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Opinión 22 de febrero de 2025

Los peligros de un UPD Romantizado

Foto ilustrativa.

Por Nino Ramella

El Último Primer Día, sintetizado como UPD, es la manera en la que los estudiantes del último año del secundario celebran su último primer día de clases. Salvo por los riesgos que los adolescentes y no pocos adultos no parecieran advertir no tendría nada de malo festejar el momento.

La razón que enciende las alarmas en vísperas del UPD tiene que ver inicialmente con el desafío que se imponen los estudiantes. El primero es llegar al colegio sin dormir -después de una “previa” en algún boliche- pero no de cualquier forma. Los “triunfadores” de la jornada serán aquellos que lleguen lo más ebrios posible, es decir bien “fisurados” en la jerga popular.

Si ello no conllevara suficiente motivo para alarmarse en virtud de las consecuencias de los riesgos que lleva en sí mismo que menores se emborrachen, se suman otras razones no menos preocupantes: cortes de tránsito en las calles de todos los colegios, no pocos desmanes, suciedad, etc.

Irresponsable romantización

Las autoridades educativas enfrentan un problema de difícil situación dado que carecen de herramientas para contener lo que se ha convertido en un acontecimiento ya incorporado al calendario cultural de los involucrados.

Usualmente los colegios organizan reuniones de padres para encarar el problema. En términos generales se argumenta que no pueden hacer mucho para modificar el comportamiento de sus hijos.

Algunos entienden que al menos hay que encarar una estrategia de reducción de daños y entonces asisten a los salones o casas en los que sus chicos pasan toda la noche y también van a los espacios públicos donde los estudiantes se reúnen luego de la fiesta y antes de encaminarse al colegio.

Pero no faltan los que apañan a sus hijos diciendo que tienen derecho a divertirse y no están de acuerdo con tantas prevenciones porque las consideran exageradas. Esos son los padres que alquilan los salones para que sus hijos se emborrachen, contratan los colectivos para que los trasladen, les compran aerosoles, petardos, espuma y bengalas entre otras cosas.

No faltan las bandas de hinchadas de diferentes clubes para lograr hacer el mayor “bardo” posible en la puerta de los colegios. También cuestan plata…que sale de los bolsillos de los adultos.

Es más, no son pocos los padres que esperan en la puerta de los colegios para grabar imágenes de sus hijos cuando llegan borrachos y así tener para la posteridad un recuerdo de las gracias del nene…o nena.

Acaso parecieran ignorar que cada año los hospitales reciben casos de estudiantes descompensados por la ingesta de alcohol y otras drogas. No son pocas las denuncias a lo largo del país de violaciones y abusos durante los festejos del UPD.

Un cuadro alarmante

¿Qué generan los UPD? Básicamente menores de edad, sin dormir, alcoholizados…en el mejor de los casos, en un establecimiento educativo donde el resto del alumnado está en clases…que obviamente deben interrumpir dados los desbordes reinantes…y con el constante peligro de accidentes.

Las calles cortadas son otras razones para preocuparse. Nuestra ciudad ha sido escenario el año pasado de un accidente producido por esta razón.

El otro riesgo es la concentración de alumnos en los espacios públicos luego de la previa. En Mar del Plata los dos puntos más convocantes son la Plaza España y el Parque San Martín. Esas reuniones no dejan de ser un peligro si tenemos en cuenta el estado de ebriedad y lo exaltados de los ánimos.

La ida caminando desde esos lugares hasta los colegios suele también ser tentación para alterar las mínimas normas de convivencia social.

Qué hacer

Frente a esta realidad se suceden las reuniones de padres, educadores y autoridades. No es sencillo encontrarle una solución, pero no puede dejar de buscársela. Las posibilidades de una tragedia están a a la vuelta de la esquina.

Los colegios no pueden no recibir a esos chicos. Lo más que pueden hacer es comunicar a los padres que “pareciera que su hijo no está en condiciones de asistir a clase”. No más que eso. Un diagnóstico evidente no puede expresarse a riesgo de ser recusado por ejercicio ilegal de la medicina.

Quien esto escribe ha tenido la oportunidad de ver festejos similares fuera del país. En Rusia, por ejemplo, la celebración se llama El Último Timbre. Es en mayo y se celebra el fin de la enseñanza secundaria y el comienzo de la vida adulta.

Los jóvenes visten las bandas con la palabra egresado y el año de graduación. Se juntan en el centro de las ciudades y también en plazas, se sacan fotos junto a familiares y profesores.

Acaso tratar de virar las formas de festejar hasta encontrar la manera de que los jóvenes disfruten sin hacerse daño a ellos o a terceros sea una tarea compleja. Pero esa pelea hay que darla.

A este respecto tal vez sirva de orientación (y de finalización de esta líneas) las recomendaciones que año a año da a conocer la Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina) con motivo del UPD y sus riesgos.

“Los adolescentes y jóvenes tienen mucho para decirnos y para decirse entre sí y por eso resulta imprescindible escucharlos sin prejuicios, creyendo en su fuerza y en sus potencialidades; y ofrecerles espacios cuidados en donde puedan desplegar sus búsquedas, sus celebraciones, sus rituales, sus encuentros”.

“También es fundamental cuestionar la lógica de consumo que atraviesa a esos rituales, abrir canales de diálogo y acuerdos con los jóvenes, para no dejarlos solos, para acompañar sus procesos y para construir espacios donde se problematice en conjunto. Es importante que estos espacios se den con tiempo de anticipación a los festejos, ya que trabajar en la urgencia o con los hechos consumados, nos deja con poca posibilidad de acompañar los procesos”