La fórmula Mascherano – Biglia atrasa cuatro años
Desde Moscú, Rusia
Es fútbol, y hay que estar preparado para todo. Después de tantos mundiales, el cronista llega curtido y el análisis frío, y necesario para los lectores, le lleva una ventaja a las emociones en caliente. Esto no quiere decir que no haya sentimientos, un periodista que escribe de fútbol no podría entender la materia que trata si no se pusiera también en el lugar del hincha que alguna vez ocupó, allá lejos y hace tiempo.
Pero hay que decir que las frustraciones ya no afectan tanto. Y, francamente, hay cosas mucho más acuciantes de que preocuparse. Pero tampoco hay que hacerse el superado ni pasar para el otro lado: el fútbol es parte de nuestra cultura y el Mundial se vive de una manera especial allá, y a quienes les toca vivirlo y contarlo desde acá.
Lo que más se siente es la frustración del otro, el hijo o el familiar que lo puede sufrir a la distancia, del hincha que juntó el último dólar,-¡de cuando estaba a 16, o a 9!- y dejó el resto para llegar hasta acá. Y mucho más del que no tiene revancha. Que llegó por unos días, solo para el primer partido, o el que está más tiempo pero solo tenía esta entrada. Allí la frustración es mayúscula. Un empate con Islandia, y con un penal malogrado por Messsi, es decepcionante.
Hasta las 10 de la mañana de Argentina, las cuatro de la tarde aquí, del sábado 16 de junio de 2018 todas eran preguntas sobre la Selección. Al mediodía, inicio del primer atardecer en Rusia, ninguna respuesta y ninguna flor. Y más preguntas.
No hay equipo, no hay idea, no hay funcionamiento, hay graves errores conceptuales, se agregan más dudas.
En ofensiva, Argentina no tuvo ni repentización ni imaginación para voltear con juego los camiones en fila de Islandia. En defensa, la Selección no dio ninguna seguridad desde el comienzo, y ante un limitado rival que casi no la atacó, pero que cuando lo hizo, la hirió.
¿Cuántos cambios tiene que hacer Argentina? ¿Cuáles? Más preguntas, como la sal agregada. El arquero no fue “culpable”, pero tampoco salvó al equipo y empezó a ganar el partido desde el arco como últimamente lo hacía Armani en River. La improvisación de Salvio como lateral no sirvió para nada. No cerró bien, no se proyectó nunca. Chocó siempre. Marcos Rojo también dejó interrogantes. El medio no contuvo para que no le llegaran “los tanques” a los del fondo, ni ensambló juego como para que Messi desequilibrara en libertad. La fórmula Mascherano – Biglia atrasa cuatro años. Y el jugador de Milan tuvo responsabilidad en el inicio de la jugada del gol Islandia. La disyuntiva es sacar a uno de los dos, probablemente Biglia, justamente contra el equipo que más fuerza impone en el medio, Croacia. Sin alguno de ellos, puede haber aun menos contención ,-no hay más volantes “de marca” en el plantel-, con los dos juntos falta creación y libertad para Messi.
Con Banega hubo una leve mejoría, pero Lo Celso era el elegido para enlazar con Lío y súbitamente al técnico se le ocurrió hacer otra cosa. O no tuvo más remedio. En la Selección, nunca se sabe.
Messi pudo haber ganado el partido él. Pero no lo hizo. Que él sea una llamarada de fútbol que en cualquier momento se enciende y provoca el desequilibrio no significa que se formen a su alrededor los circuitos de juego necesarios para llegar al talento colectivo que le sirva al equipo. Lío es el mejor, pero a esta altura, quizá también es parte de ese problema. Por acción u omisión, por influencia para elegir acompañantes, o por decisiones individuales en la cancha. Da para el debate. Y el final es abierto. Al talento de Lío.
¿Hasta dónde Sampaoli está en condiciones de meter mano ahí?. ¿Y hasta dónde tiene la mirada adecuada para meterse con éxito? Fracaso del periodista. Más preguntas que respuestas. La Selección no lo ayuda.
@vitomundial