Los jóvenes y el teatro: una relación difícil y necesaria en busca de construir un público nuevo
''La omisión de la familia Coleman'', nacida hace 13 años en la sala del fondo de Timbre 4, sigue creciendo. Foto: Télam / Giampaolo Sama.
por Jazmín Carbonell
Aunque el Teatro exista desde aquellos tiempos inmemoriales que lo tenían como centro de la actividad social y política, el espectador solo fue considerado un participante más y activo a la hora de la interpretación de la obra recién en la década del 60, cuando escuelas de pensamiento lo tomaron y lo incluyeron en el quehacer artístico.
Echaron luz sobre su participación entendiendo al fin que es el propio público el que termina de darle un sentido, una interpretación a la obra y que cierra el círculo que abrió el artista en un comienzo. Por eso no es de extrañar que para los organismos oficiales y para las corrientes de investigación, el educar y generar hábitos para convertir a la población en buenos espectadores sea una tarea relativamente nueva.
Hace 12 años, Sonia Jaroslavsky y Ana Durán crearon el Programa de Formación de Espectadores, que depende del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y consiste en llevar a alumnos de las escuelas públicas a salas de teatro con una charla posterior para profundizar el análisis de la obra.
“En principio -reflexiona Jaroslavsky-, los jóvenes dicen que el teatro es aburrido y que no es para ellos. Una vez que pasan por la experiencia del Programa y se los vincula con espectáculos terminan pensando que el teatro es interesante, que no fueron subestimados y cambian su mirada hacia el docente que los acompañó. Se sienten respetados como jóvenes y como espectadores”.
“En realidad no trabajamos para producir espectadores sino con la idea de ciudadanía cultural. El ir al teatro le puede dar al joven una experiencia transformadora, sensible, enriquecedora para la vida que no necesariamente implique volver al teatro. Lo que sí es cierto es que esa experiencia le permite sentir que puede acceder a esos espacios que ya no le están vedados”.
Atendiendo a esta situación, diferentes teatros de la capital como El Camarín de las Musas y Timbre 4 ofrecen promociones a menores de 28 años para hacerlos sentir parte del acontecer teatral. Jonathan Zak, uno de los productores y programadores de Timbre 4, dice: “El público de teatro tiende a estar por encima de los 40 años. Creo que somos tan responsables de hacer teatro como de construir un público. Y eso solo va a suceder si bajamos la edad de la gente que va al teatro. Es importante qué le mostramos a esos jóvenes porque hay una sola primera vez de estos chicos y no podemos fallar”.
“La omisión de la familia Coleman”, nacida hace 13 años en la sala del fondo de Timbre 4, sigue creciendo. Hace unos años se mudó al circuito comercial de la calle Corrientes pero conserva su germen inicial. Para Ariel Stolier, uno de los programadores del Paseo La Plaza, la sala que cobija a esta familia, “Los Coleman cumplen trece años y lanzamos una promoción nueva: todo chico de 13 años o chica de 12 recibe una entrada gratis. Creemos que hay cierto potencial de rito de iniciación donde un adulto puede ir acompañando a un chico más joven a vivir la experiencia, el protocolo de ir al teatro. En esa acumulación de experiencias, probablemente, vayamos generando mayor interés, deseo y eventualmente nuevos públicos”.
Otro espacio que se manifiesta claramente a favor de generar audiencias cada vez más jóvenes es el Centro Cultural Recoleta. Luciana Blasco, subsecretaria de políticas culturales y nuevas audiencias de la Ciudad, cuenta: “Parte de la estrategia del Recoleta es plantear una multiplicidad de actividades para que los jóvenes comiencen a sentir y vibrar las diversas disciplinas artísticas y actividades culturales que también ellos mismos proponen, porque creemos que ahí está el origen del sentido, en el animarse a hacer y por ende, a ser”.
Desde su gestión, existen funciones de cine, teatro y danza con descuentos para menores de 30. Lo mismo sucede con la línea gratuita de talleres para adolescentes, hasta 18 años. Al mismo tiempo, también hay becas para todos aquellos que quieran acceder a los cursos. “Los sábados a la tarde la terraza del Recoleta se llena de jóvenes relacionados con el mundo de la cultura urbana y el hip hop, un mundo con sus códigos donde sentirse contenidos y unidos”, cuenta Blasco, que parece entender que no solo es lo económico un factor sino encontrar actividades atractivas para ese público.
Pero la cuestión se complica más a lo ancho y largo del país, sobre todo en aquellas zonas en las que la actividad teatral es un poco más tímida. Si es difícil acercar a los más jóvenes al teatro, donde escasea la actividad teatral la dificultad es doble. Por eso, desde el Instituto Nacional de Teatro, la creación de programas, planes, fiestas provinciales, encuentros regionales y festivales nacionales es parte fundamental del trabajo.
Martín Córdoba, representante del Instituto Nacional de Teatro de Catamarca, cuenta al respecto: “Lo más significativo en mi provincia es la Ley Nacional del Teatro y el trabajo del Instituto, que es el encargado de sostener diferentes programas y brindar apoyo monetario para estimular la actividad. Muy pocos municipios tienen talleres en sus jurisdicciones y todavía es muy raro que programen teatro. Si bien la gente responde cuando hay alguna función, aún no tienen la costumbre de ir al teatro”.
Desde hace unos años, en diferentes provincias, se vienen implementando planes específicos que tienen que ver con formar, alentar y acercar al joven al teatro. En la provincia de Corrientes existe el plan “El Teatro va a la Escuela 2017”; mientras que en Santiago del Estero se creó el programa “La Banda con los niños”.
Tanto en Tucumán, en Mendoza y en Río Negro se aprobaron programas especiales para formar espectadores y aprender a ver teatro. En Santa Cruz, por su parte, está en vigencia el plan “Sembrado Teatro”. Un comienzo auspicioso que probablemente se continúe en las demás provincias.
Télam.