Llegó Bolsonaro y Brasil espera
Por Raquel Pozzi. Analista en Política Internacional/Prof. En Historia.
Con un discurso contundente y plagado de conceptos utilizados en los epígrafes de los medios de comunicación, Jair Bolsonaro llegó al poder abriendo un espacio importante a la ultraderecha en la región. Cuestionado desde lo ideológico por propuestas que van en contra de la tolerancia, el presidente brasileño plantea un escenario interesante para analizar más allá de los cuestionamientos que ha ido gestando desde el primer día de su aparición en la campaña presidencial.
Bolsonaro arriba al poder político con contundente legitimidad con el objetivo de luchar contra la violencia sistemática en las calles y la corrupción enquistada, el 56 % del electorado ha considerado indispensable capitalizar las esperanzas de solución a estos problemas sobre el ex capitán del ejército y diputado que prometió erradicar la violencia física aunque con violencia verbal a través de sus discursos, en un país considerado como uno de los más peligrosos del planeta.
Dicha violencia verbal es el peligro que radica en este tipo mensajes intolerantes que se gestan desde arriba –estructura política- cayendo como efecto cascada hacia la sociedad civil contra las diferencias de clases, identidades colectivas y otros. Jair Bolsonaro se transforma en un “líder delegativo” citando al politólogo Guillermo O’Donnel sobre la base del concepto de democracias delegativas donde los líderes suelen surgir de crisis profundas y dónde la alta popularidad les otorga la creencia de tener el derecho y la obligación de ser condescendientes con el electorado que les otorgó el “poder absoluto” por un lapso, todo control institucional sobre su investidura será interpretado como sumisión y una traba innecesaria para su gestión.
En el caso del presidente brasileño, uno de los bastiones más poderosos en la institucionalidad es el poder militar de cuyas filas proviene, el cual no sería un escollo sino el brazo armado de la política brasileña. El otro flanco es la Justicia, Sergio Moro como ministro de Justicia allana y alivia en la lucha contra la corrupción transformándose en el ícono para el electorado de Bolsonaro. El líder delegativo en la teoría de Guillermo O’ Donnel cree en la investidura del todo poderoso y no negocia su poder ni tampoco construye alianzas con ningún espacio político porque renunciaría a su esencia delegativa, en el caso del mandatario brasileño teniendo en cuenta el caudal político con el que cuenta y el gabinete que formó genera una atmósfera despejada para las prioritarias promesas de su campaña.
El odio y la ansiedad exacerbada
Recién asume Bolsonaro y aunque las editoriales hayan sido contundentes con sus titulares no siempre todo lo que proponen en sus retóricas discursivas los presidentes se efectivizan. Habrá que esperar y observar las acciones despojados de la ansiedad que obnubila cualquier análisis con intenciones objetivas. Es tan contundente su perfil ideológico como su origen político y militar, pero la República Federativa de Brasil ha dado muestras de torcer cualquier destino, no es necesario ahondar en este aspecto.
Brasil incluye en su bandera el concepto de progreso y es ineludible a cualquier presidente que quiera mantenerse en el cargo, a quien presida el ejecutivo de la potencia regional se le exige mucho más porque se trata de una economía que extiende tentáculos por todo el planeta, de hecho el principal socio comercial es la República Popular de China y otros socios como la Unión Europea, Países de la Liga Árabe, países que integran el Mercosur y tantos otros, esperarán signos visibles de proteccionismo o multilateralismo.
La confianza empresarial se basa en una buena parte en algunos índices positivos que propone la economía brasileña a la hora de asumir Bolsonaro (datos aproximados) 2,5 % crecimiento del PBI; 4,2 % de Inflación anual y 6,5 % de tasas de interés entre otros, sumado al trabajo fino realizado por Michel Temer en lo que respecta a la reforma laboral, el escenario para el nuevo mandatario es alentador si tuviéramos que compararlo con las economías de otros estados de la región, a pesar del déficit fiscal que arrastra el estado brasileño.
Reflexionemos: si la ideología a la hora de cerrar acuerdos tuviera contundencia nos deberíamos preguntar ¿Cómo permaneció impoluta la figura de Evo Morales en la asunción de J. Bolsonaro cuando éste arremetía contra el socialismo? La respuesta es indefectiblemente económica: Evo Morales firmó hace 15 días acuerdos comerciales en la venta de gas y urea para lograr potenciar a YPFB (Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos) de mayor competitividad energética a través de convenios con la Empresa Camacari RJ e Hinove Agrociencia S.A. mediante el suministro boliviano de gas natural a la planta termoeléctrica “Usina” en Brasil, este acuerdo también incluye la transferencia de tecnología de Brasil hacia Bolivia.
Por alguna razón el Estado Plurinacional de Bolivia ocupa el primer lugar en las proyecciones de crecimiento económico en Sudamérica con el 4,2 % por sobre Paraguay y Perú. Como colofón al odio ideológico de Bolsonaro contra el socialismo, Evo Morales tuvo un gesto políticamente correcto y para comprender la necesidad de ser cautelosos al analizar el futuro de Brasil, en el segundo día de su mandato el presidente brasileño morigeró su intenciones de ir contra el Mercosur proponiendo al socio comercial más importante de la región, Argentina, caminar juntos. Habida cuenta de que el odio ideológico sella las intenciones del mandatario brasileño es cierto también que la ansiedad por generar columnas periodísticas proponen algunas vetas futuristas que pueden velar la seriedad en la propia pluma.
Estar atentos
Sí, es preocupante el extremismo discursivo porque en definitiva atenta contra el valor intrínseco de las democracias representativas. Las minorías fueron de alguna forma ultrajadas con la palabra y eso alarma e intimida cuando Jair Bolsonaro expresó en su discurso “Me coloco ante vosotros el día que el pueblo empezó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto” el 56 % de los votantes en 2da vuelta aplaude este contundente mensaje, pero ¿es posible construir espacios de libertad cuando propone una lucha despiadada contra la opción histórica del liberalismo: el socialismo? ¿Es posible considerar la inversión de valores cuando apela a la pena de muerte y armar a la ciudadanía?
Esta forma impiadosa de coquetear los extremos autoritarios genera ansiedad, es cierto, pero es preciso ser cautelosos, la daga se incrusto en el cuerpo de Jair Bolsonaro, esa daga representa el símbolo del engendro del odio de un militante del PT y para el odio político no hay antídoto sobre todo cuando atraviesa el orgullo de un ex militar que hoy se ha transformado en el presidente de la República Federativa de Brasil.
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