por Odda Schumann
Validar la locura del sueño es gratis. Siempre es un sueño. Mejor decí que caíste víctima del eterno dormir y cerrá los ojos. Podés agarrar el hacha o el aerosol y acabar con esa persiana bien pintada de Clemente. Ojalá sea de noche. Sino decí que sos sonámbulo. Y si no andá preso. Porque no podés decir que quisiste hacer algo así. Para eso se duerme, para romper el cristal y delirar sin límites; para pensar que sí podemos hacer lo que se nos dé la gana; para decir que hay una cosa que se llama consciente que está para decirnos que en realidad esas cosas no se hacen. Y también está la puta de la noche que no tiene límites y te deja maquinando cuando te despertás a las cuatro de la mañana y te alegrás de no haber envuelto la cabeza de un pibe de ocho años en una bolsa de arpillera. Y no pasa nada porque lo hiciste pero no lo hiciste. Porque todo pasa por el cuerpo y no por tu cabeza de trastornado. La ley le cae al cuerpo, es así. Pero tampoco es que se pueda andar diciendo que se mataría a tal o a cual, aunque se dicen tantas cosas… Tanto como que a uno se le puede escapar la lengua y no la mano. Podés decir que matarías por un helado y volver para atrás, porque fue un sueño. Una locura, ¡¿a quién se le ocurre matar por un helado?! Pero el inconsciente es puto, te la juega durante el metabolismo basal más bajo. Estás indefenso y no respondés bien. Te faltan luces. Y ojalá que nadie te denuncie. El inconsciente se harta, te digo. ¡El delirio es estar despierto! Cuando entrecerrás los ojos y ¡zas! empujaste a la supervisora por las escaleras o le diste en el moño de la boca al policía por hincharte las pelotas. Esa no vuelve. No hay cachetada que te devuelva a la cama solitaria donde te alegrás de no tener tres cabezas o ser devorado por un maremoto en Fiji. ¡Y mirate ahora! En una jaula echándole la culpa al consciente o al inconsciente y que qué se yo. Con eso andale al psicólogo. Y ojalá te despiertes.