuestro flamante país, entonces llamado Las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El animal que narra: minibio de Luis Benítez
El narrador, poeta y ensayista Luis Benitez (Buenos Aires, 1956) es miembro del Centro PEN Argentina, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y la Asociación de Poetas Argentinos (APOA). Ha recibido numerosos reconocimientos nacionales e internacionales por su obra literaria en América y Europa. Sus 44 novelas, libros de cuentos, poesía y ensayo han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.
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