Los juegos de mesa y sus mundos: El juego de la oca y el azar nuestro de cada día
Versión de Serpientes, escaleras sobre tela. Dominio público. Siglo-XIX.
Por Nicolás Martínez Sáez*
Las civilizaciones más antiguas han establecido conexiones estrechas entre el azar, la divinidad y el destino de los hombres. Aristóteles proporcionó un primer análisis filosófico acerca del azar y de la suerte: si bien ambos conceptos explican la excepcionalidad de los fenómenos contingentes y en ese sentido se diferencian de la idea de Destino como algo predeterminado por un dios, el azar describe los acontecimientos de la naturaleza en tanto la suerte se aplica a los asuntos humanos. Sin embargo, es posible afirmar que, en algún punto, el azar o la suerte se muestran como equivalentes al Destino ya que, a este último, muchas veces se lo refiere como “la suerte que le toca a cada cual” o se lo vincula habitualmente con la expresión que afirma que “la suerte está echada”. En el mundo grecorromano, la adoración a la diosa Fortuna (la Suerte), hija de Júpiter, la encontramos retratada en monedas talladas que muestran junto a una cornucopia, dadora de prosperidad, a un timón, conductor de los destinos humanos. A menudo, también a la Fortuna se la representa como una rueda (“Rueda de la Fortuna”)señalando la inconstancia e incertidumbre de los altibajos de la vida. Finalmente, las sacerdotisas de los templos de adoración a la Fortuna solían celebrar un oráculo, que entregaba respuestas de acuerdo al resultado de una tirada de dados.
Ahora bien, la fascinación por el “echar suertes” ha estado presente en la imaginación lúdica de hombres y mujeres de todos los tiempos y civilizaciones. El primer juego de azar que conocemos es el de los dados y encontramos referencias en un texto de la tradición védica anterior al hinduismo: el Rigveda, un poema épico-religioso compuesto alrededor del 2000 a.C. donde se explicitan los efectos funestos del amor desenfrenado por este juego. Los griegos antiguos consideraban al héroe Palamedes inventor de varios juegos, entre ellos el de los dados, y en la Odisea de Homero, compuesta alrededor del siglo VIII a.C., encontramos altivos galanes jugando a los dados en la puerta del palacio de Ulises en Ítaca. Por último, en el Nuevo Testamento, los cuatro evangelistas relatan cómo unos soldados, al pie de la cruz de Jesús, se jugaron a los dados su túnica.
El historiador español Ángel Luis Molina Molina señala que durante la Alta Edad Media el juego de dados fue un vicio extendido por toda Europa y hasta la aparición de los naipes, el primero de los juegos de azar. Desde la antigüedad, los juegos de dados estaban asociados a las apuestas, las bebidas y las tabernas y según sabemos por los poemas medievales anónimos Carmina burana, hasta los clérigos apostaban y perdían sus ropas jugando a los dados. Durante el siglo XII y XIII, la cuestión parece haber preocupado mucho a las autoridades civiles y religiosas que oscilaron entre la condena expresa y la tolerancia permisiva, dentro de casas de juegos a los fines de aumentar las arcas fiscales. Siguiendo las condenas de los primeros teólogos de la patrística que pensaban al juego como un invento del demonio, algunos moralistas cristianos observaban cómo el juego de dados hacía “perder la cabeza” a los hombres, estropeaba sus economías, rompía amistades e incitaba a blasfemar.
A partir de finales del siglo XV, otro juego de azar se expande desde Italia hacia el resto de Europa: el Juego de la oca, un juego cuyas reglas básicas apenas han sido modificadas respecto de las que conocemos en la actualidad. Si hoy el Juego de la oca nos parece aburrido y de niños, no era así cómo se lo concebía a finales de la Edad Media donde el juego era excitante y animado debido, en gran parte, a que se lo utilizaba para apuestas por dinero en las tabernas. Sin embargo, no solamente era un juego de apostadores y bebedores sino también ligado a la realeza. En el siglo XVI, el duque de Toscana, Francisco de Médici le regaló el Juego de la oca al rey de España, Felipe II y en los siglos siguientes disfrutaron de este juego el joven Luis XIII de Francia e incluso Napoleón Bonaparte.
Versión del Juego de la oca siglo XIX (dominio público).
Si seguimos la clasificación formal de los juegos de mesa propuesta por David Parlett en History of board games (2018), el Juego de la oca es un juego de carreras simple donde cada jugador posee una peón que irá moviéndose, a partir de tiradas de uno o dos dados, por un laberinto en espiral hasta llegar a la casilla 63. El juego es de puro azar y no hay decisión alguna por parte del jugador durante toda la partida. Parlett señala que el Juego de la oca pertenece a una familia de juegos de carreras que se caracterizan por (i) el movimiento de un peón desde la salida hasta la llegada; (ii) el recorrido con atajos que aventajan y con casillas que retroceden, a veces, hasta el punto de partida y (iii) el decorado visual y conceptual con temas de la vida real que justifican las ocasionales buenas y malas suertes de las casillas. El antecesor más antiguo del Juego de la oca, podemos hallarlo en el juego conocido como Serpientes & Escaleras, un juego de la antigua India que consiste en un tablero de 10×10 con casillas numeradas del 1 al 100. Algunos pares de casillas están conectados por serpientes y otras por escaleras, en general 12 serpientes y 8 escaleras. El jugador mueve su peón y avanza por el tablero de acuerdo al número obtenido de los dados ganando un nuevo turno si obtiene un 6 o un doble si juega con dos dados. Cuando el peón alcanza a una casilla donde se halla la cabeza de una serpiente, ésta se “lo come” y retrocede hasta la casilla donde acaba su cola, en cambio, cuando alcanza una casilla donde se ubica el pie de una escalera “sube” hasta la casilla más alta. Así entonces, el jugador que primero logra llegar con el número exacto a la casilla 100 será el ganador. Parlett afirma que el juego original de Serpientes & Escaleras tenía como fin la instrucción moral y así, mientras las escaleras representaban las cualidades personales que llevan a uno virtuosamente hacia el Nirvana, las serpientes simbolizan los vicios o deseos terrenales que impiden el progreso hacia la perfección moral.
