¿Libros para ser libres? Debates en torno a las colecciones literarias que distribuye la Provincia
Docentes e investigadoras de la UNMdP, especializadas en didáctica de la literatura, expresan su postura respecto de la polémica por los libros difundidos en escuelas y bibliotecas bonaerenses, que se generó a partir de la denuncia al director de Cultura y Educación de la Provincia por ser textos con "fuerte contenido sexual explícito".
Algunos de los libros que forman parte de la colección Identidades Bonaerenses.
Por Mila Cañón, Carola Hermida y Claudia Segretin (*)
En los últimos días se ha instalado en los medios un debate en torno a los libros que el Estado Provincial ha distribuido en las bibliotecas escolares, dando cumplimiento a la Ley 26206/06. Hay sectores que cuestionan estos volúmenes, señalando que son títulos “degradantes e inmorales” que forman parte del programa de Educación Sexual Integral dirigido a las infancias.
Estas objeciones adolecen, cuando menos, de un alto grado de desinformación. En primer lugar, confunden dos colecciones diferentes. Existe, por un lado, la colección ESI, destinada al Nivel Inicial y el Nivel Primario, conformada por 28 títulos que incluyen unas pocas obras literarias y mayormente textos teóricos destinados a docentes para formarse en esta temática transversal. Por otro lado, se encuentra la colección Identidades Bonaerenses, a la que pertenecen los tres o cuatro libros que se mencionan una y otra vez en esta polémica, colección destinada a las bibliotecas de Escuelas Secundarias y Terciarias públicas. Este catálogo incluye más de cien títulos que “se identifican con el territorio de la provincia de Buenos Aires, sus ambientes heterogéneos, sus distintos territorios físicos y simbólicos, sus prácticas culturales”. Encontramos allí escritores consagrados como R. Arlt, A. Castillo, A. Bioy Casares, J. Ábalos, M. Puig, O. Soriano o S. Ocampo, junto a otros reconocidos y premiados autores contemporáneos. No son libros destinados a niños; no son de lectura obligatoria; su acceso se prevé, por recomendación del mismo catálogo, mediado por docentes y bibliotecarios, a quienes se les ofrecen orientaciones didácticas y capacitación. Es decir, se trata de una cuidada selección de libros, realizada por especialistas, con fines culturales y estéticos, que supone la intervención de profesionales que acompañen a los jóvenes en su lectura.
Sin embargo, lo que se menciona en la polémica desatada en los medios no es la diversidad de propuestas estéticas ni la cantidad de obras que a partir de ahora enriquecerán las bibliotecas de las instituciones, ni los premios literarios y las innumerables traducciones a otros idiomas que han tenido algunos de estos títulos. Basta realizar un breve recorrido por las redes sociales y la prensa para encontrar dos o tres oraciones repetidas hasta el cansancio, por quienes no han leído los libros que mencionan ni, conjeturamos, parecen frecuentar la literatura como discurso estético, no conocen la colección e incluso la confunden con otras y por supuesto no trabajan en las escuelas reales. Hacer foco sólo en esos pasajes, una y otra vez, tal vez diga más del denunciante que de lo denunciado: ¿qué piensan sobre los jóvenes, la escuela y el lugar del arte y la literatura en la formación quienes repiten estos planteos?
Conviene recordar que la literatura es un contenido a enseñar desde el Nivel Maternal de la educación hasta la finalización de la Escuela Secundaria, es decir, a lo largo de la enseñanza obligatoria consagrada por la Ley de Educación Nacional, con crecientes niveles de especificidad. Es un discurso que no se caracteriza por ser “políticamente correcto” a los ojos de una sociedad (un funcionario, una ONG por caso), de la cual muchas veces habla y cuyos rasgos evidencia o delata, ya que es una construcción social y estética cambiante. De hecho, en muchas de sus mejores manifestaciones suele ser polémica en su contexto de producción inmediato, genera incomodidades, denuncia temas conflictivos, habla del sexo y la violencia y también de la Historia, del amor, de la muerte; sus personajes pueden ser desertores o criminales, salvadores, héroes y heroínas. Esto ocurre en la mayoría de los libros que conforman nuestra literatura y que tradicionalmente se leyeron en la escuela media, desde el Poema del Mío Cid, el Matadero, el Martín Fierro, o el boom latinoamericano, lo que ha generado por parte de los sectores más conservadores, en distintos momentos de nuestra historia, rechazos, adaptaciones edulcoradas e incluso, en los períodos de mayor autoritarismo, la censura de títulos y la persecución de autores, que oscurecieron parte de nuestra Historia, nuestra cultura y nuestro destino como país.
Esta avanzada sobre la literatura no es entonces nueva, como tampoco lo es el cuestionamiento acerca de lo que es conveniente leer en la escuela. Dice J. Larrosa que lo importante en el acto de leer no es lo que un libro dice sino “lo que da que decir”. La literatura, al igual que los demás lenguajes artísticos, invita a discutir sentidos, a interrogarnos, a cuestionar, a leer entre líneas, sobre todo invita a la conversación honesta, como nos enseña Aidan Chambers.
Creemos que esta colección piensa en los estudiantes reales (con una vida social, cultural, sexo afectiva y familiar) que asisten a las escuelas reales, sin romantizarlos o idealizarlos; piensa sin hipocresía, comprometida y respetuosamente en jóvenes diversos que asisten a las escuelas públicas de la provincia que, con el acompañamiento de profesionales formados para tal fin (docentes y bibliotecarios), puedan ejercer su derecho a la educación, la lectura literaria y el debate.
(*) Grupo de Investigaciones en Educación y Lenguaje (GRIEL), Facultad de Humanidades, UNMdP.
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