La otra Guerra de los Mundos
Por Sebastián Stul
Escritor y docente de Lengua y Literatura.
Sí amigos, la ficción se adelanta a la realidad, y más si hablamos de ciencia ficción, y más si hablamos de este señorito llamado Herbert George Wells.
Este hombre visionario adelantó los tanques de guerra, los viajes al espacio, las armas nucleares, etc. Ha escrito libros insignes, incluso ha realizado lecturas radiales que asustaron a toda una población por creerlas reales.
Bien, vayamos a ese mismo texto, es decir, a lo importante. En el libro “La guerra de los mundos”, adaptado al cine un par de veces, habla del poder de los microbios. Según su historia (y disculpándome de antemano por comentar su final, pero creo que tras ser escrito en 1898 ya se ha tenido tiempo para leerlo) los marcianos nos invaden con intenciones de conquistar nuestro planeta. Los hombres, es decir “nosotros”, es decir “hombres y mujeres”, es decir “personas de cualquier sexo y factor” deben esconderse bajo tierra con el lema de “quedate en tu casa” mientras otros pocos intentan presentarles batalla, tras oír la frase “si quieren venir que vengan”.
Ahora vamos a jugar. Simbolicemos. De repente cambiaremos algunas cosas como pueden rotarse los jugadores del voleibol. Atención: nosotros ahora somos los marcianos y los humanos de la novela son los animales.
¿Cómo lo ven? No importa de qué mono venimos, pues Dios siempre estará allí, llegamos al planeta y queremos conquistarlo, entonces, matamos todo lo que allí se encuentra, no tenemos depredador y usamos nuestras maquinarias para hacerlo.
Los animales se esconden donde pueden o sólo intentan hacer su vida naturalmente. Deforestamos, instalamos nuestra tecnología, contaminamos todo. Pero ya sabemos el final. Lo espiamos en las noticias. Según Télam, “el 80% de las emergencias sanitarias mundiales de los últimos 30 años fueron por zoonisis”. Gripe de H1N1, COVID-19, MERS, Hantavirus, gripe aviar, Encefalitis japonesa, Fiebre amarilla, Ébola, Zika, etc (víricas), más las bacterianas, fungicidas, parasitarias.
Somos los marcianos de Wells. Destruimos todo con nuestros rayos calóricos, aunque a decir verdad hemos estirado demasiado nuestros tentáculos. El planeta, este planeta hermoso pero también maldito como puede serlo el Marte de Bradbury, otro genial referente de la literatura inglesa, actúa con mágico, increíble equilibrio.
Como dije, entonces, allí está el final: los depredadores marcianos no son inmunes a las baterías terrestres. Es decir, no lo somos.
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