Los días liebre
Grandes libros, pequeños lectores Por Elena Stapich Integrante de la ONG Jitanjáfora
Los días liebre, de Clara López-Marcos Viso (Ilustraciones) Pontevedra, Kalandraka, 2017
Un bello poemario cuyo hilo conductor es el paso del tiempo y los diversos modos en que lo percibimos. De ahí el título, que refiere a los días que pasan fugaces y están llenos de tareas y obligaciones. El yo que habla -identificable con una niña, dato de género que nos proporciona el ilustrador- siente que es el día quien la arrea: “Que me lleva a la parada, / y me sube al autobús, / y entra en clase, / y me sienta / con los deberes sin hacer.” Y al final del poema reflexiona: “Y pienso que ojalá / mañana venga / día tortuga.” Este hilo temático del mal-estar en la escuela se retoma en “Las restas.” Una pena que la expresión “A las restas les daba yo…” resulte muy castiza para los lectores de esta orilla, al igual que otras que aparecen diseminadas en los poemas. La tematización de lo escolar reaparece en
“Los verbos difíciles” y en expresiones como “y allí me río del boli rojo, / y de las faltas…”
Todo en los textos bulle con el animismo de la infancia: las restas “suelen ser frías y occidentales, / rectas y grises / con ángulos acutángulos y obtusángulos, / y rectos, muy rectos. / Y muerden / sobre todos los sábados, / al asomarse por la ventana.” En cambio, los viernes, se suben al sofá “con sus calcetines desnudos / de ver películas.”
Hay días-cielo, días lentos, días-río, cualquier día, pero también hay una abuela que no se sienta nunca y un abuelo que ha olvidado todo menos la guerra, y una gata que se llama Greta. Y en todos los textos el lenguaje se viste de infancia y juega gozosamente, como en “La lengua fuera”: “Si fuera lengua, / fuería / vistosa, / patosa, / melosa, / sinuosa, / graciosa, / golosa / y fuería fuera todo el día, / y fuería un tren y una cometa, / y diría fuera a quien fuera.”
El último poema se llama “Diario” y habla de los días-río, pero también de escribir un diario “con boli azul, / que lleva la tinta como agua, / río arriba…”. Y finaliza con una vuelta de tuerca a la metáfora de la vida como río, tan Manrique: “Nuestros ríos / son los días, / que van a dar / al amar.”
Clara López, airosamente, hace equilibrio entre la poesía para niños y la poesía a secas, cruza una y otra vez el límite, hasta que lo desdibuja.
En cuanto a las ilustraciones, son tan delicadas y sutiles como los textos, con tonos pastel, fondos en ocre y turquesa, figuras con blanco, negro y algún acento de color, transparentes, como desgastadas, y con metáforas visuales y detalles que se repiten a lo largo del libro, como las líneas rectas rojas, que pueden ser los hilos que mueven a la niña-marioneta, las sogas de la hamaca, el mango de la red de cazar mariposas o la vara de equilibrista.
Otro poemario exquisito, originalmente en gallego, a los que nos tiene acostumbrados la gente de Faktoría K, de libros, o Kalandraka.
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