“La salud ha colapsado”: historias de marplatenses que viven en Europa
Calles desoladas, la televisión mostrando hospitales y cementerios colapsados, y la obligación de permanecer en cuarentena total. Aspectos tremendos de la vida que llevan hoy en Europa marplatenses que residen en Italia, España y Francia.
En Valencia, María Rosa Galleta y su familia durante la cuarentena.
Durante la semana, LA CAPITAL, vía Whatsapp, tomó testimonio a varios marplatenses viviendo en distintos puntos de Europa, precisamente en Italia, España y Francia. Sus testimonios llegan cargados de dramatismo, revelando la gravedad de la situación creada por la pandemia. En todos los casos hicieron sus relatos recluidos en sus casas, y los menos pueden moverse hacia sus trabajos en un paisaje urbano desolado, recorrido sólo por policías o militares, prontos a detener a todo aquel que osa salir a la vía pública. Un panorama propio de aquel asociado a los toques de queda o situaciones de guerra.
A continuación la presentaciones y sus narraciones.
En Parma
Romina Daher de Del Valle, desde Parma, región de Emilia Romagna.
Romina Daher de Del Valle, residente en Italia desde hace 9 años, vive en Parma, región de Emilia Romagna, con su marido y una hija de 17 años: “Yo trabajo en una pizzería pero ahora está cerrada. Estamos recluidos y sólo sacamos la perrita a la calle por un momento y cada unos cinco o seis días vamos al supermercado. Todo está cerrado y aquí el sistema de salud ha colapsado, directamente. Están “inventando” terapias intensivas en cualquier lugar de los hospitales, sólo para atender a los afectados por el coronavirus. Mi hijo vive con su novia en Varese, Lombardía, y obviamente no lo podemos ir a ver. El decreto del gobierno obliga a que nadie circule por las calles. Mi ánimo está mal, por momento es desesperante. Hace unos días tuve ataques de pánico pero ahora estoy mejor, tratando de asimilar esta locura”.
En Udine
Florencia Laub junto a su novio en Udine, noreste de Italia.
Florencia Laub, de 24 años, desde el año pasado vive con su novio en Udine, región de Friuli, Venezia, Giulia, en el noreste de Italia. Es concertista de guitarra y venía realizando un curso de perfeccionamiento en su arte en una academia de Pordenone, a 40 minutos en tren desde Udine: “Relativamente estamos bien, porque residimos en una de las regiones de Italia que menos casos ha tenido. Igual la cuarentena total es para toda Italia. Si salís para comprar algo en el súper o en la farmacia, la policía te para y debés dar una explicación. Son tremendas las noticias que llegan de la Lombardía. Ahí colapsó el sistema de salud, no hay más camas, piden a médicos y enfermeras ya jubilados que vayan a ayudar. Improvisan carpas como hospitales. Hasta odontólogos u oftalmólogos son puestos a atender las crisis del coronavirus. En cuanto a nosotros, las guitarras son nuestro gran refugio. Yo doy clases por Skype y nos grabamos en videos para compartir en las redes y cuando podemos participamos de algún flash mob desde los balcones”.
En Toledo
Norma Betti y Darío Bavaresco en un pequeño pueblo vecino a Toledo, España.
Norma Betty y Darío Bavaresco emigraron a España poco antes de la crisis del 2001, y desde hace dos años migraron de Móstoles, vecino a Madrid, a un pequeño pueblo de Toledo. Tienen dos hijos y son abuelos. Cuenta Norma: “Aún antes de la pandemia ya vivíamos un poco aislados al estar en un lugar tan tranquilo. Pero ahora en la calle directamente no se ve a nadie. El Ejército y la policía están en la calle. En España, la mayoría de los casos se están dando en Madrid y Cataluña. Todo el mundo prácticamente está haciendo teletrabajo. Hay que quedarse en casa, si bien nunca falta un tonto que sale a correr y la policía lo obliga a volver a la casa”.
En Roma
Lía Zervino, primera a la izquierda, y otras residentes en la casa de Roma.
