La trampa de la estadística, el gran temor que perturba a Montenegro
El intendente está convencido de que los números de la semana pasada relajaron el comportamiento social. Interpreta que eso puede echar a perder los resultados de la cuarentena. Preocupa la tasa de letalidad que tiene el virus en Mar del Plata. Conversaciones semanales con el presidente.
Por Ramiro Melucci
Entre las asechanzas que merodean a Guillermo Montenegro desde que el coronavirus llegó para quedarse ha emergido una que lo intranquiliza. Está enraizada con la perturbadora sensación de la calma que precede la tempestad. Confluyen en ese cóctel múltiples circunstancias. Pero el ingrediente esencial es la estadística benévola que entregó el virus la última semana en Mar del Plata. El intendente sabe ahora más que nunca que lo peor está por llegar.
Los números, cree el mandatario, han disminuido la percepción del riesgo de la pandemia en la ciudad. Está convencido de que provocó un relajamiento de la cuarentena. “El que al principio salía a hacer compras a cuatro cuadras de su casa ahora se aleja ocho”, se queja en la intimidad. Hay en sus palabras una honda preocupación: el efecto de ese comportamiento social más laxo conduciría al desastre.
La misma estadística local esconde una trampa que puede ser mortal. La tasa de letalidad, que toma en cuenta los fallecimientos que produjo el virus entre la población contagiada, es en Mar del Plata tres veces superior que el promedio nacional.
El jefe comunal no deja de telefonearse con el presidente cada semana. La última comunicación la tuvo el martes. Alberto Fernández le recomienda en esas charlas no confiarse y transmitir con contundencia que el aislamiento sirve pero aún no hay nada que festejar. Nadie ha derrotado todavía al Covid-19. En ningún rincón del mundo.
De sus lecturas cotidianas de la prensa internacional y de las conversaciones a toda hora con especialistas ha sacado dos conclusiones que suele llevar al llano con analogías deportivas. “Esto no es una carrera de cien metros, es una maratón”, advierte. “Una semana el virus no te hace goles y a la siguiente te mete cinco”, apunta.
Lo último que desea es que la fase de cuarentena administrada que inauguró el viernes el presidente sea entendida como una flexibilización de los hábitos. Fernández aclaró que en los grandes centros urbanos todo seguirá como al comienzo. Pero dijo que escuchará a los gobernadores para determinar los sectores que podrían reabrirse. Montenegro sabe que su opinión también es escuchada en la provincia. Por eso ya empezó a bosquejar un cronograma de la actividad comercial. “Estudia comercio por comercio”, cuentan en su entorno. No solo para evaluar una posible reapertura, sino para allanarles la habilitación por si necesitan cambiar de rubro.
El presidente ha reconocido públicamente el trabajo conjunto con el intendente. Diferenció a Montenegro y a otros alcaldes de Juntos por el Cambio de los dirigentes de la alianza opositora que tiran piedras. Cuando a nivel nacional el fin de la grieta por momentos se desdibuja, en Mar del Plata persiste.
Se ve, antes que nada, en el hospital modular que con fondos nacionales se está levantando en tiempo récord en el predio del Hospital Interzonal. El secretario de Obras, Jorge González, habla hasta tres veces por día con funcionarios de la Secretaría de Obras de la Nación para coordinar las tareas. El ida y vuelta permanente le hace recordar la grata época de la IV Cumbre de las Américas. Con una diferencia no menor: en aquel entonces había tiempo para concretar las obras. Hoy no terminarlas en el plazo previsto implica el colapso del sistema sanitario. Sucede para el caso del hospital modular y también para el de los centros Covid que monta el municipio.
En la labor legislativa también se evidencia el trabajo conjunto. No hay norma que Montenegro haya necesitado en la emergencia sanitaria que los jefes de bloque rebotaran. Después de la reglamentación de las donaciones y de la autorización para utilizar vehículos secuestrados, el cuerpo aprobó la postergación del vencimiento de tasas. Era una medida que la oposición reclamaba con urgencia para darles alivio a las familias en un momento en que los ingresos se ven diezmados.
El Ejecutivo anotó en la disposición un artículo para echar mano a los fondos afectados. En Hacienda estiman que son $ 200 millones y que ayudarán a compensar la abrupta caída en la recaudación y la coparticipación.
La concordia política es clave para que esos proyectos se materialicen. La misma metodología de trabajo que eligió en Concejo impone esa necesidad. No realiza sesiones ordinarias, sino reuniones de jefes de bloque (o de la “comisión especial de seguimiento y apoyo a las medidas por el coronavirus”) en las que las iniciativas surgen por decreto ad referéndum. Eso significa dos cosas: que las normas empiezan a regir apenas las firma el presidente del cuerpo y que luego, el día que las sesiones vuelvan, deben ser consolidadas con el voto de los distintos bloques en el recinto. Por lo tanto, no hay margen para los desacuerdos: el consenso garantiza que las ordenanzas que rigen hoy sean convalidadas el día de mañana, sin lugar a objeciones de legalidad.
Desde el día uno de la emergencia Fernanda Raverta instruyó a sus concejales para que acompañen al intendente. En compensación, el Ejecutivo le dispensa al Frente de Todos, el bloque más numeroso del Concejo, un trato preferencial. Escucha sus sugerencias en la redacción de las normas, convalida proyectos que surgen de la bancada y le otorga otras licencias: la semana pasada aceptó sin protestar que se adelantara un día al jefe comunal en el pedido de una prórroga para el vencimiento de tasas.
Acción Marplatense, que tiene una representación legislativa menor, observa ese juego de reojo. Sus concejales hicieron notar en los últimos días que el Concejo no aprobó algunas de sus iniciativas, como el boleto gratuito para el personal de salud; demoró otras, como el diferimiento de vencimientos, o las modificó sustancialmente: la pretendida obligatoriedad del uso de barbijos descendió a recomendación.
El bloque que responde al exintendente Gustavo Pulti no tuvo más alternativa que aceptar el cambio. El Frente de Todos celebró la redacción final porque “está en línea con el gobierno nacional”. Las sutiles divergencias entre los espacios opositores son una clave para entender la política doméstica.
Lo cierto es que Montenegro basculó entre las dos opciones. Y se terminó de inclinar por la recomendación tras concluir que el uso obligatorio podía generar una sensación de inmunidad para salir a la calle. Allí se refleja otro de sus grandes temores: que los asintomáticos empiecen a circular de un lado a otro y esparzan el virus por toda la ciudad.
Mientras, el municipio procura hacer frente con apoyo de Provincia y Nación a la demanda social, que crece a medida que la cuarentena se extiende. La labor de la mesa social obra como tabique de contención del malhumor propio de los nuevos desocupados o de los que son cada vez más pobres. En ese ítem el municipio tampoco está exento de los males que acechan al país: frenó sobre la hora una compra de alimentos a una empresa integrante del holding que quedó en la mira por los sobreprecios en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Hubiera sido un vendaval inesperado mientras se aguarda el temporal.
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