“La Liga”, ese fantasmal actor inmobiliario queda al descubierto tras una profunda investigación judicial
Para algunos era un mito, para otros un peligro al que nadie podía acercarse. Eran personas, hombres mayormente, dedicados a apropiarse de las subastas judiciales y a hacer grandes negocios. La Justicia por fin se esforzó en meterse en ese mundo. Y descubrió la verdad oculta más comentada de Mar del Plata.
Por Fernando del Rio
Su accionar fue tan burdo que no honraron a las órdenes secretas. Porque La Liga daba la ajena impresión de ser eso, una logia reservada para unos pocos. Una hermandad de aquellas que sobrevive a fuerza de códigos discretos y en la que el anonimato es la fuente de su poder. Aún hoy, con sus armas replegadas, se la sigue conociendo como La Liga en distintos puntos del país donde violentan subastas inmobiliarias para quedarse con propiedades y eliminar la chance de cualquier particular que se atreva a ofertar. Pero en Mar del Plata su renombre fue tan sonoro que se convirtió en un obstáculo insorteable en el mundillo de los bienes raíces y tomó coraje para creerse, sus miembros, que nadie los podía tocar. Ahora, luego de tantos años de protección, años en los que nadie se comprometía a confrontarla, una profunda investigación judicial la hizo implosionar.
La Liga es la Liga de Compradores, un grupo heterogéneo y algo abstracto de personas que pululan alrededor de las subastas públicas. El Cuerpo de Ayuda a la Instrucción Técnica (CATI), liderado por Javier Pettigiani, trabajó durante más de dos años para entregar un informe de 300 páginas al fiscal Alejandro Pellegrinelli.
Dicha investigación arrojó preliminarmente que entre el 1 de diciembre de 2013 y el 3 de octubre de 2018 todas las subastas de inmuebles en Mar del Plata mostraban repetidos hasta la ridiculez a los nombres de los asistentes y a los postores ganadores. Una repetición sistemática ya que de 526 remates judiciales que se llevaron adelante durante ese período, el 64 % fue ganado por la Liga.
En Mar del Plata asistir a una subasta en las últimas décadas era, en el mejor de los casos, salir con las manos vacías y con una extrema desilusión causada por no poder siquiera ofertar por esa propiedad que parecía alcanzable. En el peor de los casos era sufrir aprietes, agresiones y la invitación hecha por matones a no participar.
El gran obstáculo para investigar a la Liga fue siempre la ausencia de un delito visible. En su más simple definición se trata de un grupo de personas que amañan subastas judiciales y a tal punto se opacó esa democrática actividad que desde hace varios meses se impuso la variante online, a los fines de evitar aquellas maniobras. Eso sí, la primer subasta histórica de Mar del Plata por internet, la ganó uno de los principales implicados en esta investigación.
Para el fiscal Pellegrinelli y el juez de garantías Saúl Errandonea, que autorizó los allanamientos y las imputaciones, los miembros de la liga utilizaron en el período analizado métodos lindantes con lo ilegal y en ocasiones francamente lícitos con el objetivo de hacerse del total o parte de bienes inmuebles y muebles al valor más bajo posible para luego hacer negocios con los mismos y sacar comisiones o diferencias económicas en posteriores transacciones.
En la práctica consistía en desalentar a eventuales postores o captar a interesados de forma previa, en las afueras del remate, o durante la misma subasta, a la vista de todos y en ocasiones con una conducta pasiva del martillero y del personal de seguridad apostado en el salón del colegio de Martilleros de calle Bolívar.
Para comprender con más exactitud cómo actuaban vale el ejemplo de la subasta del 12 de diciembre de 2016 cuando se puso en remate una propiedad del barrio Bosque Alegre consistente en un galpón y dos viviendas por una base de 244 mil pesos. Ese día un hombre vinculado al mundo inmobiliario pero sin ningún antecedente en remates fue el ganador, con una oferta final de 251 mil pesos. El espíritu de la subasta es la de conseguir el más alto precio posible para un bien a partir de la puja entre interesados. Cuando no hay más que un interesado –algo difícil de aceptar si la oportunidad es buena- ese valor final no sube.