Lía Servino, socióloga y servidora de la Iglesia Católica, es presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (Umofc). Trabaja en el mismo Estado Vaticano pero vive en Roma junto a otra servidora y cuatro jóvenes (estudiantes y/o profesionales estudiando en la capital italiana). Ahora, todas ellas deben permanecer en casa todo el tiempo. Lía dice: “Paso 24 horas sobre 24 dentro de la casa. Me levanto y conecto con la misa del Papa Francisco en Santa Marta. Me da una guía de por quienes rezar en el día. Después trabajo en línea en temas de la Umofc. Trato de hacer de ama de casa pero me sale bastante mal (ríe). Ya por la noche me divierto armando algún mueble, viendo TV y comunicándome con familiares y amigos en la Argentina. Sólo una de nosotros puede salir porque es farmacéutica. Ella nos trae “las escenas” de la locura que se vive en la farmacia. Es que aumentan las muertes, los contagios y la paranoia. Roma está desierta, clausurado todo. Pero el temor es que aquí también pase como en el norte de Italia, donde no alcanzan los respiradores y los médicos tienen que elegir a quién entubar y a quién no. No sabemos si en Roma la estructura hospitalaria tampoco da para atajar una pandemia”.
En Valencia
Maria Rosa Galletta y familiares durante su cuarentena en Valencia
María Rosa Galleta es cuidadora de personas ancianas en Valencia, España. Habla con LA CAPITAL cuando en España el número de infectados llega a las 13.900 personas infectadas y el de fallecidos a 616. Relata María Rosa: “El problema es la gente que no entiende que debe quedarse en la casa. Sólo en Barcelona en estas horas penalizaron a 600 personas por moverse. El presidente Pedro Sánchez ha dicho que lo peor está por llegar. Aumentan las restricciones, pero también los contagios. La Guardia Civil vigila en la calle, con sus agentes con barbijos y guantes de látex. No se puede salir ni a fumarse un cigarrillo o pasear el perro. Yo pude ir a trabajar porque cuido una persona mayor”.
En el Lazio
Ariel Zaragoza, en Roccasecca, provincia de Frosinone, región italiana del Lazio.
Ariel Oscar Zaragoza, de 47 años de edad, casado y con dos hijos, vive en Roccasecca en la provincia de Frosinone, en el Lazio, región de la que Roma es ciudad cabecera. Ariel sigue trabajando en su puesto en una fábrica de cerámica pero reconoce que lo hace con temor y tomando todas las precauciones posibles. Este es su testimonio: “El pico máximo de la infección se espera para la semana que viene. Esto es un continuo de emociones contrapuestas. Por momentos sentís que todo está pasando lejos de ti pero de pronto el noticiero te muestra cómo en una localidad del norte de Italia llevan en camiones de una ciudad a la otra unos 60 ataúdes porque ya no hay lugar en el cementerio. El que se mueve por la calle es un inconsciente. Tenemos miedo, cómo no admitirlo. Y ese miedo a veces te lleva a hacer tonterías. En cuanto al gobierno italiano creo que recién está logrando hacer cumplir sus disposiciones y esto es algo positivo”.
— “París está irreconocible”
Silvia Feitel, haciendo cuarentena en su casa de París.
Desde París la psicóloga argentina Silvia Feitel, con casi cuatro décadas de trayectoria profesional en Francia, desarrolla su relato sobre cómo la pandemia del Covid-19 está impactando particularmente en la capital francesa.
“En esta última semana la situación cambió drásticamente. En la anterior, aún veíamos a Francia “lejos” de lo que sucedía en China o en Italia. Pero todo cambió. Macron habló el domingo pasado y se impuso un aislamiento total. Se cerraron los restaurantes y bares. El trabajo circula al mínimo indispensable. Aún así había una parte de la población que parecía no tomarse las cosas en serio. Los jóvenes, especialmente. Seguían yendo enlazados en las calles, en grupos y yendo juntos a un lugar, siendo que no se pueden reunir más de tres o cuatro personas en un mismo sitio. Estamos en aislamiento total, y prácticamente todas las profesiones se realizan por teletrabajo, excepto las relacionadas con la atención de la salud”.
“Sólo se tiene derecho a ir al supermercado más cercano al domicilio o a la farmacia o al médico, pero se puede circular únicamente con un permiso especial del Ministerio del Interior, que lo debemos completar y siempre tenerlo con uno para mostrarlo todas las veces a la policía o a los efectivos del Ejército desplegados en la vía pública”.
“París está irreconocible. Vacía. A la avenida Cham pes Elysees no la recorre nadie y quien se atreva a caminar por la calle sin justificación se le aplican multas que llegan a los 135 euros”.
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