Por Nino Ramella
Hace hoy 80 años Alfonsina Storni puso fin a su vida en Mar del Plata haciendo nacer un mito que la instala en su doble condición de mujer y escritora en un sitio irreemplazable del imaginario argentino. Premonitoriamente la bautizaron “Alfonsina”, nombre de origen germánico que significa “guerrera preparada para la lucha”. Y vaya si lo fue. Mujer, escritora, madre soltera… no eran condiciones para una vida apacible y serena. Con seguridad hoy muchas personas que saben mucho de su vida la evocarán en detalle, tanto por su talento como poeta como por las vicisitudes de su existencia. Josefina Delgado, que escribió una completa biografía, seguramente será una de ellas. Me limitaré, pues, a un par de comentarios de testimonios vinculados a sus últimas horas.
Alfonsina, de 46 años, había llegado una semana antes al hotel San Jacinto, de la calle Tres de Febrero entre Yrigoyen y Mitre, propiedad de su amiga Lidia Oriolo de Pizzigatti. Padecía un estado terminal del cáncer de mama del que había sido operada tiempo antes. En Buenos Aires había quedado su hijo Alejandro, a quien pidió que no la acompañara.
El domingo 22, acosada por los dolores, recibió la visita del doctor Felipe Serebrinsky, obstetra que ayudó al alumbramiento de miles de marplatenses, entre ellos a quien esto escribe. Alfonsina le habría transmitido al médico su intención de suicidarse.
En ese tiempo, con dificultades, alcanzó a escribir “Voy a dormir”, su último poema, que hoy atesora el Archivo Histórico Municipal, institución que lleva el nombre de Roberto T. Barili, periodista e historiador marplatense. Logró hacer el envío postal y La Nación lo publicó el miércoles 26.
En el hotel dejó una nota escrita con tinta roja que decía “me arrojo al mar” y otra dirigida a Manuel Gálvez que decía: “Sr. Galvez: Estoy muy mal. Por favor, mi hijo tiene un puesto municipal, yo otro. Ruéguele al intendente en mi nombre que lo ascienda acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina”.
Cerca de la una de la mañana del martes 25 de octubre Alfonsina salió del hotel sin ser vista. Caminó unas seis cuadras hasta el sitio donde se encontraba la escollera del Club Argentino de Mujeres, aproximadamente a la altura de la calle Catamarca, y se arrojó al mar.
Fue justamente Roberto T. Barili, por entonces corresponsal del diario La Nación, del que Alfonsina era colaboradora, quien se encargó de los trámites pertinentes una vez encontrado el cuerpo.
Hubo en Mar del Plata un breve velatorio hasta que el cuerpo fue trasladado a Buenos Aires.
Varias veces conversé con don Roberto de ese momento. Ante la pregunta de si se había internado desde la orilla o si se había arrojado desde la escollera él siempre disipaba la duda. “Se arrojó desde la escollera, donde inclusive pudimos rescatar un zapato que había quedado allí”.
Acaso esa duda la haya alimentado la letra de “Alfonsina y el mar”, escrita por Félix Luna con música de Ariel Ramírez. La canción habla de la blanda arena y de su huella. Algo obsesivo con ese detalle también tuve oportunidad de preguntárselo a Luna. “Bueno… en realidad fue una licencia pues me parecía más romántico que entrara caminando desde la orilla”.
El verano pasado vino a Mar del Plata Fernando Aramburu, autor de ese boom editorial que es su novela “Patria”. En el poco tiempo que pasó en nuestra ciudad algo le interesó más que ninguna otra cosa. Fuimos a la Villa Mitre y ahí se quedó observando el facsímil de “Voy a Dormir”. Lo conmueve la carnadura trágica y real de ese poema. Aramburu es un devoto admirador de Alfonsina, -sobre quien ha escrito algún ensayo- y que estudia su obra. También con él hablamos de la leyenda que pinta a la escritora internándose en el mar. “Si el mito actúa como invitación para acercarse a la obra de esta relevante poetisa, bienvenido sea”, afirma. Se cumplen hoy ocho décadas desde que una mujer incomparable fue a buscar un nuevo poema en nuestro mar.