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La Ciudad 25 de octubre de 2020

Los anuncios oficiales, opacados por definiciones precipitadas

Las prohibiciones dejaron en un segundo plano el lanzamiento de la temporada y la inversión para el Puerto. Tras los desacoples, el Presidente y el gobernador coincidieron sobre Mar del Plata. Decidido respaldo a Raverta.

El anuncio de las prohibiciones para la temporada destiñó las buenas noticias.

Por Ramiro Melucci

Anuncios que se evaporaron en cuestión de días. Correcciones que bajaron con sinceridad brutal desde los canales de TV. Medidas que aparentaban una cosa y eran otras. Informaciones que se enmendaron después de haberse difundido. Con Mar del Plata de testigo, la semana de las definiciones para la temporada fue, en rigor, la de las idas y vueltas, las negociaciones, las contradicciones y las confusiones.

La incógnita que todavía flota en el ambiente alude a la conveniencia de haber realizado dos actos de alto voltaje político en un mismo día y una misma ciudad. Aun si los dos hubieran contenido solo buenas noticias, el criterio comunicacional era dudoso. Pero las prohibiciones anunciadas en el Museo Mar destiñeron todo lo demás.

Funcionarios provinciales de diversas áreas recibieron en los días posteriores al acto una catarata de pedidos de audiencia. A las definiciones les siguieron las negociaciones, cuando la lógica política enseña que debe ser al revés. Esos encuentros, virtuales y presenciales, hablan por sí solos: dicen que las vedas se informaron en forma precipitada.

La más altisonante aludió al teatro, que había quedado entre las actividades en espacios cerrados que no se iban a desarrollar en temporada, junto a las de boliches, bingos y casinos. A la mañana siguiente, la vicegobernadora Verónica Magario ya entornaba la puerta para un cambio de rumbo. Axel Kicillof volvió a hacerlo un día después, hasta que finalmente el jueves, tras una reunión con autoridades de los ministerios de Salud y Producción, los empresarios teatrales cantaron victoria. Habrá teatros con estrictos protocolos y el gran artífice de la pulseada triunfal tiene nombre y apellido: Carlos Rottemberg. Sin declaraciones altisonantes, sin advertencias ni amenazas supo inclinar la balanza para el lado del diálogo y el consenso.

 

A las definiciones les siguieron las negociaciones. Esos encuentros hablan por sí solos: dicen que las vedas se informaron en forma precipitada.

 

En el medio hubo escenas que parecían sacadas de contexto, pero que remitían a la más estricta actualidad. Referentes del teatro independiente, históricamente referenciados en el kirchnerismo, procuraban soluciones con ediles de Juntos por el Cambio. Gremialistas integrados a la causa (como Roberto Páez, de Maestranza de Casinos) no disimulaban su preocupación. Dirigentes del Frente de Todos se enfurruñaban y trataban de buscar, sin demasiado éxito, una explicación para todo aquello. 

Como se vio enseguida, en el período de revisión de las definiciones anunciadas ingresaron, además de los productores teatrales, las asociaciones sindicales de casinos y los dueños de los campings, mientras que los propietarios de los boliches anticiparon gestiones para que les autoricen a funcionar al aire libre.

Con su mesurada discrepancia, Carlos Rottemberg inclinó la balanza para el lado del consenso.

Con su mesura, Carlos Rottemberg inclinó la balanza para el lado del consenso.

 

La primera discrepancia la había formulado el ministro de Turismo y Deportes de la Nación, Matías Lammens, cuando dijo en una nota televisiva que la aplicación Cuidar Verano no iba a ser obligatoria, como sostuvieron las autoridades provinciales. “Eso no se entendió”, disparó. Que un ministro nacional diga que un mensaje de la Provincia no se entendió implica en términos políticos una fuerte amonestación. Y que encima acote que eso se produjo a pesar de que había conversado sobre el asunto con el ministro de Producción, Augusto Costa, suma el interrogante de si los encargados de las áreas de turismo de la Nación y la Provincia hablan el mismo idioma.

