La peste en mi pago
por Raúl Acosta
Sábado
Los tomates, la lechuga, el simple pensamiento de una ensalada encierra una nostalgia y un pecado. Cómo sostenerla, cómo mantenerse con los mismos hábitos. Imposible. Parece imposible. La peste en mi pago está cambiando los hábitos y no hay vuelta atrás. Los fines de semana ya no son iguales. Ni está la mesa tipo “Campanelli”, ese programa dominical de una familia televisiva súper grande y súper verborrágica. Muy latina.
Ley de Racionamiento y cartones de compra son parte de las películas de guerra. Bienvenidos a la realidad de mi pago, estamos en guerra. El primer conato de agresión es con los que no le dan bolilla a la realidad que viene de cachetazo en cachetazo.
Ya se vienen los hospitales de campaña, se ha pedido cotización por los respiradores tan necesarios para eso, para respirar; ya dijimos que cuando el virus te emboca los pulmones estás mas de allá que de acá. En los hoteles ponen a los que están medio “fané y descangallado” como escribía Discépolo. Lo de los hoteles era medio obvio, están vacíos de pasajeros y son ideales para la cuarentena preventiva.
Che, al 1° de marzo había mas de 50.000 argentinos yirando por el mundo. Dos cosas. Sobre 44 millones es poco. Para cuidarlos y que hagan la cuarentena y no diseminen el bichito no hay policía, todos debemos ser parte del tema, esto es: la guerra y un solo bando, el nuestro, el de los buenos.
Insisto con esto: el bien y el mal, la sociedad binaria, la culpa (acusación, reprobación, castigo, persecución, elegí lo que quieras) la culpa colectiva por la inconducta individual. Já. Falta que nos manden a rezar y te digo, algunos lo hacen y debemos entenderlos… siempre y cuando se encierren y se fajen cada dos horas con agua y jabón.
Hace rato que veníamos hablando de la conducta social, la que impide salivar en el suelo (ordenanza de 1909), no fumar en el salón, tirar los papeles en el cesto, en fin… lo que los argentinos no hacemos pero ahora por el “juiqui juiqui” (onomatopeya de “cagazo” colectivo) empezaremos a cumplir. Con la conducta social la conciencia social, que no es lo mismo, pero esto no se percibe en mitad del susto que, por fortuna, nos está empezando a unir.
Los tomates, la lechuga, el simple pensamiento de una ensalada encierra una nostalgia y un pecado; también una cadena económica que se hizo percha. Horticultores, Floristas (¿a quien se le ocurre, en mitad de la guerra regalar un ramo de rosas?) los que en cada región cultivan la tierra para eso, para los frutos de la tierra.
Con el “coco” Llanas (que hacía ciclismo) el gordo Pedro Uzquiza, Osvaldo Ardizzone, el “flaco” Patrono, a veces José María Casabal íbamos, en aquella década del ’70, al Bachín sin mantel, el de calle Sarmiento y el “coco” pedía una mixta de todo y una entraña sangrante. Pfaaa. Nosotros firmes con los fideos con salsa mixta y mucho queso. Hoy una mixta de todo (una inmensa ensaladera con cebolla, tomate, lechuga, remolacha, huevo duro y algunas cosas mas) requiere la llegada de proveedores, la preparación y el consumo. Con los restaurantes cerrados las huertas son ociosas, las plantaciones de limón una lejanía y el cultivo de la achicoria una leyenda. Minga de rúcula y parmesano. Costo a la basura, lucro en llanto, miseria cercana. Nada viene porque si. El narcovirus está estropeando todas las cuentas.
No es broma la tarjeta de racionamiento. El gas no es eterno, la nafta tampoco. Pedirán que no enciendan las luces de las vidrieras de los negocios que no abrirán porque…para qué. El kilovatio hora tiene su costo y su límite.
Un viejísimo periodista, con quien compartí redacción, el “colorado Ferreyra”, contaba que escribía de espectáculos en La Prensa, antes que la incautaran. Tiempos de racionamiento. Me decía, quejándose para siempre, porque su lamento era por una de esas cosas que no se olvidan. …”Acosta, tuve que hacer la crítica en 12 líneas de “Ladrones de bicicletas”, no había espacio porque no había papel…” (Ladri di Biciclette, 1948) “Sólo 12 líneas… una obra maestra…imagínese”…
Para empatar aquellos años tan frágiles y tan definitivos, después de la Segunda Guerra un ruego: ojalá alguien que tenga, debido al coronavirus, poco espacio, deba escribir una crónica sobre una obra maestra, que no será la peste, con seguridad.
Dicen que la fe mueve montañas, no creo tanto, pero si el encierro y el agua con jabón frenan el virus y nos salvamos muchos prometo, solemnemente, ante la cinemateca del recuerdo, pedir una retrospectiva de Vittorio De Sica. Se la merece el colorado Ferreyra, donde quiera que vague su alma.