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Opinión 1 de septiembre de 2017

Los desaparecidos buenos y los desaparecidos malos

por Horacio Raña

¿Dónde está Alberto Agapito Ledo, el conscripto desaparecido el 17 de junio de 1976? Fue en plena dictadura militar, es cierto, pero el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner jamás se lo preguntó a su jefe de las Fuerzas Armadas, el ahora detenido por ese crimen de lesa humanidad general César Milani.

Es más. Protegió al genocida con tanto énfasis como ahora se hace la distraída para condenarlo o como lanza catarata de tuits preguntando dónde está Santiago Maldonado, el joven supuestamente desaparecido en Cushamen el pasado 1 de agosto.

Una obviedad en la que estos tiempos obligan a caer: Cualquier bien nacido reclama por la aparición de Maldonado y el Estado, por tener la potestad de la seguridad, debe dar una respuesta. Aclaración hecha, el punto es si ese reclamo está hecho desde la convicción humanitaria o desde la vileza política.

Y a lo que estamos sometidos desde hace semanas es a una campaña inédita en nuestra historia democrática, por la que sectores ultrakirchneristas, de izquierda y ciertos organismos de derechos humanos afines con la ex presidente quieren instalar forzadamente la idea de que el caso del joven artesano desaparecido nos traslada a tiempos de la dictadura.

De acuerdo a un informe realizado por la Correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional), desde el retorno de la democracia en 1983 hasta la fecha hubo 210 desapariciones, 70 de ellas (el 30%) en los tres gobiernos kirchneristas. Nunca, desde sector alguno de la oposición, se llegó al absurdo de trazar un paralelo con el plan sistemático de desaparición de Videla y compañía.

Pero lo paradójico es que estos mismos sectores que entonces guardaron sospechoso silencio, ahora salgan a encabezar piquetes de dignidad negándole derecho a su paradero a aquellos 70 por el sólo hecho de que fueron víctimas en la “década ganada”.

Tal vez el caso más conocido sea el de Jorge Julio López, desaparecido el 18 de septiembre de 2006 poco después de brindar testimonio contra el represor Miguel Etchecolatz.

El gobierno jamás brindó un solo dato de su paradero y Hebe de Bonafini, a 11 años del hecho, ahora volvió a descalificarlo diciendo que “era un guardiacárcel y no un militante como Santiago Maldonado”. Desaparecido bueno y desaparecido malo. Rubén, el hijo de López, desmintió a la titular de Madres de Plaza de Mayo.

Pero hubo otros 69 de los que tampoco se supo nada. Iván Torres Millacura (desaparecido en Comodoro Rivadavia en 2003), Sergio Ávalos (Neuquén-2003), Luciano González (Chubut-2009), Mario Golemba (Misiones-2008) y Daniel Solano (Río Negro-2011), son sólo algunos.

Por todos ellos no hay voces reclamando su aparición, ni banderas, ni campañas en redes sociales, ni remeras de futbolistas con sus nombres.

Tampoco un despliegue de “marketing publicitario” como el montado ahora con fotos de Maldonado y la insostenible frase “Macri, basura, vos sos la dictadura” en cada protesta, movilización y acto, que no existieron, por ejemplo, para reclamar por Luciano Arruga, el joven que estuvo desaparecido 5 años y nueve meses entre 2009 y 2014, cuando apareció enterrado como NN.

Son simplemente un olvido estratégicamente planificado por quienes ahora buscan un voto más en las urnas pisando sus recuerdos y montados en un dolor que no sienten. Aprovechamiento político del más bajo, que le llaman.

En la lógica binaria del kirchnerismo (amigo-enemigo) son los desaparecidos malos, aquellos que sólo merecen el desprecio de la negación que los vaya diluyendo en el tiempo para intentar hacernos creer que durante sus doce años no se produjeron ese tipo de violaciones.

No es nuevo, la negación de cualquier hecho fue marca en el orillo kirchnerista. ¿O no se recuerdan, por ejemplo, los tres insólitos robos en dependencias militares siendo Agustín Rossi ministro de Defensa en 2015?

Miles de balas, armas y hasta un misil desaparecieron sin que funcionario alguno diera una sola explicación. Tenemos derecho a pedirlas, sobre todo cuando en los últimos días se produjeron atentados en serie y sectores están llamando a la resistencia.

Tampoco hay campañas exigiéndolas y aunque este es otro tema, vale la pena abrir bien los ojos por lo que puedan intentar esos sectores en las movilizaciones convocadas para el próximo viernes.

Nuestras peores debilidades y bajezas las solemos cometer por causa de las gentes a quienes más despreciamos“. La frase pertenece a Charles Dickens, el más destacado escritor inglés de la era victoriana. Cristina y sus seguidores deberían pagarle derecho de autor.

(*): Jefe de la sección Internacionales de Télam.