Los múltiples niveles de significados en “Finnegans wake”
Por Maximiliano Reimondi
“Finnegans wake”, obra notable por su estilo experimental y una de las de más difícil comprensión de la literatura inglesa, fue escrita por James Joyce en París durante diecisiete años y se publicó en 1939, dos años antes de la muerte del escritor.
Una de las principales características es su concepción “circular”, en la que todos los elementos narrativos son principio y fin de toda la estructura. El título ya es un ejemplo de esto. En inglés, wake significa “velatorio” y “despertar”. En el primer capítulo se relata el velatorio de Finnegan, un albañil muerto a causa de un accidente, y su despertar o resurrección al caer sobre su cuerpo unas gotas de whisky.
Joyce utilizó un lenguaje con estructuras gramaticales del inglés y calambures, contracciones multilingües, jugando con la separación silábica de las palabras para formar neologismos. También emplea el monólogo interior con asociaciones libres y no tiene las convenciones de trama y construcción de personajes convencional. Lamentablemente, este libro ha sido poco leído por el público.
El autor inventó un idioma políglota único que aplicó únicamente a este trabajo. Este lenguaje se compone de palabras compuestas a partir de unos sesenta o setenta idiomas de todo el mundo, que combina para formar todo tipo de juego de palabras y frases destinadas a transmitir varios estratos de significado a la vez. Esta manera de escribir logra comunicar múltiples niveles de significados, al mismo tiempo.
Durante el proceso de elaboración, Joyce hizo por escrito una serie de afirmaciones sobre sus pretensiones de originalidad. Pareciera que el autor quiso “jugar” con las palabras y con la “inocencia” del lector. Por si fuera poco, la novela incorpora un gran número de alusiones y referencias de otros textos, alude con frecuencia a la mitología irlandesa e incorpora varios elementos lingüísticos y culturales noruegos.
Desde el momento de su publicación, la novela fue motivo de controversia y negativa. Hasta su familia, amigos y colegas desaprobaron el texto. El argentino Marcelo Zabaloy tradujo al castellano las 600 páginas de la novela. Nunca se dedicó de manera profesional ni tuvo educación formal en esta profesión. Pero sí tuvo la vocación y la pasión para incursionar en la obra de un excelente escritor.
(*) Periodista, escritor, dramaturgo y actor.
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