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La Ciudad 2 de mayo de 2021

Llamadas a toda hora, desconcierto e incertidumbre por las restricciones

La inclusión de Mar del Plata en alerta epidemiológica y sanitaria tomó por sorpresa al gobierno municipal. Montenegro habló con Alberto Fernández. El Presidente le dijo que le trasladara el planteo a Vizzotti. La esperanza oficial, cifrada en una carta.

El intendente envió al Concejo que se reprograme la deuda con provincia.

Por Ramiro Melucci

Tras una madrugada de conversaciones, malestar e incertidumbre, Guillermo Montenegro mantuvo ayer a la mañana una charla telefónica con Alberto Fernández. El intendente le dijo que, según los números de ocupación de camas, Mar del Plata no debía estar en situación de alarma epidemiológica y sanitaria, el rango donde la ubicó el gobierno nacional el viernes a la noche. “Hablalo con Carla. Seguí el tema con ella”, le respondió el Presidente. Carla era Vizzotti, la ministra de Salud, a la que por la tarde el jefe comunal le envió una carta con detalles del planteo.

Montenegro, que pensaba tener un fin de semana tranquilo porque Mar del Plata se encaminaba a mantener la fase 3, se encontró de repente con una bomba a punto de estallar en las manos. Tratar de desactivarla fue su objetivo central.

La inclusión del distrito en el mapa de las ciudades más complicadas por la segunda ola de coronavirus alteró todos los planes. Porque implica la suspensión de las clases presenciales, el cierre de los comercios a las 19 y el límite para circular a las 20, entre otras restricciones. Sin precisiones municipales ni provinciales, reinó la incertidumbre.

“En 14 meses de pandemia nunca nos pasó que no nos llamaran para avisarnos lo que iba a ocurrir. Hemos subido y bajado de fases, hemos discutido, pero jamás nos pasó que no nos mandaran aunque sea un mensaje para decirnos lo que se venía”, dijeron el viernes a la noche, todavía atónitas, altas fuentes municipales.

En ese momento empezó una sucesión de llamados y mensajes de whatsapp del intendente y su equipo a ministros nacionales y provinciales para pedir explicaciones. Hubo un contacto con el jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero, que prefiguraba lo que ocurriría durante el resto de la jornada. La mañana se pobló de reuniones con funcionarios y consultas con abogados sobre los pasos a seguir. Allí se estableció la estrategia oficial: no combatir, bajo ningún concepto, el DNU presidencial, sino discutir la inclusión de Mar del Plata dentro de los municipios en “alarma epidemiológica y sanitaria”, efectuada por el Ministerio de Salud de la Nación. “La regla está bien, lo que no está bien es su aplicación”, era la postura que transmitían los voceros oficiales.

La misiva a Vizzotti fue en esa dirección. De acuerdo a los parámetros que estableció el DNU, para que una ciudad de más de 300 mil habitantes esté en situación de alarma tiene que tener más de 500 casos confirmados acumulados en los últimos 14 días por 100 mil habitantes. El gobierno local especificó que tiene 637 si se contabiliza, como suele hacerse, una población de 659 mil habitantes. En cambio, si se considerasen 850 mil habitantes –un número que estimó más real– la cifra da 494.

Pero ese no fue el número en el que el municipio apostó la mayor parte de sus fichas. Montenegro aludió con más insistencia, en la misiva a la ministra y en las conversaciones privadas con funcionarios nacionales, al parámetro sanitario. La ocupación de camas de terapia intensiva para estar en alerta sanitaria debe ser mayor al 80%. Con datos del sistema provincial de gestión de camas, el intendente juró que Mar del Plata no alcazaba el 65%.

 

“La regla está bien, lo que no está bien es su aplicación”, era la postura que transmitían los voceros oficiales.

Ni en la videoconferencia de Axel Kicillof y el resto de los intendentes bonaerenses que se desarrolló el jueves, ni en el mensaje de Alberto Fernández difundido el viernes a la mañana, ni en la conferencia vespertina del gobernador habían existido indicios de que las medidas impactarían de lleno en Mar del Plata.

De todos modos, el mandatario bonaerense había mencionado que la suspensión de las clases presenciales se definía en Alemania con 165 casos cada 100 mil habitantes y que en Chile se dispuso con 374, números que están por debajo de los que presenta el distrito. También mencionó que en Uruguay se determinó con 661 contagios cada 100 mil habitantes y en Francia con 787, cifras que se ubican por encima. También están muy arriba las de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1370) y el conurbano (1003), lo que hacía suponer que Mar del Plata sería separada del AMBA y continuaría en fase 3.

En una fase o en la otra, la cantidad de contagios diarios y la ocupación de camas en el sector público y el privado no deben dejar de preocupar. Como suele repetir el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan, el coronavirus es una mancha de aceite que nace en el AMBA y se esparce luego al interior. Sucedió el año pasado. No hay razones para pensar que no podría ocurrir otra vez, con las nuevas cepas dando vueltas y el frío aguardando hacer su ingreso para ayudar a un virus que, entre otras cosas, se combate con ventilación.

El temor a un colapso sanitario fue el que, en el amanecer de la semana, llevó al director de Zona Sanitaria VIII, Gastón Vargas, a pedir una ciudad vacía por 15 días, en sintonía con la propuesta de “cierre estricto” que enarbolaba Gollan de cara a las negociaciones de Kicillof con Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta. El director de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Adrián Alasino, suscribió al pie. Y lo mismo hicieron los gremios docentes cuando aclararon que acompañarían las medidas restrictivas del Gobierno nacional, incluso si contenían la suspensión de las clases presenciales. En medio de esos vientos que empujaban hacia la fase 2, los gastronómicos intentaron soplar en dirección opuesta. “No resistiremos”, avisaron.

 

En una fase o en la otra, la cantidad de contagios diarios y la ocupación de camas en el sector público y el privado no deben dejar de preocupar.

El propio Gollan había prendido una luz de la esperanza cuando el miércoles dijo en declaraciones a Canal 10 que la ciudad todavía no replicó lo que pasa en el AMBA. Si hubiesen tenido fuegos artificiales a mano, las autoridades municipales los hubieran arrojado esa misma noche en señal de celebración: el ministro estaba ratificando lo que tanto había repetido Montenegro.

Hay que remontarse a fines de abril de 2020, hace casi exactamente un año, para rastrear el germen del lema “no somos el AMBA”, hecho bandera por el jefe comunal. Al momento en que el Presidente prorrogó la primera cuarentena con flexibilizaciones para todos los distritos de menos de 500 mil habitantes. Desde entonces Mar del Plata quedó igualada a ciudades como La Plata, La Matanza y Rosario. Como ahora.

Montenegro siempre detestó esa equiparación, sobre todo porque la curva de contagios no se comportaba de la misma manera en todas las grandes urbes. Mientras en otros lugares escalaban a ritmo sostenido, en el distrito se mantenían en niveles casi insignificantes. Era la época de los reclamos del intendente al Presidente para que le concediera excepciones. Una época en que el diálogo fue borroneando la letra de aquella reglamentación. Que podría asemejarse, o ya no, a esta otra tan carente de certezas.