Lo concreto es que aquella mañana apenas el martillero dijo el valor de la base el postor que finalmente ganaría la subasta gritó “250”, tal como pudo verificarse en la grabación de audio y video. El martillero interpretó, naturalmente, que la oferta no era de 250 pesos, sino de 250 mil, por lo que inició el conteo para cerrar la subasta. Sin embargo, de forma sorpresiva y desde el fondo del salón, un postor ingenuo y desconocido del resto gritó “300”. En las imágenes se observa cómo varias concurrentes (algunos de los hoy imputados) se levantaron y se dirigieron hasta él, lo señalaron, y lo abordaron sin considerar siquiera la presencia de su hijo.
Tal como surge de la grabación el martillero dijo entonces con tibieza “yo les agradecería que lo dejen si quiere ofertar” a lo que uno de los intimidadores respondió “se confundió”. Increíblemente -o no- el remate continuó con el martillero aceptando la oferta del atemorizado postor por 250.300 pesos. Es decir que en lugar de repetir el criterio anterior (si “250” eran 250 mil, “300” son 300 mil) el martillero acomodó la oferta para no elevar el precio del inmueble y eso permitió que el postor inicial ofertara 251 mil pesos. No hubo más puja y la propiedad se vendió a ese precio.
Un agregado: la propiedad se pagó 15.427 dólares cuando en realidad su valor era de 400.000 dólares.
La investigación
Cuando el ciudadano común, aquel que está lejos de la ámbito judicial, imagina una investigación suele verse influenciado en ese ejercicio por la ficción que le regala el cine o, en estos tiempos, el streaming. De modo que cae con facilidad en la desilusión. No obstante, lo que realizó el CATI (también muchas causas de la DDI Mar del Plata tienen ese rigor investigativo) es de un nivel superlativo. Por casi 2 años el grupo de trabajo se enfocó en analizar expedientes, videos, escrituras, tomar testimonios y entrecruzar datos para un informe final de 300 páginas, con 52 anexos y prueba documental.
Esa labor concluyó en que la Liga no era un mito, que existió y tal vez exista, ahora bajo otras reglas de juego. Una Liga que se dedicaba a favorecer a personas interesadas en adquirir la propiedad sin pujar a cambio de un comisión pactada de antemano o bien comprándola ellos mismos a modo de representación.
También entraba en acción cuando la subasta tenía su base alta, circunstancia que los hacía no pujar para que la misma sea declarada desierta. Eso lleva al martillero a fijar una base más conveniente o desaparecerla directamente. Incluso se producían situaciones inverosímiles como subir al extremo la oferta para anular la subasta, ya que luego al querer cobrarse el postor decía que no tenía el dinero.
Todo ese compendio de maniobras articuladas se tradujo durante años en un “fenomenal negocio”. Un negocio sencillo: comprar barato y revender a precio de mercado. Pero además, con el agravante de generar una “zona negra y propicia para el lavado de dinero”.
La investigación señala a 25 personas como integrantes de la última “generación” de la Liga (existe desde hace décadas) y el liderazgo se le atribuye a Oscar Roberto Larluz, Luis Alberto Puga y Héctor Ricardo Monteros.
Las subastas se desarrollaban en el salón del Colegio de Martilleros.
Las subastas
La Liga opera desde hace décadas en Mar del Plata. Todo el mundo sabe de su existencia y se cumple aquella sentencia de “no hay pruebas pero tampoco dudas”. Sin embargo, la investigación solo pudo circunscribirse a poco menos de un lustro, entre el 1° de diciembre de 2013 y el 3 de octubre de 2018 cuando se desarrollaron 526 subastas por diferentes inmuebles que llegan a remate por intervención judicial.
En verdad fueron 510 las subastas que finalizaron positivamente y de ese total Oscar Larluz, considerado uno de los jefes de la Liga, ganó 102. Sin embargo, solo en 11 actuó comprando para sí mientras que las demás la hizo en representación de terceros comitentes.
