Los antecedentes de las “sentadas”
Gimnasia y la emblemática "sentada" de 1933. Crédito: loboesta22.es.tl
Los jugadores de San Lorenzo frente a Independiente en 1963 y los de Gimnasia y Esgrima La Plata 30 años antes, curiosamente en un partido con el equipo de Boedo, protagonizaron las dos “sentadas” más famosas de la historia del fútbol argentino, en ambos casos a modo de protesta contra fallos arbitrales, algo que repitieron los de San Jorge de Tucumán ante Alvarado, en el José María Minella por una final del Federal A.
El campeonato de 1963 tuvo una definición bochornosa por un arbitraje que dejó pegar más de la cuenta y que fue uno de los responsables de una goleada histórica. En este caso, los dos equipos protagonistas fueron Independiente y San Lorenzo, quienes se enfrentaron mano a mano en la última jornada.
En este caso, el local era el conjunto de Avellaneda, que si ganaba era campeón y no debía esperar el resultado de River ante Argentinos Juniors. Cabe destacar que el “Millonario” terminó como escolta en el certamen, debido a que el “Rojo” goleó por 9 a 1 como local al “Ciclón” en un encuentro que finalizó en escándalo.
Esto se debe a que San Lorenzo empezó ganando 1 a 0 con el gol de Héctor “Bambino” Veira, pero el arbitraje de Manuel Velarde comenzó a aparecer y con el paso de los minutos se fueron lesionados Veira, Roberto Telch y Raúl Paez, aunque el juez no sancionó nada y dejó pegar a los jugadores del conjunto de Avellaneda sin mayores problemas.
Por este motivo, el equipo visitante decidió no jugar y realizó una “sentada” en pleno campo, lo que provocó que Independiente goleara 9 a 1 con los tantos de Raúl Savoy en cuatro ocasiones, Raúl Bernao en dos, Jorge Vázquez y Mario Rodríguez en una. Finalmente, el noveno tanto fue de Néstor “Pipo” Rossi en contra de su valla desde la mitad de cancha, para cerrar un partido increíble que marcó el campeonato de Independiente y una gran verguenza para el fútbol argentino. Esto ocurrió el 24 de noviembre de 1963.
Claro que ese episodio tenía un antecedente lejano pero no menos recordado por el impacto que produjo en el naciente fútbol profesional argentino, ya que el 8 de octubre de 1933 el equipo de Gimnasia, al que se lo bautizó “El Expreso” por su marcha incontenible en el campeonato, no pudo coronar, en gran medida, por culpa de dos arbitrajes polémicos bien puntuales, el de ese día justamente ante el futuro ganador del título, San Lorenzo.
El equipo dirigido por el húngaro Emérico Hirschl fue una verdadera sensación que marginaba a los “cinco grandes”, pero las sospechas de que estos no le iban a permitir hacerse con el campeonato comenzaron a tomar forma a través de arbitrajes en su contra muy alevosos.
El 25 de septiembre Gimnasia visitó a Boca, uno de sus rivales, con 25 partidos jugados, y ese día el protagonista fue el árbitro Ángel De Dominicis, expulsado de la Liga Argentina tras ese encuentro. El “Lobo” ganaba 2 a 1, pero un penal inexistente y un tanto en una clara posición adelantada le dieron vuelta el partido.
Y dos fechas más tarde, el 24 de noviembre, llegó el segundo y más conocido de los dos fatídicos episodios. Gimnasia, igualado ya con Boca en la cima de la tabla, visitó Avenida La Plata para jugar ante San Lorenzo, el tercero en discordia, y allí el protagonista de una historia que trascendió el tiempo volvería a ser quien debía impartir justicia.
Ese día el juez fue un tal Alberto Rojo Miró, desconocido al día de hoy pero tapa de los diarios a la jornada siguiente, ya que con San Lorenzo en ventaja por 2 a 1 y Gimnasia buscando el empate, cada acción de la visita terminaba invalidada de manera sospechosa por un fallo “oportuno” del árbitro, que no medía con la misma vara las infracciones de unos y otros.
Cuando transcurrían 26 minutos de la segunda parte un centro enviado al área visitante fue contenido por el arquero Atilio Herrera sin que la pelota ingrese, pero el juez y un asistente vieron lo contrario. Allí, los jugadores “triperos” explotaron, Ricardo Martín quiso hacer justicia por mano propia, golpeó a Rojo Miró y se fue expulsado.
Esa expulsión terminó de exaltar los ánimos de los jugadores del conjunto platense, que pasaron de querer linchar al árbitro a resolver, de manera inédita, sentarse en el campo de juego y no levantarse más que para sacar del medio. Así, en cuestión de cinco minutos, el dueño de casa convirtió cuatro goles más (tres de Diego García y el restante de Gabriel Magán) y se impuso por un bochornoso 7 a 1. Finalmente el “Ciclón” fue el campeón.