Los más vulnerables, entre la lucha y la desazón frente a la crisis
En el Centro Solidario San José de Cáritas alberga a 300 personas que habían quedado en situación de calle. Entre otras cosas, reciben asistencia sanitaria.
Residentes ven televisión en el Centro Solidario San José de Cáritas. Foto: EFE.
por Carlota Ciudad
La crisis económica no da tregua a nadie y menos a aquellos que ya han perdido gran parte de sus pertenencias. Ese es el caso de los residentes del Centro Solidario San José de Cáritas, en la ciudad de Buenos Aires, quienes ven el futuro con esperanza y desazón a partes iguales.
Son 300 personas, sin contar al personal y voluntarios, que viven en habitaciones de 6 a 20 personas. Las camas, organizadas en literas de dos, marcan la distribución de los cuartos, que cuentan con taquillas para quienes quieran guardar sus objetos personales.
El centro es silencioso la mayor parte del tiempo, excepto cuando alguien llama al vibrante timbre de la entrada, y dispone de varios comedores, salas de estar, una sala para lavar la ropa y una capilla.
En este espacio “de transición”, como lo definen los organizadores, conviven las diferentes historias de destrucción y superación de sus moradores, pero todos comparten una pregunta en común: ¿Qué hacer cuando acabe su estancia en el centro?
Claudio López llevaba varios meses en la calle por una serie de conflictos familiares cuando pudo entrar en el centro. Fue allí que accedió a servicio sanitario y también donde descubrió que tenía un quiste en el cerebro.
Lo operaron con éxito y de momento ayuda a sus compañeros mientras intenta encontrar un trabajo de técnico electrónico con el que pueda independizarse.
“Va a ser complicado. Está subiendo todo y uno es consciente. Acá uno no lo siente mucho pero sí, leo y veo mucho la televisión y en los informativos está todo”, explica en una entrevista a la agencia EFE.
Una preocupación parecida es la que vive Sergio Marcelo Costas, exprogramador y diseñador gráfico que quedó en la ruina cuando, tras un derrame cerebral, no pudo trabajar durante varios meses.
Su aspiración es volver a trabajar para poder pagar una vivienda, comer y volver a estudiar para ejercer como diseñador.
“Los precios han subido como para que comer hoy sea un lujo casi. Por eso estoy acá y agradezco a la gente de Cáritas que me socorra en esta situación”, reconoce.
Su tratamiento lo cubre totalmente el sistema público pero no es un beneficio que reciban todas las personas en situación de vulnerabilidad.
Juan Francisco Lotero, también residente en esa casa, tiene que pagar la mitad del precio de la medicación que necesita para tratar su cáncer de huesos.
Es ahí donde nota las carencias del sistema de Salud y el aumento de la inflación en Argentina, que en agosto registró un 34,4 % interanual.
“Yo tengo drogas (medicamentos) oncológicas y bajó la calidad, bajó la cantidad y tardan en la entrega”, lamenta, aunque reconoce que el Centro San José les da margen para adaptarse a la actualidad económica y social.
Tras perder su empleo de taxista, recibe una pensión que divide entre los gastos de la medicación y una pequeña bolsa de ahorros que dedicará a su futuro fuera de este hogar, donde espera ser peluquero.
Ellos son algunos de los que lograron entrar a este centro de Cáritas, pero son más los que quedan fuera. Cada día, hay hasta 7 solicitudes de entrada que últimamente acaban en negativa debido a la cantidad de gente que ya vive en este lugar de acogida, explica Sara Corvolan, asistente del servicio social.
Informa con autoridad que en los últimos años cada vez son más los que solicitan acceder después de quedarse en la ruina.
“Ahora el que está en calle no es solamente el que estuvo siempre en calle. Hay mucha gente que trabajó toda su vida y ahora está en esta situación” por “no haber podido resolver personalmente con lo que tenía”, expone.
Fabián Báez, miembro del equipo de Cáritas arquidiocesana, explica que esa misma suba de precios y servicios que afecta a los residentes también afectó al Centro San José.
“Al haber tantas personas, cuando hay que comprar algo, como en cualquier casa, se siente. ¡Y aquí se compra para 300! Entonces se siente la inflación y se resiste”, valora.
Su preocupación es clara pero también asegura que la ayuda de los voluntarios no disminuyó. Y esa es su fórmula para resistir en estos momentos: “Solidaridad. Si todos nos hiciéramos cargo del más vulnerable esto mejora. Pero todos”.
EFE.
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