Leopoldo Gaillour: Al rescate de la improvisación perdida en la música académica
Impromptus es el nuevo álbum del músico y compositor, resultado de una serie de grabaciones espontáneas, sin edición. Sólo el artista, los sentimientos que lo atraviesan en ese momento y su piano.
“Siempre me pregunto: Bach, Mozart, Chopin, Beethoven y tantos otros compositores, ¿tocarían sus obras siempre exactamente igual o las modificarían en base a su sentir o estado anímico?”. Esta es la reflexión que compartió el músico y compositor Leopoldo Gaillour con LA CAPITAL, en referencia a Impromptu, su nuevo álbum.
Se trata de un material compuesto por seis temas grabados espontáneamente, sin planificación previa, sin ediciones, sin más objetivo que la necesidad de improvisar, de inspirarse libremente en el momento en cuestión, sólo el artista, su piano y los sentimientos y emociones que lo atraviesen en ese momento. “Un solo movimiento, fruto de la inspiración libre del compositor, como si la música naciera en el instrumento, en el acto de ejecutarla”, explicó señalando que el registro, que se puede escuchar en todas las plataformas digitales libremente, es el resultado de “un estado de conciencia en el que somos un canal de información que se convierte en música”.
“Estas obras nacieron de la necesidad de trabajar la improvisación como medio expresivo, sin demasiados lineamientos ni estructuras preestablecidas. Algo que en la música académica se fue perdiendo con el tiempo, lamentablemente. Sabemos que hasta el clasicismo la improvisación formaba parte fundamental de la ejecución musical de la época. En los grandes conciertos para piano del siglo XVIII y XIX las cadencias también se improvisaban y quizás era todo mucho más libre en cuanto a la ejecución. Hoy en día cuando interpretamos obras de compositores del pasado nos ajustamos a reproducirla e interpretarla exactamente como nos llega en forma escrita a nuestras manos. Más allá de que puedan existir diferencias con respecto a las editoriales y las revisiones, siempre vamos a tener un general que va a ser común en todas”, reflexionó.
Sobre la forma en la que fueron surgiendo estos movimientos, el pianista sostuvo que “cuando improviso lo hago de muchas formas conscientes: mirando a una persona bailar, describiendo el trayecto de una forma, la temática de un cuento o historia, una imagen, un sentir. Pero en este caso siento que fue más inconsciente. En un principio partió como siempre, de la necesidad de extrovertir mi arte en tiempos donde tenemos las vías de expresión un poco más limitadas así que la grabación siempre es un medio lúdico/expresivo en el que disfruto perderme horas y permanecer en estados vibratorios elevados que me/nos hacen mucho bien. Pero la verdad, no sé si tienen definición o hacen alusión a algo concreto, estos impromptus/improvisaciones son intangibles”.
Y consideró que le resultó “muy divertido” escucharse luego. “A veces siento que es alguien más que estaba tocando por mí. Son esos momentos únicos e irrepetibles, estados de presencia plenos en el aquí y ahora”.
Para Gaillour, quien también ejecuta el arpa y es cantante, el piano fue su primer encuentro con la música a los 5 años. “Sacaba melodías de oído con un pianito de juguete. Me pasaba horas buceando en esos mares, sin saber, obviamente, lo que vendría después y qué importante sería la música en mi vida”.
Leopoldo Gaillour. Ph: Claudia Goiburu.
Luego, tuvo la posibilidad de compartirlo, llevando su música al colegio. “En actos patrios, reuniones, celebraciones religiosas, siempre estaba tocando. Fue lo que me permitió atravesar mí timidez y darme la posibilidad de comunicarme de otra manera, a través del sonido, pero sobre todo, de vincularme desde muy pequeño con mi ser, y construir mi autoestima desde ese lugar, donde me sentía útil, hábil, con mis capacidades en desarrollo y muy pleno”. “Durante todo el período de escolarización, la música y el piano, como herramienta de canalización, fueron mi salvavidas”, reconoció, contundente.
Gaillour comenzó sus estudios de forma particular y, luego, en el Conservatorio Luis Gianneo -piano y canto-, para luego continuar con una larga formación con maestras y maestros de diferentes lugares.
A partir de los 14 años, fue incursionando en el terreno profesional, acompañando y haciendo arreglos vocales para coros. “Ahí apareció el canto, el descubrimiento de la voz, momentos mágicos de mi adolescencia donde llegue a cantar en 6 coros a la vez y sobre todo, el vínculo con gente de mi edad que hiciera lo mismo que yo, era realmente un bálsamo, un oasis en todo un mundo bastante gris y que poco tenía que ver con lo que era y soy”.
Luego, con distintos proyectos musicales, llegó el escenario, especialmente el teatro Colón de Mar del Plata que “se convirtió en una segunda casa, sobre todo gracias a la gestión del entrañable Willy Wullich quien siempre me abrió sus puertas e hizo del teatro un templo para mí y donde pude difundir y desarrollar mi actividad de forma mucho más pública y expuesta”.
En la actualidad, aunque con el tiempo fue desarrollando variadas herramientas expresivas, “el piano, sigue siendo el instrumento troncal del cual parten cientos de proyectos constantemente, donde generalmente compongo. Es el instrumento que ordena mi mente al momento de pensar en la música de forma intangible, es el medio de estudio fundamental a la hora de aprender un rol de ópera o cualquier obra que vaya a cantar, es mi herramienta de trabajo más importante, y sobre todo el recuerdo y el vínculo más hermoso que queda de mi abuela. Posiblemente, sea quien me dicta algunas de las melodías que aparecen en mis manos sin pensarlo… es el eje de mi existir…”.