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La Ciudad 7 de julio de 2024

Los escoltas de Kicillof y la decisión de Montenegro en el estallido del PRO

El gobernador agregó a Pulti a su clásica foto con Raverta en Mar del Plata. El intendente vuelve a hacer equilibrio como en los tiempos de la interna Larreta-Bullrich. Y pide que nadie se meta. Fastidio oficialista con un edil.

Fernanda Raverta, Axel Kicillof y Gustavo Pulti, en la conferencia posterior al Congreso Productivo Bonaerense, en el NH Gran Hotel Provincial.

Por Ramiro Melucci

Un referente del kirchnerismo marplatense apeló en las últimas horas a la misma frase que presidentes y ministros de economía han repetido en el último cuarto de siglo para referirse a crisis que nunca acaban por derrotar. En su caso, la usó para aludir a la interna entre el gobernador Axel Kicillof y el jefe del PJ bonaerense, Máximo Kirchner: “Lo peor ya pasó”.

Hablaba con la foto del lunes en la mano: la que mostró al mandatario provincial sobre el escenario de San Vicente, donde se homenajeó a Juan Domingo Perón a 50 años de su muerte, que también exhibió entre los presentes al hijo de la expresidenta.

Podría decirse que esa distensión ya tuvo un primer reflejo en Mar del Plata. La extitular de Anses, Fernanda Raverta, y toda su tropa acompañaron al gobernador con más determinación que en visitas anteriores. Siempre sostuvieron que la relación no se había dañado, pero esta vez lo demostraron mejor.

En el séquito se encontraron una y otra vez con Gustavo Pulti. El exintendente lo sigue adonde vaya. Incluso, aunque deje a su paso jirones identitarios, a la veneración de Perón. El gobernador empieza a reconocérselo: lo ubicó a su lado en el corte de cintas de la sucursal del Banco Provincia de Batán. Repitió en la conferencia de prensa posterior al Congreso Productivo Bonaerense, siempre con Raverta del otro lado. La imagen sugiere dos referencias locales, una novedad.

No es todavía la representación de conjunto que pretenden algunos. El Frente Renovador se mantiene en silencio a la espera de las señales de Sergio Massa. Tras la ausencia en San Vicente, dirigentes del espacio siguieron las actividades de Kicillof en la ciudad lejos de los flashes, mientras que los peronistas que no comulgan con La Cámpora se conformaron con un encuentro lacónico promovido a la distancia por el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, en el que hubo promesas de charlar con más tiempo.


Kicillof lo reconoció a Pulti al ubicarlo a su lado en el corte de cintas de la sucursal del Banco Provincia de Batán. Repitió en la conferencia de prensa posterior al Congreso Productivo. La imagen sugiere dos referencias locales, una novedad.


Lo peor sucedió lejos de Mar del Plata, en la asamblea del PRO, de la que los dirigentes de Patricia Bullrich se retiraron a los gritos y escenificaron la ruptura con Mauricio Macri. El estallido le trae a Guillermo Montenegro malos recuerdos: los del tironeo que sufrió cuando la hoy ministra de Seguridad y Horacio Rodríguez Larreta se disputaban los soldados para la batalla presidencial.

La decisión que tomó ahora es la misma que la de entonces: a pesar de que integra la mesa del PRO como vocal, hará equilibrio en la interna. “No podemos involucrarnos en la cuestión partidaria cuando tenemos que administrar un municipio sin plata, en conflicto con los municipales y enfrentados con Kicillof”, advierten en su entorno.

Es cierto que Cristian Ritondo asumió la conducción provincial con el impulso de Macri y el apoyo de referentes e intendentes, entre ellos él, pero también que en algunos puntos mantiene más coincidencias con Bullrich que con el exjefe de Estado. El mejor ejemplo es el de su amigo el juez Ariel Lijo, candidato de Javier Milei a la Corte Suprema.

Tras el escándalo, cerca del intendente repararon con disgusto en un comentario del flamante presidente de la asamblea partidaria sobre la postulación de Lijo. “Hasta donde entiendo –dijo el pinamarense Martín Yeza–, el bloque del PRO va a votar en contra. Nuestro jefe de bloque ahí es Luis Juez y ya se pronunció en contra”. Montenegro no esperaba semejante anticipo. “¿Pero nos quieren en la mesa partidaria o afuera?”, se preguntó en voz alta uno de sus alfiles.