Luis Alberto Puga se quedó con 68 en total y Ricardo Monteros en 75. Este último también fue comitente de los demás. El listado se extiende a familiares de los anteriores y a otros actores de la Liga para quedarse con el 64% de todas las subastas de Mar del Plata entre el 1° de diciembre de 2013 y el 3 de octubre de 2018. Las demás subastas no los tuvieron ganadores porque, simplemente, no les interesó participar.
Para la justicia local el abogado José Luis Gallo brindaba sus “servicios profesionales para darle andamiaje legal a los negocios de la misma, realizados en las condiciones irregulares e ilícitas más arriba expuestas, sino también interviniendo activamente antes y durante el desarrollo de las subastas”.
“La idea de que nos encontramos simplemente ante ‘gente de negocios’ pareciera ser la postura asumida a nivel institucional en estas actuaciones por el Colegio de Martilleros y Corredores Públicos del departamento Judicial Mar del Plata”, dice el informe de los investigadores.
De hecho, martilleros, directivos, abogados, empresarios, gente de seguridad y todos los que rodean al mundo de las subastas, acaso por protección propia o del mismo sistema, lo niegan. Hablan de habitualistas. Un martillero llegó a decir, incluso, que “la liga no existe es como el cuco, existe solo para los temerosos”.
El cuco al que hacen referencia es ahora, para la Justicia, más una materialización corporizada en un grupo de estafadores que una fantasía. Los temerosos son los incautos en verdad, aquellos que pierden remates sin siquiera hacer su oferta o que sufren el rigor del “cuco” cuando la hacen.
Otro episodio que evidencia esa forma de actuar habría sucedido el 13 de abril de 2013 al subastarse un campo de 29 hectáreas de la ruta 88, en el partido de General Alvarado. La base inicial era de 665.061,36 y el ganador finalmente se la llevó por por 666 mil, es decir solo 938 pesos más. Nunca hubo otra postura e incluso el adquirente ni dejó al rematador terminar de describir el terreno. En el acta de esa subasta figuró que había 15 inscriptos para la subasta, pero en el video se comprobó que eran solo 5. De esos 15 anotados, algunos eran falsos concurrentes o documentos de identidad sin su correspondientes “persona física”. El ganador de la subasta fue Oscar Larluz, quien pagó a precio convertido 133 mil dólares.
Lo más curioso es que 15 días después una carta anónima llegó al juzgado interviniente en la que su autor detalló que en dicha subasta se “blindó” el salón para que nadie entrara. La carta hablaba de martilleros comprados e integrantes del Colegio.
Para tener una noción aproximada del volumen de dinero movilizado por la “Liga” hay que hacer dos cálculos, por un lado los inmuebles comprados a precios irrisorios por más de 10 millones de dólares o, dinero de hoy, 700 millones de pesos oficiales o casi 1.000 millones de pesos en el mercado cambiario informal. Solo en el período de 5 años investigado se alcanza ese número, sin considerar las décadas en las que la existencia de la Liga era una certeza entre guiños y sonrisas.
El segundo cálculo es el que resulta en un monto incrementado por varios millones ya que esas propiedades fueron negociadas (vendidas a terceros) a sus valores reales, que en algún caso fue superior al doble del pagado.
La falta de control del dinero originario para la compra de propiedades, la evasión tributaria y la escasa transparencia en la operatoria general, con compra a comisión de terceros y cesión de derechos, hicieron de la subasta judicial un “verdadero caldo de cultivo para el lavado de activos”.
La investigación describió –en grado de acusación a confirmar por un proceso judicial extenso- que a la Liga la formaban 3 líderes, un abogado que respaldaba la documentación en la mayoría de las operatorias, 13 inversores (muchos familiares de los líderes) y 8 hombres denominados “factores de presión”.
El 2 de octubre de 2018, para transparentar la actividad de las subastas judiciales y agilizarlo, se realizó el primer remate electrónico. Por eso fue que el período investigado concluye en esa fecha, porque ya no existen las subastas físicas. La primera subasta electrónica de Mar del Plata fue sobre una propiedad de la calle Guanahani al 3300 y la ganó un inversor de Necochea después de 103 posturas. El ganador entregó sus datos y en el campo de domicilio legal apareció el del abogado de la Liga.