Las anécdotas más bizarras de un administrador de consorcios
Una acumuladora de basura, el espejo endemoniado, una tortuga fumigada y un portero "con malas costumbres"son algunas de las increíbles vivencias a las que se enfrentan cotidianamente.
Vale la pregunta: ¿administrador de consorcios se hace o se nace? No hay carrera universitaria que enseñe la complejidad de este oficio: psicólogos, contadores, abogados… Los administradores requieren contar habilidades de las tres profesiones y algunas más.
Y es que, quienes gestionan edificios, conviven a diario con distinto tipo de pedidos, caprichos y órdenes por parte de los copropietarios.
De las increíbles historias que su marido le relataba a la vuelta de su trabajo, Mariel Kernes decidió escribir Anécdotas de un Administrador de Consorcios, un libro donde comparte este material recopilado a lo largo de los años.
En los consorcios pasa de todo, desde momentos graciosos hasta situaciones más complicadas de resolver. Kernes destaca alguno momentos bizarros que tuvo que gestionar su marido:
.- La señora con Síndrome de Diógenes: un extraño y horrible olor invadía un edificio porteño. No eran las cloacas, era una señora que acumulaba basura en su departamento. La descubrió el electricista, un día que tuvo que hacer un arreglo y dio aviso a la administración. Tras un tiempo de no dejar pasar a nadie, la dueña accedió a que la ayuden con la limpieza y sacaron un total 100 bolsas de basura.
.- El espejo endemoniado: una vecina estaba obsesionada con la limpieza del ascensor, especialmente la del espejo. La mujer veía que las manchas tenían formas y creía que tenían un significado. Llamaba todos los días a la administración para que el encargado limpie el elevador cada vez que ella debía usarlo.
.- La tortuga fumigada: un vecino acusaba al fumigador de haber intoxicado a su tortuga. Tras un llamado de queja a la administración, el mismo vecino se volvió a comunicar para avisar que el animal estaba hibernando.
.- Las mañas del encargado: una vecina del barrio de Palermo se quejaba con el administrador porque el encargado del edificio escupía en la vereda y utilizaba una llave para limpiar su oreja. El administrador tuvo que advertir al encargado que cese con ese comportamiento.
Sin embargo, más allá de estas situaciones graciosas, si algo caracteriza últimamente la convivencia en un edificio es la falta de solidaridad. No son pocos los vecinos que únicamente se preocupan únicamente por su propio bienestar.
“Más allá de las anécdotas, ser administrador en estos tiempos es una profesión donde se convive con altas dosis de violencia. Se nota sobre todo en las reuniones de consorcio donde suelen abundar las faltas de respeto y la agresividad de los vecinos entre si o hacia el admnistrador. Si bien algunos se sonrien, es realmente preocupante lo mal que se tratan los vecinos”, finaliza Kernes.
Parece que el vecino con el que se compartía el mate en la vereda, es cosa del pasado.