En cambio, cuentan que con Bullrich –a la que todavía no pudieron arrancarle un efectivo federal–, lograron acordar la estadía para 80 prefectos que habían llegado en 2016 desde Buenos Aires para colaborar con la policía y que corrían riesgo de irse por los recortes presupuestarios de Nación. Ahora el municipio les paga el hotel “hasta su traslado definitivo”, según surge del decreto que firmó Montenegro. “Este aporte nos permite incidir más en la coordinación de esos prefectos junto con la policía de la provincia”, dicen en el municipio.


Cerca del intendente repararon con disgusto en un comentario del flamante presidente de la asamblea partidaria sobre la postulación de Lijo. “¿Pero nos quieren en la mesa partidaria o afuera?”, se preguntó en voz alta uno de sus alfiles.


El silencio del intendente en la interna viene con una orden de imitación. “Si los concejales quieren jugar, que jueguen, pero si un funcionario habla, que nos deje también la renuncia”, avisan en la mesa chica. Y marcan el camino a seguir con un nombre: “Miren a Muro”.

Aséptico en la rosca partidaria, el secretario de Desarrollo Local e Inversiones empieza a convertirse en emisario de las buenas noticias. Celebró la habilitación del último trayecto del Gasoducto de la Costa, anunciada días atrás con menos éxito por Enarsa, y anticipó que la conexión con el Parque Industrial “ya está en marcha” mediante un trabajo público-privado. Antes había destacado que la obra privada creció más del 50% en el primer semestre. Un dato que en otro contexto podría haber revelado el secretario de Obras, Jorge González, pero que en tiempos de construcción de sucesores lo hacen todos menos él. Agustín Neme, presidente del bloque oficialista, también lo comunicó. Luego se sumaron el senador Alejandro Rabinovich y el propio Montenegro.

La visita de Kicillof también dejó un nuevo round con el jefe comunal. “Carta para el intendente”, clamó desde el escenario del Congreso Productivo Bonaerense montado en el NH Gran Hotel Provincial. La misiva decía que debería bajar el boleto de colectivo porque la Provincia duplicó su subsidio. La respuesta de Montenegro fue más dura que el ataque: “Ayude, no entorpezca”. A su juicio, el monto que aporta el Gobierno bonaerense “no le hace ni cosquillas” al precio del boleto.


 


En el Concejo Deliberante, ya perfilado para la sesión de elección del defensor del pueblo (convocada para el lunes 15), el episodio más ríspido se produjo en torno a la comisión de Salud, donde el interbloque oficialista no dio quórum para una reunión en la que se iba a escuchar a vecinos del sur sobre el funcionamiento del centro de salud del barrio Playa Serena.

A la oposición le quedó la crítica servida en bandeja. “No quieren escuchar a los vecinos”, dijo el presidente de la comisión, Diego García, de Unión por la Patria. “Hay un avasallamiento sobre la democracia”, lo superó Eva Ayala, de Acción Marplatense.

Los concejales radicales y de Vamos Juntos no habían concurrido porque acudieron a un encuentro con funcionarios municipales. Parece que esa clase de encuentros para afianzar el intercambio de información se ha vuelto habitual recién ahora. Pero ninguno de los ediles se preocupó demasiado de que cayera en el mismo horario que la comisión de Salud. “Tenemos muchas diferencias con la conducción”, adujeron.

Carta para García. “No está cumpliendo el rol que un presidente debería tener. Confronta en todos los expedientes y trae invitados a todas las comisiones”, lanzaron, mientras compartían por WhatsApp la nota de LA CAPITAL que reflejó la falta de quórum y los cuestionamientos opositores hacia ellos por no haber concurrido. Es que creían que iban a leer un festival de críticas contra el funcionamiento del área municipal, pero se encontraron con un párrafo en el que el presidente de la sociedad de fomento del barrio San Jacinto no sólo cuestionaba a la comuna, sino que aseguraba que los vecinos debían “acampar” a la espera de ser atendidos en el Hospital Interzonal. “Parece que tan bien no les salió”, se mofaban.



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