La Plata Fútbol Club, un capricho que no llegó a hacerse realidad
La pelea con Estudiantes y Gimnasia llevó a Alak a crear su propio equipo de fútbol, que a poco estuvo de cumplir sus objetivos. El desdén de la población platense al intendente que buscaba su tercera reelección, puso fin a su intención de tener en la ciudad un tercero en discordia.
por Hernán Gabriel Marty
LA PLATA (Corresponsalía).- Corría la tarde del sábado 28 de junio de 2008, cuando el último vestigio de la política alakista que durante 16 años reinó en la ciudad de las diagonales, se esfumó para siempre con el pitazo de Pablo Díaz en el Ciudad de La Plata.
La Plata Fútbol Club había ganado 2 a 1, pero el global de 4 a 3 abajo lo condenaba a volver al Torneo Argentino B, al que iría como Asociación Almafuerte y sin el apoyo del municipio que lo elevó a donde ningún equipo de la Liga Amateur Platense pudo llegar y en donde nunca debería haber estado.
Alak fue intendente de la capital provincial entre 1991 y 2007, durante esos 16 años la ciudad vivió sus cambios más importantes, el último de ellos fue la finalización del estadio Ciudad de La Plata, que oficialmente se inauguró en 2003, aunque sin su característico techado.
El gigante de cemento de 532 y 25 obsesionaba al intendente, que buscó poner palos en las ruedas de los clubes platenses para evitar la reformas de sus canchas, recuperar esos espacios verdes para los vecinos y obligar a triperos y pinchas a utilizarlo domingo a domingo. Pero los clubes se aferraban a sus tierras y a la posibilidad de vivir ahí sus localías, por lo que la lucha por los terrenos del bosque se tornó feroz.
Un “extranjero”
El alcalde no estaba dispuesto a ceder ante la presión de los principales clubes de la ciudad y los vecinos de la comuna pagaban el precio de tener un “extranjero” en el sillón de Rocha. Nacido a 458 kilómetros de Plaza Moreno, en la localidad de Benito Juárez, Alak era hincha de Racing Club de Avellaneda y jamás entendió ni quiso entender que los habitantes del lugar que comandaba tienen una raigambre con sus centenarias instituciones futboleras.
Con ese panorama y tras ganar las elecciones de 2003, su capricho encontraría un atajo en los caminos que cruzan al deporte y la política, y se le ocurrió que podría tener su propio club y el municipio fue la forma de llevarlo adelante de manera meteórica.
Para ello utilizó a La Plata Fútbol Club, que había sido creado en 1902 y tras cerrar algunas décadas más tarde, fue refundado en 2000 por “un grupo de amigos aficionados al fútbol que se reunía en el Centro Cultural Islas Malvinas”.
En menos de 40 semanas, el Tigre pasó de no existir, a jugar en la cuarta categoría del fútbol de nuestro país; de no tener socios a tener 1.500 -muchos de ellos empleados municipales a los que se les descontaban las cuotas societarias del recibo de sueldo-; de no tener cancha a tener una que no usó, ya que hacía las veces de local en el estadio que construyó la provincia; de no tener colores para su camiseta, a tomar prestados los de Estudiantes y Gimnasia; de ser un capricho de un “extranjero”, a ser la realidad de un intendente.
Una norma excluyente
Un año antes de su debut en la Liga Amateur Platense, el presidente liguista Daniel Costoya explicó qué la reglamentación no permitía participar a clubes que no tuvieran el título de propiedad de sus canchas. Por ese motivo, instituciones tradicionales como Tolosanos y Alumni se quedaron afuera de la competencia.
Pero las reglas para el equipo del intendente fueron más laxas, no solo se le permitió jugar en una cancha prestada, sino que pudo hacerlo en la que a su dueño se le prohibió entrar a la Liga por no poseer división para los asistentes. Así, con jugadores pagos, que llegaban a los predios de los clubes en colectivos de primera categoría, la squadra del municipio se llevó la primera rueda.
Para mejor, el Consejo Federal dividió el Torneo Argentino B en dos (B y C), para que en el primero jugaran equipos que económicamente pudieran pelear por un ascenso. El representante de la LAP sería puesto a dedo y La Plata FC fue el único que mostró avales para solventar los gastos de los viajes y poder disputar el regional y el campeonato local al mismo tiempo.
Espejitos de colores
Los que habían ganado su derecho en la cancha podrían haber hecho lo mismo que el Alak Team, pero los fondos de la comuna estaban dirigidos a complacer los caprichos de su intendente, que conformó a los clubes liguistas con espejitos de colores.
Para obtener el aval de los miembros de la liga (de todos menos de uno) los clubes firmaron un convenio con la Municipalidad que cedía a la liga el 50% del derecho de espectáculo que la comuna recibe de los partidos en las canchas de Estudiantes y Gimnasia; se comprometía a pavimentar o acondicionar los accesos a las canchas; a hacer un espectáculo anual en el Estadio Ciudad de La Plata a beneficio de la Liga; y a ceder el “estadio” de La Plata Fútbol Club para el equipo que juegue el Regional (Torneo Argentino C), ya que ellos usarían el Ciudad de La Plata. Todo brilló hasta que el polvo del tiempo opacó los reflejos.
La cancha que prometió la hizo en una cantera en 25 y 514 y la maquinaria destinada a su construcción fue eje de varios pedidos de informes por parte de la oposición, que buscó confirmar si era la que tendría que haber estado trabajando en un operativo de bacheo.
Nada de eso lo hizo preocupar al ministro de Justicia y Derechos Humanos, que pronto profesionalizó su equipo y lo llenó de estrellas que supieron brillar en primera división. Claudio Biaggio (hoy técnico de la reserva de San Lorenzo) venía de jugar la Copa Libertadores con Oriente Petrolero y recaló en el equipo de la muni, que ascendió al Argentino A. Ya estaban a un paso de la B Nacional y a solo dos escalones de enfrentar en cancha a los equipos que habían despreciado la posibilidad de jugar en la obsesión alakista, pero el destino tenía otros planes.
El fin de un sueño
En las elecciones comunales de 2007 la población le daría la espalda al oriundo de Benito Juárez, para que su lugar lo ocupe otro “extranjero” hincha de Boca y nacido en 25 de Mayo, Pablo Bruera. Con el intendente se fueron los fondos y ya no había dinero para indumentaria de primera línea, estadías en hoteles y viajes en avión, solventados con el tributo de los platenses.
Por aquel entonces siguió jugando el Argentino A hasta que en junio de 2008, unos seis meses después de tener que dejar el comando del municipio, Alvarado de Mar del Plata puso fin al sueño alakista, que fue más el capricho de un intendente que trató de crear lo que en la revista La Pulseada denominaron con mucho acierto, un equipo impuesto.