En el Juego de la oca, también es posible observar este mismo ascenso espiritual y tal como explica Adrian Seville, tanto el número 63 correspondiente a la última casilla que era significativo para la numerología antigua griega y romana como el mismo recorrido podrían estar simbolizando el progreso espiritual del alma humana donde las ocas serían las guías de la suerte y las casillas de peligro representarían las tentaciones o caídas del hombre a lo largo del camino. Así entonces, Seville concluye que la cábala cristiana asociada al filósofo Pico della Mirándola y al neoplatonismo de Marcilio Ficino animan al juego para que los jugadores alcancen la última casilla y de esta manera la paz y la sabiduría. El simbolismo de este juego ha estado presente en muchas de sus adaptaciones posteriores. Por ejemplo, en 1587 el humanista español, Alonso de Barros, se inspira en el Juego de la oca para escribirlas reglas de un juego didáctico que lleva el nombre de Filosofía cortesana, en el cual63 casillas invitan a la reflexión del jugador y simbolizan el itinerario que debe seguir todo aquel hombre que aspire a obtener los provechos de la corte, un lugar concebido como un laberinto repleto de pasiones y bandos. Las casillas de las ocas habían sido reemplazadas por imágenes de bueyes arando la tierra y estaban acompañadas de frases como: “El fruto de la esperanza viene a través del trabajo”. Todo el tablero del juego estaba decorado con proverbios morales y figuras tales como una mujer que simbolizaba la fortuna y que tenía en su mano un sonajero, instrumento de alegría y una espada como para indicar que en medio del gusto y del contento está el cuchillo de la muerte pero también que en medio de las desventuras y la tristeza de la vida puede haber alegría. En una de las esquinas podía observarse una oca con una trompeta donde se leía la sentencia socrática “conócete a ti mismo” y que Alonso proponía como una forma de aprender acerca de nuestras limitaciones y reacciones y así contrarrestar los efectos de la caprichosa fortuna.
Filosofía cortesana de Alonso de Barros 1587.
Toda la utilización moral del Juego de la oca y la menor utilización del mismo para las apuestas de dinero lograron despejar las críticas y allanar el camino para su posterior difusión. Asimismo, ya en el siglo XVII, el teólogo y filósofo español Baltasar de Gracián y Morales adopta una visión más positiva respecto de los juegos de azar, antes condenados, y compara la vida humana con los naipes estableciendo una analogía entre las cartas que nos tocan en la vida y lo que hacemos con las mismas. Tal perspectiva ha sido muy influyente en Europa y particularmente en España: la Lotería Nacional española, la más antigua lotería nacional vigente, se instituye en 1763 por Carlos III y la actitud de Gracián tiene gran impacto en la filosofía española que, frente a otras orientaciones europeas de carácter más racionalistas y sistémicas, aborda el mundo como un ámbito incierto, impredecible y turbulento para la vida humana: Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset son filósofos paradigmáticos de esta última perspectiva que considera que aunque la fortuna dispone, el hombre propone.
Hacia finales del siglo XVIII, el Juego de la oca dejó de tener conexión con la realeza, la aristocracia e incluso con el mundo de los adultos debido a que, como juego de apuestas, fue reemplazado por el de las loterías. A partir de entonces, los aficionados a las apuestas no requerían ni de la simbología ni de la moral y el Juego de la oca pasó a convertirse en un juego familiar y para niños como el que hoy conocemos. Sin embargo, el imaginario lúdico que proporcionaba el Juego de la oca bien pudo trasladarse hacia el generado en las diferentes loterías nacionales donde muchos adultos que apuestan o juegan “un numerito” perciben al mundo como una trama de analogías, semejanzas y correspondencias entre los números y el significado de los sueños. En ocasiones, ejecutan cábalas que no comportan ningún tipo de justificación racional y entonces, cuando ganan, no consideran que eso sea producto de la experiencia o del conocimiento sino que lo atribuyen a cierta suerte que es entendida como una decisión divina. Difícilmente encontremos entre nuestros prójimos alguien que manifestara vivir con suerte o de la suerte, como se animaba a responder el poeta maldito Charles Bukowski, sin embargo tenemos motivos racionales para mantenernos escépticos frente a aquellos que suelen afirmar que toda su vida está gobernada por la mala suerte.
Ficha técnica del juego (fuente: Board Game Geek):
– Duración: 20 min.
– Cantidad de jugadores: 2 a 6 jugadores
– Edad: + 5 años
* Profesor en Filosofía
http://migajasdelafilosofia.blogspot.com/