La importancia del Día Nacional de los Monumentos
por Teresa de Anchorena
Al impulsar este ansiado proyecto, descubrimos la curiosidad, el interés, y la pasión que puede despertar el patrimonio. Una actitud tan valiosa como el patrimonio mismo.
Asistimos a una arrolladora vocación por promoverlo en muchos –distintos y distantes– puntos del país. Ese visceral federalismo es hoy protagonista, amplificador de la propuesta lanzada por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos del Ministerio de Cultura, casi 400 personas colaboran desinteresadamente y han hecho crecer esta iniciativa en todas las provincias. El aporte, el entusiasmo y el esfuerzo superaron lo esperado y ratificaron una vocación que hoy tiene día propio, inscripto en la agenda nacional, como en muchos otros Naciones del mundo.
El Norte Grande, Cuyo, la Mesopotamia, el Centro, y Sur de la República, nos hablan de muchas maneras y tenemos que escucharlos, también, a través de lo construído a lo largo de varios siglos. Ese mensaje es en diversos idiomas: adobe, piedra, madera, metal, cemento con variada sintaxis de luces y sombras, y textos hechos por medio de casas, corrales, diques, usinas, fábricas, palacios, teatros, estancias, estaciones, puentes. Se trata de gestos, convicciones, visiones, utopías materializados en el espacio y en el tiempo que hablan de nosotros en un espejo diverso y complejo, gestado en la multiculturalidad de quienes nos precedieron.
Cada argentino convive con su historia tallada en las ciudades, en los pueblos, en las plazas. Nuestra convocatoria es ir a su encuentro y prestar ojos y oídos a lo mucho que tienen para decir tan bellos monumentos y sitios emblemáticos en la construcción de nuestra identidad.
Somos los intérpretes de nuestro patrimonio. Lo somos hoy, allí mismo donde estamos ahora. Desde la Cueva de las Manos, pasando por los pucarás del norte, las arquitecturas jesuítica, colonial, ecléctica o moderna francesa o neoclásica hasta el presente edilicio, la diversidad habla en Argentina con la misma polifonía que despliegan sus riquezas naturales. Hay más de 500 visitas en las que hemos trabajado para ofrecer esa posibilidad de releernos colectivamente involucrando la riqueza de geografías, climas, aspiraciones, interpretaciones.
El patrimonio no es un bien pasivo. Es una riqueza cultural, humana, que define nuestra identidad y nos exige que la preservemos. En ella palpita la presencia viva de quienes nos precedieron. Lo antiguo no es viejo. Lo que ha perdurado es joven si escuchamos lo que tiene que decirnos, si reconocemos en su diversidad el carácter de nuestra identidad. Es lo que celebramos en estos dos días. Una celebración que invita a prolongar, promover y difundir algo único: el testimonio en el espacio físico de nuestra formación cultural.
(*): Presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos.