Si el objetivo de la protesta organizada por la CGT era mellar la gestión de Mauricio Macri o hacer trastabillar al gobierno nacional, la jugada le salió mal y fue el arco sindical el que sufrió el efecto boomerang.
Lejos de hacer reflexionar al Poder Ejecutivo sobre el programa económico o el nivel de desempleo, la concentración en la Plaza de Mayo de miembros de la CGT, de la CTA, dirigentes kirchneristas, de izquierda y provenientes de organizaciones sociales, no hizo más que envalentonar a la administración central.
Macri, un presidente no peronista, no sólo se animó a descalificar la marcha -tildándola de una “pérdida de tiempo”-, sino que fue más allá al pedir la renuncia de Ezequiel Sabor y Luis Scervino, como viceministro de Trabajo y titular de la Superintendencia de Servicios de Salud, respectivamente, apenas horas después de la marcha sindical de este martes. Incluso, nombró a un ex abogado de Sergio Schoklender en Trabajo.
¿Alguien hubiera imaginado a Fernando de la Rúa tomando una ofensiva de ese nivel contra el entonces titular de la CGT, Hugo Moyano?
Ni Macri es De la Rúa, ni el triunvirato que componen Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, tienen el manejo de la CGT que tenía Moyano una década atrás.
“El triunvirato es necesario porque no hay ningún dirigente que pueda ejercer el liderazgo que tenía, por ejemplo, Hugo Moyano. Ni siquiera Pablo Moyano. De manera tal que hasta que ese liderazgo no surja naturalmente, debe haber una conducción colegiada”, razonó un miembro del Consejo Directivo de la central obrera de la calle Azopardo.
La decisión de correr a Scervino, un hombre vinculado al sindicalismo, es un duro golpe para la CGT por el manejo de las arcas de las obras sociales gremiales: La Superintendencia tiene un presupuesto anual de miles de millones de pesos, y entre los programas que controla está el giro de los pagos de la Administración de Programas Especiales, que financian los tratamientos de enfermedades con tratamientos costosos que deben atender las obras sociales.
Ante este panorama, quienes van por la contraofensiva sindical son los gremios denominados “gordos”, en sociedad con los llamados “independientes”, que se opusieron a la realización de la protesta por interpretar que el gobierno de Macri gozaba de una etapa de fortaleza, tras las PASO del 13 de agosto. De alguna manera, no se equivocaron.
Héctor Daer (Sanidad), Armando Cavalieri (Mercantiles), Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) y Antonio Caló (UOM), no son ni mas ni menos que quienes integraban la CGT oficialista de Cristina Fernández, que eligió el paraguas del entonces gobierno kirchnerista, a diferencia de Hugo Moyano que mantuvo una central obrera paralela y opositora.
Claro. Schmid y Acuña no son Moyano ni Luis Barrionuevo.
¿Terminará esta telenovela sindical en una nueva ruptura, con Schmid y Acuña, junto a las CTA de Pablo Micheli y Hugo Yasky conformando una central opositora, y los Daer y Cavalieri con una CGT oficial?
Tal vez si en las elecciones de octubre Cambiemos profundiza a su favor la tendencia electoral que se vio en las PASO, ganándole por ejemplo a Cristina Fernández, el sindicalismo vuelva a escribir otra página de división en la historia contemporánea argentina.
DyN.
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