La música y las ideas
La banda Ay lanzó Dos, su nuevo disco. Las canciones transcurren entre el sonido rockabilly de los cincuenta, historias de alta tensión emocional y la más tierna inocencia.
por Agustín Marangoni
En la música de Ay siempre pasa algo. Las canciones narran circunstancias. A veces emocionales y profundas, otras veces humorísticas. Las historias laten en el hueso de la estructura, pero en la superficie parecen fotografías capturadas por casualidad. El espíritu está bien reflejado en el nombre de la banda. Ay. Un par de letras que dependen del tono para construir significado. Igual que las canciones, pueden hacer referencia a un quejido de dolor, pueden ser un comentario irónico, el remate de un chiste breve y hasta una expresión de enojo.
Ay está integrado por Mariana Vidal, Matías Magneres, Nicolás Pasetti y Luciano Monte. Su nuevo disco, Dos, que vio la luz hace pocos días, rescata el sonido de las décadas de 1950 y 1960. Las ideas nacen en las inquietudes de Mariana. Lápiz en mano, revisa sus propios vaivenes para diseñar letras y melodías. “Suelo ser muy autorreferencial. Comienzo en el cotidiano, con cosas muy personales. A veces bastante femeninas y siempre muy humanas. Que no es nada extraordinario. Es común, es universal”, dice. Desde ahí se anima a soltarse en palabras que hablan de la vida y el tiempo, en especial cuando se pregunta por ella misma. Matías completa con música, arreglos y detalles. “Hay diálogo, hay ida y vuelta, hay correcciones, pero los roles están bastante definidos. Y cada cual hace su trabajo en solitario”, agrega Mariana.
– Hay un tono teatral en las canciones, especialmente en este nuevo disco. ¿Fue algo buscado o se generó orgánicamente en el diálogo de la banda?
– Nada es muy premeditado en Ay, en general las cosas se dan orgánicamente. La mayor parte de mi formación y experiencia artística es teatral, eso calculo que se filtra en algunos lugares. Pero no está particularmente buscado. Sí quizás a la hora de llevarlo al vivo.
– Hablando del tono, se escuchan reminiscencias del folk y el aire de las décadas de 1950 y 1960. ¿Por qué eligieron ese camino?
– Es música que escuchamos, que nos gusta. En este disco tuvimos ganas de ver qué podíamos hacer para darle ese color. Nos compramos un banjo en parte para explorar ese espíritu.
Mariana cita como referencia el rockabilly, el rock clásico y tres bandas: Los Tnt, el Sandro de los primeros años y el Club del clan. No desde concepto, sino por lo crudo y real del sonido. “De todas maneras esa búsqueda es sólo un motor. Entre la referencia y lo que uno puede y termina saliendo hay una brecha insalvable”, aclara. Dos es un disco con menos elementos acústicos que el anterior y de lo que tenían en mente cuando comenzaron a componer. De hecho, todas las canciones tenían contrabajo, pero al escucharlas y después de tocarlas en vivo sintieron que era necesario el sonido del bajo eléctrico. No fue una decisión fácil, porque temían perder cierta delicadeza. Así y todo avanzaron: sólo quedó el contrabajo en las dos canciones donde utilizaron el banjo en lugar de la guitarra eléctrica, una es Subterráneo y la otra Doberman, donde también incorporaron un serrucho para construir una atmósfera dramática. Nano Alegre ofició de serruchista.
– ¿Cómo trabajan el humor en las letras y en la música?
– El humor aparece, es parte de nosotros, de nuestra manera de ser. Volviendo al principio no es algo premeditado, surge naturalmente. Pero ya sea en la letra o en los arreglos siempre intentamos que sea de manera sutil. Tratamos de huir de lo solemne, porque no nos gusta. Pero sin dejar de hablar en serio.
Mariana es capaz de escribir frases graves: A veces me olvido de dar lo que pido / … / Maldita culpa que nos puede hacer prisioneros en el paraíso. Sin embargo suenan livianas. Por su voz, la música y las combinaciones dentro la canción.
– ¿Cómo logran ese matiz que oscila entre la inocencia y la profundidad?
– Creo que tiene que ver con nuestra forma de vivir. No perdemos el espacio de juego, nos damos el lujo de hacer cosas quizá de adolescentes, como el berretín de tener una banda. Y a la vez somos papás, lo cual nos conecta con lugares hondos y de muchas responsabilidades. Bueno, la niñez tiene ese matiz que está entre la inocencia y la profundidad. Nosotros criamos a dos niños y también a veces seguimos siendo dos niños.
Cuando Mariana usa la palabra nosotros, se refiere a Matías Magneres, su pareja. El padre de sus hijos. Los tiempos de la banda se acomodan a los tiempos de sus prioridades: los chicos, que tienen 2 y 5 años. Ellos 41. Y sienten que atraviesan una etapa de mucha demanda, de mucho trabajo, pero también de mucho disfrute en el hogar. “La música y nuestro mundo artístico ocupan un lugar importante pero la mayor parte de nuestra energía no pasa ahí en este momento de la vida. Hay otras urgencias. Otras necesidades. Eso puede hacer que los tiempos de la banda sean a veces lentos, sobre todo en relación a mis ansiedades”, dice Mariana.
– ¿Son de pensar mucho las canciones?
– No. Somos bastante espontáneos. Lo que hay es lo que ves. Las ideas las terminamos. Puede que se descarte alguna canción en el medio. Y que varias queden en esbozo y no lleguen a ser trabajadas. Pero si le damos la oportunidad a una idea, vamos hasta el final. Y cuando hay una cantidad suficiente de canciones, queremos grabarlas. Porque hacer un disco tiene que ver también con la posibilidad de cerrar un ciclo y poder darle espacio a otra cosa.
– ¿Son exigentes en el proceso de grabación?
– Muy poco. No nos de enroscarnos demasiado, no tenemos paciencia. Si algo no nos gusta y hay que rehacerlo, lo rehacemos. También somos críticos y autoexigentes, pero entendemos que la grabación es el reflejo de un momento. Y que de los errores de un disco salen los aprendizajes. Nos adaptamos a nuestra economía, a nuestros tiempos y a nuestra realidad. A lo posible.
– ¿Qué tiene que tener sí o sí una canción de Ay?
– Según Matías, una letra interesante, que se pueda cantar sin que te de vergüenza. Yo creo que no tiene que perder lo auténtico, lo que nos refleja. Aunque eso vaya mutando.
Mariana da en la tecla: los cambios son el gran tesoro en la música de Ay. Las nuevas canciones vuelan distinto a las del primer disco, pero mantienen el sonido y los riesgos de buscarse a sí mismas. Los músicos son siempre ellos, distintos, pero ellos. Reconocibles, propios. He ahí la mayor virtud.
Fotos: Nicolás Berenz
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