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Arte y Espectáculos 4 de julio de 2016

La Orquesta Sinfónica Municipal con José Luís Juri

Por Eduardo Balestena

La Orquesta Sinfónica Municipal se presentó con su director titular, el maestro Diego Lurbe, con la actuación solista de José Luís Juri en piano.

La Marcha húngara, de Héctor Berlioz (1803-1869) abrió el programa, que prosiguió con el Concierto para piano nro. 2 en la mayor, s 125, de Franz Liszt (1811-1886. Escrito hacia 1863 el segundo concierto de Liszt consta de solo y extenso movimiento, articulado en seis secciones está concebido dentro de la técnica de la variación temática y en una textura muy cerrada entre el instrumento solista (que en varias oportunidades sirve de acompañante) y la orquesta que con frecuencia presenta o desarrolla los temas que pasan al piano y de éste nuevamente al dispositivo orquestal.

Las demandas técnicas tienen que ver con esa exposición continua, que literalmente no da respiro, lo cerrado de esa textura, en la cual la melodía pasa alternativamente del instrumento solista a la orquesta, lo mismo que el aspecto armónico y el balance entre la orquesta y el piano. El solista debe tocar muy fuerte en determinados lugares –como en el final- ante una orquesta en forte.

Por momentos marcial y enérgico, por momentos discurriendo en motivos delicados y dulces –sin grandes desarrollos melódicos- como en el dueto entre el piano y el cello en una de las secciones, es una obra de exactitud.

Jose Luís Juri cuanta con una extensa carrera nacional e internacional –que lo ha llevado a actuar en Túnez; Egipto; Suiza;  además de países de Latinoamérica como Cuba; Brasil; Perú y México y en distintos festivales, entre otras experiencias. Su repertorio incluye trabajos tan demandantes como La sonata para dos pianos y percusión de Bela Bartók, que interpretó junto con Fernanda Morello y percusionistas de la Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires, en el ciclo de Intérpretes Argentino de ese organismo –y en otras ocasiones- ; o uno de los Conciertos para piano nro 3 de dicho compositor, entre muchas otras. Con nuestra sinfónica interpreto el tercer concierto de Beethoven con el claro de luna de Debussy como bis.

En esta oportunidad, con una versión más consolidada respecto al ensayo general de la mañana, fue lograda una interpretación homogénea y precisa –sin desfasaje alguno en una estructura realmente cerrada- donde lugares como el dúo entre el piano y el cello que, junto con intervenciones como al de corno solista cerca del comienzo, rompen cierta sequedad de un discurso musical proclive a la sola rapidez o la energía y que carece, en varias de sus secciones, de suavidad y belleza melódica. Que ello haya sido logrado luego del ensayo del viernes y del general del sábado habla de la profesionalidad del solista, el director y la orquesta.

La fantasía Kamarinskaia de Mikhail Glinka (1804-1857) fue abordada en la segunda parte. Iniciador del nacionalismo romántico ruso en la música Glinka tomó esta danza popular rusa como base de su composición, escrita en 1843.

Glinka lleva esta forma a la orquesta y la trata con singular riqueza en la orquestación: los motivos danzantes discurren en rápidos pasajes en las cuerdas, en algunos lugares en forma contrapuntística; o en las maderas. Los motivos danzantes, vivos y repetitivos con una enorme gracia y maestría hacen de la fantasía un trabajo brillante e imaginativo.

El poema sinfónico Los Preludios, de Franz Liszt cerró el programa. Terminado en 1851 y basado en un poema de Lamartine sobre cuyas cuatro secciones estructuró el programa de la obra. El uso del arpa, de los pizzicatos en la cuerda, sigue a las referencias del texto que habla de la lira o al arpa. Lo mismo las trompetas. La obra se abre con un prólogo cuyos elementos son utilizados en la coda final.

Con obras no frecuentes en su repertorio y prosiguiendo con la temática de autores rusos la orquesta se lució, particularmente en la segunda parte, con una cuerda homogénea, un sonido cuidado; una sección de maderas siempre sólida y una línea de metales que se destacó particularmente en el final de Los Preludios.

La dirección del maestro Diego Lurbe es siempre clara, exacta y pendiente de las entradas. Uno de los ejemplos fue la cuenta de los compases del piano para calcular las entradas de la orquesta, en el intrincado segundo concierto de Liszt y otra el trabajo previo que permitió el abordaje que hubo de un repertorio no frecuente.

Destacaron especialmente Federico Dalmacio (cello); Mario Romano (clarinete) y la sección de metales.

 

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com

 

 

 

 

 

 

 



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