Otro nubarrón se formó al instante: el gobernador apuntó que una vez que los turistas ingresen los datos en la aplicación, la información sería enviada a cada municipio para que habilite el ingreso, pero en la comuna no ven la forma de que eso realmente pueda ocurrir. No es lo único. Al consenso para no requerir hisopados en el acceso a los municipios se le añadieron las posturas contrapuestas entre los intendentes sobre una tasa para afrontar el operativo sanitario. “Eso nunca se habló”, se sorprendieron en el municipio después de leer que Martín Yeza avanzaba en la implementación de un tributo de $ 100 en Pinamar. En el Frente de Todos respiran aliviados: tampoco en Juntos por el Cambio refulgen las posturas uniformes. 

Tanto ruido dejó en un segundo plano lo que venía a remarcar el gobernador: la decisión política de que a pesar de la pandemia de coronavirus habrá temporada, y las fechas desde las que comenzará a desarrollarse y culminará. También relegó, en el terreno comunicacional, el anuncio del dragado del puerto, y por lo tanto a su protagonista central, Fernanda Raverta.

 

“Eso nunca se habló”, se sorprendieron en el municipio ante la postura Martín Yeza. Tampoco en Juntos por el Cambio refulgen las posturas uniformes.

 

Antes, durante y después del acto del Inidep hubo loas para la directora ejecutiva de la Anses. Repaso fugaz para olvidadizos: melancolía de Kicillof (la “extraña” y le buscaría un ministerio si decidiese volver), hipérbole de Meoni (lo “conmueve” el compromiso de la marplatense con su territorio), elogios de Sergio Massa y una mención del Presidente (“Mar del Plata, la que quiere Fernanda”) en el acto en que anunció la extensión del aislamiento hasta el 8 de noviembre, que también tuvo a Raverta en la mesa principal.

Del respaldo político no quedaron dudas, pero sí resultó indescifrable de dónde saldrá la mitad de los fondos que faltarán para completar la obra del dragado: el presidente del Consorcio, Gabriel Felizia, dijo que se necesitan $ 450 millones; Meoni anunció $ 200 millones. Al gobernador le preguntaron en la conferencia de prensa que sucedió a la firma del convenio si la Provincia iba a completar la inversión de Nación. “Iremos viendo, pero el dragado se va a terminar”, se limitó a responder.

Fernanda Raverta, destinataria de los elogios de Kicillof, Massa y Alberto Fernández.

Fernanda Raverta, destinataria de los elogios de Kicillof, Massa y Alberto Fernández.

 

Los anuncios para la temporada tuvieron en la parte final de la semana el capítulo sanitario. El Ministerio de Salud bonaerense informó en un principio la instalación de cinco hospitales modulares. La comunicación inicial no era clara: podía interpretarse que en Mar del Plata se iban a establecer tres o uno, y dejaba la impresión de que los centros sanitarios serían similares al hospital modular que construyó la Nación en el predio del Interzonal. Las aclaraciones no tardaron en llegar. En la ciudad habrá uno, no tres. Y se llamará “unidad de refuerzo sanitario”, no “hospital modular”. Será, en síntesis, un laboratorio móvil para consultas de quienes acusen síntomas.

El gobernador había llegado a la ciudad poco después de que el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, anunciara la habilitación de cinco actividades para el AMBA y otras localidades que permanecen en fase 3: personal auxiliar de casas particulares, restoranes y bares al aire libre, gimnasios al aire libre, obras privadas en edificios y salidas recreativas de hasta diez personas. Mar del Plata quedó excluida, en una decisión que no solo desairó al gobierno municipal, que promueve una fase propia para la ciudad, sino también a los interlocutores locales del Frente de Todos con esos sectores de la economía doméstica.

Un día después, el Boletín Oficial publicó la decisión del jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero, de habilitar las mismas actividades en General Pueyrredon. Cundió el desconcierto. Hasta que un mensaje llegó raudo a estas costas para aclarar los tantos: “Vale lo de Provincia”. Los tiempos en que se difundieron las decisiones habían jugado una mala pasada, porque, al contrario de lo que pareció, la del gobierno bonaerense fue –en términos administrativos– posterior a la nacional e implicaba su reglamentación. Y no al revés, lo que hubiera supuesto una desautorización de la Nación.

Si alguien albergaba alguna duda, las palabras de Alberto Fernández desde Misiones terminaron de saldarlas. “Para que Mar del Plata tenga verano tenemos que parar el problema hoy”. Lo que tanto habían repetido Kicillof, Bianco y Gollán para justificar la continuidad de las restricciones en este rincón del mapa bonaerense. Al menos, claro, en los papeles.