CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 25 de julio de 2017

Lo que queda

por Federico Bagnato

Sí, me suena. Alguna vez escuché algo. Creo que una vez fui a la playa y a veces veo en la tele que hay quilombos con el pescado. Pero el campo salvaje no es tecnología de siglo veintiuno. Porque donde tengo dos autos, allá, Rosa (que también tiene nombre de mate y parque) anda en bicicleta y se le transpiran las piernas, pero está bien porque no sube veintidós pisos por ascensor para ver el traje de cuatro mil quinientos pesos de su manager, término que no se frecuenta en la ciudad del viento y del desempleo, porque Rosa, que es soltera y ama de casa, no entiende nada de cubos eléctricos que la transportan ni de teléfonos móviles o correos electrónicos. ¡Ah! Pero Rosa sí que sabe cómo ser poeta de mar, y es fácil cuando el agua te pasa letra y te rompe la cara cuando te dice esas cosas que no encuentro en las cuatrocientas cincuenta librerías de Buenos Aires. Ahí no sé qué decir, me quedo sin argumentos y me tomo el subte por cuatro cuadras para mantener el estilo que nadie demanda. Pero de alguna forma tengo que gastar unos pesos en transportarme hasta el museo y luego a la galería y luego al museo con galería interna y jardines verticales cuyo frente te ciega de luces láser que vienen de Alemania. Así dice la tarjeta, junto al precio de trescientos cincuenta pesos que entonces no dudás pagar porque si vienen de Alemania deben estar buenas.

Y el campo jamás compite porque el pastito lo tenés en una maceta del balcón o en el libro de naturales de quinto grado. Es una pérdida de tiempo, estamos para cosas mejores. Hay que ser importantes y decir que la protesta frente al congreso la vimos en vivo y en directo. Y sabemos que no necesitamos informarnos por esas cosas que las tengo frente a la nariz, pero que opacan el viento que en una muestra interactiva por fin supe lo que era, pero que cuando le cuento a Rosa se me ríe en la cara y me muero de la vergüenza porque ahora que tengo que ir a verla no sé cómo tocarle el pelo o agarrarla de la mano para ir a comer esa cosa que se lame y que se llama helado.

(*): www.paramatarlapoesia.com