La lucha contra reloj de los cazanazis alemanes
Los últimos perpetradores, cómplices, testigos y supervivientes del nazismo, están muriendo. Alemania busca cerrar un capítulo negro de su historia.
John Demjanjuk trabajó en 1943 como guardia en el campo de exterminio de Sobibor (Polonia), fue uno de los últimos condenados.
por Yannick Pasquet
LUISBURGO, Alemania.- En la ciudad alemana de Luisburgo, un pequeño equipo de investigadores rastrea en todo el mundo a los últimos criminales nazis vivos, una carrera urgente contra el reloj y la muerte.
“Juntamos las pequeñas piezas de información, como si fueran un puzzle, para averiguar quién estaba ejecutando qué rol, desde qué fecha hasta qué fecha” explica el fiscal Jens Rommel.
Desde 2015, Rommel dirige la Oficina Central de Investigación de los Crímenes del Nacionalsocialismo, mientras los últimos perpetradores, cómplices, testigos y supervivientes del nazismo, están muriendo.
Una vez que todos los responsables hayan muerto, Alemania podrá cerrar la parte judicial de este capítulo negro de su historia, en el que el régimen nazi ordenó el exterminio de seis millones de judíos y cientos de miles de otros grupos durante el Holocausto.
Durante décadas, el gobierno y el sistema judicial alemán parecieron tener poca prisa para buscar a los involucrados en el nazismo.
Pero en 2011 se produjo un cambio histórico, con la condena a cinco años de prisión de John Demjanjuk, que trabajó en 1943 como guardia en el campo de exterminio de Sobibor (Polonia), entonces un territorio ocupado por los nazis.
Esta sentencia abrió la vía a procesar por complicidad a cualquiera que hubiera trabajado en los campos de concentración, desde soldados a contables.
Antes de este juicio “nunca pusimos el ojo en los engranajes más pequeños de la máquina”, dice el abogado Andrej Umansky, autor de un libro sobre el Holocausto en Europa del Este.
Desde entonces el cambio legal dio una oportunidad “de dar voz a las víctimas, a sus familias y a sacar a la luz los hechos”, asegura.
De Moscú a Buenos Aires
El equipo de Rommel, compuesto por cinco fiscales, dos jueces y un policía, investiga por todo el mundo en busca de la verdad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos nazis huyeron a América del Sur, entre ellos uno de los arquitectos del Holocausto, Adolf Eichmann, que terminó en Buenos Aires.
Allí fue secuestrado por un comando israelí en 1960, gracias a la información del fiscal alemán Fritz Bauer, que actuó indignado por la falta de avances judiciales en su propio país.
Para los nazis menos conocidos, el equipo de Rommel recurre a los archivos.
“Todos los barcos que llegaban [a América de Sur] fueron registrados. Hemos revisado todas las listas de pasajeros y tripulantes”, explica Rommel.
También revisaron los registros de inmigración, las demandas de naturalización en Argentina y los datos de la embajada alemana.
“Le debemos a la historia” y a los millones de víctimas “la lucha contra el olvido”, dice Peter Haeberle, un funcionario del ministerio de justicia regional del estado de Baden-Wurttemberg, donde está Luisburgo.
El equipo no ha escapado a las críticas, como las del diario Die Welt, que denuncia el presupuesto a veces exorbitante de sus misiones. Otros critican el pequeño número de criminales que comparecen hasta la justicia.
Hasta 2012, cerca de 6.498 personas habían sido condenadas por su papel en el Holocausto.
1,7 millones de archivos
En Luisburgo, el equipo de investigadores tiene 1,7 millones de fichas guardadas por orden alfabético en cajas de metal. Se trata de la única base de datos de los criminales nazis y de los crímenes que se les atribuyen.
En las fichas figuran todos los nazis identificados hasta ahora -desde Hitler hasta los soldados rasos o los asistentes que les ayudaron- así como el lugar de los crímenes.
Es el caso Josef Mengele (ficha 3 AR-Z 95/59), conocido como el “Ángel del muerte”, el médico de Auschwitz que realizó horribles experimentos con los presos.
Mengele murió en 1979 en Brasil tras haber evitado durante toda su vida la captura y la justicia.
Sin embargo, muchos nazis se sentaron en el banquillo y algunos terminaron en prisión.
“Tenemos que aprovechar cada día si queremos tener la oportunidad de llevar a alguien más ante la justicia”, dice Rommel.
AFP-NA
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