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Cultura 5 de septiembre de 2016

Las 8 preguntas para Yair Magrino

Yair Magrino es escritor, nació en Buenos Aires, en 1982

Integrante del Grupo Alejandría. Dirigió el ciclo artístico multidisciplinario Club Zuviría. Es autor de los libros Porcelanas (Ed. Milena Caserola) y Apuntes de Taxidermia (Colección Alejandría). Publicó cuentos en Canadá y en México. Algunos de sus cuentos integran las antologías del Concurso Binacional Arbol (Secretaría de Industrias Culturales) y del Concurso de Relato Breve Osvaldo Soriano (UNLP). Wonderboy es su primera novela.

1) ¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario? ¿Cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
-Antes de tener mi editorial, los errores de tipeo y ortográficos me producían una mezcla de enojo ante la desprolijidad y alegría por haberlos encontrado. Ahora, entiendo que hay que ser más permisivo con los errores humanos.
En cuanto a errores más serios, si puede llamarse error, soy un poco intolerante cuando las historias son sólo historias y pierden de lado lo simbólico, lo histórico, lo político, etc. y se quedan en la dimensión de lo anecdótico.
En este momento estoy leyendo “La soledad del corredor de fondo” de Alan Sillitoe, que me lo recomendó Selva Almada, y estoy verdaderamente sorprendido porque todo en ese libro está bien. El texto es maravilloso y la edición de Impedimenta es impecable.

2) ¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte?
-Podría nombrar tantas. Me voy a quedar con dos o tres para no aburrir. Un disco de Extremoduro: La Ley Innata. Es un disco conceptual que atraviesa todos los pormenores de una historia amorosa trunca. Las letras de ese disco me obligan, casi siempre, a cantar a los gritos y siento que ese disco lo hicieron nada más que para mí.
Con las Manos de Filippi también me pasa. Creo que es una banda que posee una lucidez preciosa para retratar y denunciar ciertos atropellos (políticos, de la vida posmoderna, de la futilidad de la existencia).
Y hay una película que detesté y creo que sigo haciéndolo: Corazón de Invierno de Claude Sautet. Tardé muchos años en entender las razones de mi animadversión. Uno tiende a despreciar lo que lo pone en aprietos.

3) ¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
-Practico surf, entonces voy muchas veces por año a Mar del Plata. Soy un horrible surfista, pero no impide que desista. Es un deporte que me ha dado demasiadas cosas: amistad, cierta paz y comunión; y representa algo que es inverso a todo lo que soy yo: requiere disciplina, levantarse temprano, entrenar y sobre todo, olvidarse de lo que queda en la playa (los problemas, el día a día, el futuro, el pasado) para disfrutar con exclusividad del presente.
En este momento estoy escribiendo una novela sobre surf. Comenzó como una historia muy simple, casi un ejercicio de escritura, pero fue complejizándose, los personajes se volvieron más interesantes, la estructura se desarmó. Pero todo gira en torno al surf.
Entonces, sin lugar a dudas, la respuesta es la playa. Soy un gran fanático de las playas del faro, de las playas del sur, de Chapadmalal. Todavía sufro por la escollera que tumbaron en Wai Kiki. De ahí salían, para surfer horribles como yo, olas hermosas y larguísimas que requerían un mínimo de destreza.

4) ¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
-No soy un gran admirador de los diálogos. Prefiero lo narrado, lo que se refiere, lo que cuenta un narrador sobre lo que dijo un personaje. Pero si tengo que rescatar diálogos, voy a ser poco original: Puig. Es bestial lo que construye. Y hay una obra de teatro de Harold Pinter, Traición, es brillante. No hay forma de no sentir empatía por todos los personajes y entrar en la historia, en lo que sienten.

5) Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?
-Lo difícil de esta pregunta es reducir la elección a una sola ficción. De todos modos creo que no me gustaría ayudar a ningún personaje. Tal vez, espabilar un poco al personaje sin nombre de El Silenciero de Di Benedetto. Creo que para ahorrarme la angustia de verlo caer, de ir avanzando hacia un final desolador. Supongo que a ese personaje lo invitaría a tomar un vino y me dedicaría a escucharlo. Pero no hay ayuda posible para él. Así que me dedicaría a acompañarlo en su caída.
Hay una ficción en la que me hubiese gustado formar parte pero como espectador, como parte de la comitiva: Las Nubes de Saer. Todos los personajes que describe son sencillamente alucinantes. Me hubiese gustado ser uno de los ayudantes del Doctor Real que traslada a los cinco locos desde Santa Fe a Buenos Aires. Me hubiese pasado toda la travesía riendo a carcajadas.
Y algo que me hubiese gustado es prestarle al Quijote una armadura un poco más dura cuando arremete contra los molinos. No. En realidad, lo que me hubiese gustado es desplazar a Sancho y ser yo el acompañante.

6) ¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
-Robar, de un modo premeditado, no. Lo que sí he hecho es no devolver libros que me han prestado. Pero creo que esos actos después se pagan, como una especie de balance cósmico: muchos libros que he prestado nunca han sido devueltos. Por esa razón, prefiero estar en paz conmigo mismo y con mi biblioteca, entonces decidí no volver a prestar un libro. Ni recibir libros de otros. Salvo con mi hermana y con mi padre. Pero como sé dónde viven y los visito con frecuencia puedo recobrar lo prestado. Y ellos recobrar lo que me prestan.

7) Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Solo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
-Uno de mis grandes terrores es perder mi biblioteca. En mi imaginación la veo consumida por el fuego. Esta pregunta me genera una angustia enorme…¡maldito hongo!
De salvar sólo tres libros elegiría Glosa de Saer, Ficciones de Borges y Los Anillos de Saturno de Sebald. ¡Es tan injusta esta pregunta! Sigo sin poder creer la maldad de ese hongo. ¿La lavandina no le hace mella? ¿Segura?
Y para sacrificar…uff…hay tanta pavada que no me costaría nada sacrificar. Nada. De hecho, ahora que lo pienso, ese hongo no me cae tan mal. Cuando era chico leía muchas novelas de espías, agentes del IRA, de ETA, en las que siempre había un comando de la CIA que estropeaba los planes de los “revolucionarios”. Best sellers de los ochentas, setentas. Libros espantosos. Con el tiempo, las causas de los revolucionarios me generaban más simpatía que las de los muchachos de la CIA. Supongo alimentaría a ese hongo con todas esas novelas. Y me quedaría a ver cómo se deshacen.

8) Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
-Soy muy malo para preguntar. Preferiría disfrutar de un asado con alguno de ellos, o varios, y conversar. Prefiero lo indirecto. Aprender sobre lo que ellos quisieran hablar. El asado ideal sería en una parrilla frente al mar, en las playas del sur de Mar del Plata (¡pero en un día sin viento!) y lo invitaría a Saer, a Sebald y a Silvina Ocampo, pero procuraría que viniese sin Bioy. Creo que oírlos ya representaría una experiencia enriquecedora, aun cuando estuvieran hablando de la ensalada, el viento, la arena, el sol, el punto de cocción de la carne, el vino… Su compañía me resultaría un fin en sí mismo.