por Gustavo Visciarelli

Fue la muerte de una de las más valiosas piezas históricas de nuestra ciudad, no sólo por su data -1888/89- sino por tratarse de la piedra basal del turismo en Mar del Plata. Pero esa muerte fue lenta y compleja.

En la década del ’30 el Bristol Hotel, antiguo bastión de la aristocracia veraneante, entró en declive y el 16 de abril de 1944 sirvieron la última cena en su legendario comedor.

Poco después vino el remate de bienes muebles e inmuebles y pronto fueron demolidos dos de los complejos edilicios donde funcionaban sus dormitorios. Lo único que quedó en pie fueron el comedor y el salón de fiestas que estaban en la manzana delimitada por las calles Buenos Aires, Entre Ríos, Rivadavia y San Martín.

Desde entonces y durante dos décadas funcionó allí un conglomerado comercial al que llamábamos galería. El edificio -incluyendo la suntuosa decoración de los salones- sufrió en ese período una progresiva degradación y al promediar la década del ’60 se hallaba en triste estado.

Después de dos intentos fallidos lograron subastarlo el 23 de julio de 1966. En ese momento pertenecía a la firma Galería Gran Central Empire State, que alquilaba 107 subdivisiones tipificadas como locales internos, externos, stands y cines.

(((Demolición de lo último que quedaba del Bristol a mediados de la década del ’70))).

Cien millones de pesos pagó la empresa Atarasico por aquella manzana donde había transcurrido un importante capítulo de la historia fundacional marplatense. Luego las firmas Fundar y Construir de David Graiver se harían cargo del proyecto. La demolición del histórico edificio fue inexorable y, entre polémicas y entretelones controvertidos, nacía el edificio Bristol Center.