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Opinión 15 de octubre de 2016

Lucía – Mar del Plata – Cultura narco

por Juan Alberto Yaría

Lucia Pérez.

“No clave la mirada fijamente en el abismo; no sea que el abismo la clave en usted”. F. Nietzsche

Necesitamos recuperar la brújula social y familiar. Las “Lucías” de la Argentina encogen nuestra alma. Tengo nietos de esa edad y hablando con ellos me muestran las situaciones de peligro que viven. Alertados por nosotros y sus padres sortean esas trampas que instaló la “cultura narco” en nuestro país. Sí, la “cultura narco” que reina y horada escuelas, instituciones policiales, judiciales y políticas e incluso a familias enteras devoradas, ellas mismas, por el consumo.

La fiscal María Isabel Sánchez sostiene la hipótesis que la menor de 16 años fue obligada a consumir drogas hasta perder su capacidad de defensa y luego violada hasta la muerte. También que una vez producido el fallecimiento la víctima fue lavada y vestida para llevarle, aseada, a la sala de salud de Playa Serena.

Hay muchas “Lucías “en nuestro país. Tengo la misión de tratar a muchas de ellas en Gradiva. Las que se pueden “salvar” porque en realidad es una salvación nos van relatando el cautiverio en el cual vivieron. La “trata “de personas oculta este fenómeno de las drogas y de los personeros que las mantienen (personalidades psicopáticas de alta letalidad social).

La familia de Lucía es un ejemplo del dolor desgarrador; trabajadores marplatenses quizás no percibieron el grado de enfermedad social que vivimos y como ahora los cuidados deben ser estrictos y a la vez muy afectuosos. Hay dos elementos que se conjugan siempre en estos casos; en primer lugar la edad puberal y adolescente y en segundo lugar el mercado que tiene “mapeado “los territorios para la venta y la captación de personas.

La edad asegura un cliente rápido ya que sube enormemente la posibilidad de generar una dependencia cuando se consume a en edades de 12 a 18 años. La industria y el marketing de la droga está preparada para eso. Llegar a esa población y ahí las escuelas son fundamentales con una población cautiva enorme y con “dealers”, alumnos ellos mismos, que serán los que en la intimidad de las aulas venderán luego que ellos hagan los primeros contactos. Así pasó con Lucía.

El sexo luego es la moneda de cambio para más drogas. La voracidad por el consumo sube en estas edades por la inmadurez de la personalidad y al mismo tiempo por la inmadurez del sistema nervioso (los centros de control inhibitorio están en desarrollo y los centros instintivos -emocionales en la adolescencia están sobreestimulados).

Otros lugares para asegurar el cautiverio son las fiestas privadas que se “mapean” con una industria desde la venta de agua hasta la de drogas en donde miles de personas concurrirán apelando la “viralización” de la propaganda del evento por las redes sociales. La “tecno cumbia” asegura otro continente de clases populares, mayoritariamente, para ser explotado. Hoy ya se venden caramelos con vodka y supositorios con estupefacientes e incluso alcohol disimulando hasta el olor en el aliento (industrias en ascenso al servicio del cautiverio de miles). Siempre escenarios masivos con personeros que desde adentro y desde afuera aseguran el negocio con la frialdad típica de los psicópatas.

El segundo elemento a tener en cuenta es la frialdad de los victimarios que la fiscal describe como “una inhumana agresión”. Son personalidades psicopáticas o sea antisociales los que llevan adelante estos actos y la gran mayoría adictos. Se encontraron en la casa de ellos drogas en cantidad e incluso como recomiendan algunos jueces (¿?) plantitas de marihuana para la provisión personal pero que en realidad vendían. Comentario aparte muchos jueces (¿?) no entienden o no quieren entender el daño de las drogas en las estructuras más humanas del hombre y la eclosión de los más demencial cuando se apoderan y nos alienan.

El que mapea un territorio para la venta y su posterior distribución, lucra y no sólo económicamente sino que también explota sexualmente, como sucedió con Lucía, es en sí mismo una personalidad de tipo psicopática y mucho más psicopática si consume drogas. Pasaban en un “autito azul “por la Escuela Media marplatense o en unas “motitos” en el conurbano o en alguna esquina de la Capital. Territorio mapeado y controlado con una población juvenil “anémica” de valores, abandonada por el mundo adulto que asiste al entierro anticipado de sus hijos.

El psicópata sortea normas, cosifica personas, no tiene sentimientos de culpa ni remordimientos, usa la crueldad permanentemente y no tiene empatía o sea registro del otro ya que cosifica a las personas. Habitualmente hoy consumen mucha cocaína, marihuana y variados alcoholes con los que se “defrontalizan” (se altera el funcionamiento de los sectores cerebrales responsables de las conductas éticas y de pensamiento) rápidamente y con ello todo es posible. La Ley no existe.

Necesitamos reaccionar

Reflotar un Plan Maestro y Nacional de prevención y asistencia integral con foco en el niño, el joven y la familia. La escuela necesita ser hoy un centro preventivo escolar con líderes por aula y ayudar a las familias ante la invasión de la cultura narco y al barrio y sus instituciones como sistema inmunológico social. Los medios de comunicación necesitamos que actúen con programas y campañas permanentes sobre las consecuencias del uso de drogas y no solo como noticia policial. Fomentar el alerta precoz en las familias ante los primeros consumos. Atender a las poblaciones desescolarizadas para que se incorporen a un tramado institucional.

Hoy hay muchos “des-afiliados” de lo social y así hay enormes posibilidades de que crezcan como discapacitados sociales. Sin escuela o familia un chico prácticamente pierde toda habilidad para la vida. Ahí la “cultura narco” los espera y les da una estructura falsa y perversa pero estructura al fin. Sin filiación social y familiar no hay personas sino sujetos aptos para la doma pero no personas libres. El “narco” explota esta situación de “anemia” social y de valores. A más policías y jueces más peajes a pagar (ya que buscarán explotar la venalidad de algunos); necesitamos reflotar un sistema inmunológico social o sea una cultura preventiva recordando el lema africano que preside mi consultorio: “…se necesita una tribu entera para educar un hijo”. Hemos perdido la brújula y la necesitamos recuperar”.

(*): Director general Gradiva – Rehabilitación en adicciones.