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La Ciudad 15 de septiembre de 2023

La historia que no se contó de la llegada del Botero a Mar del Plata

El exintendente Gustavo Pulti dio detalles de la gestión. Destacó los roles de Teresa de Anchorena y Mario Corea. También la generosidad de Florencio Aldrey.

Julio Iglesias y Florencio Aldrey, con "La dama reclinada", en el paseo Aldrey (foto archivo).

La muerte de Fernando Botero, uno de los artistas colombianos más destacados, este viernes a los 91 años, no pasa desapercibida en Mar del Plata, donde una de sus obras, “La dama reclinada”, puede ser visitada desde 2015 por lugareños y turistas en el Paseo Aldrey.

La historia de la llegada de esa figura voluminosa a la ciudad nunca se había contado hasta hoy, cuando la sacó a la luz el exintendente Gustavo Pulti en diálogo con María Delia Sebastiani por Lu6 Radio Atlántica.

“No llegó caminando”, ironizó el exjefe comunal, casi como diciendo que “no fue magia”, sino que se produjo a partir de una intención clara, una larga gestión y una muestra cabal de generosidad.

“A nosotros, cuando estábamos en el gobierno, nos parecía que Mar del Plata tenía que exprimir todos sus potenciales y proyectarse y multiplicarse en su imagen. Entonces, trabajábamos en cosas que apuntaban a una imagen internacional de Mar del Plata: ponerle el nombre de Astor Piazzolla al aeropuerto, lograr la final de la Copa Davis…  En un momento nos planteamos que hubiera una escultura de Botero en Mar del Plata”, recordó.


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A partir de allí comenzó “un largo camino” para contactar al artista. Un día, Pulti recibió un correo electrónico en el que Botero le decía que se había enterado de que lo andaban buscando, y le informaba que su contacto en la Argentina era Teresa de Anchorena, quien poco después se convertiría en la presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.

“Yo le agradecí el email y me puse en contacto con Teresa. Y ahí empezó un camino que llegó a un punto en el que había que hablar personalmente con Botero para que yo le pudiera explicar las cosas. Entonces me invitan a que lo vaya a ver a Nueva York”, relató Pulti.

El exjefe comunal remarcó que había un problema: “Yo quería la escultura de Botero en Mar del Plata, pero no podíamos gastar dinero público en eso porque la gente no lo iba a aprobar. Pagamos con tarjeta de crédito el viaje a Nueva York, estuve 48 horas. Teresa de Anchorena también fue. Y un arquitecto que estaba desarrollando el Centro Cultural Italiano también nos acompañó”. Era Mario Corea, a quien Pulti, en diálogo con LA CAPITAL, destacó especialmente: “Viajó desde Barcelona a su costo”.

“Nos reunimos con Botero, le conté cuál era el proyecto que teníamos y se entusiasmó mucho. Me dijo que iba a tratar de que una escultura de él estuviera en Mar del Plata”, memoró el exintendente. “Pero nos dijo que probablemente no nos la podría regalar, porque eso no quedaba bien con las demás ciudades del mundo en que estaban sus obras”, agregó.

“Volví y dije: ¿cómo hacemos? Ya estaba definida la escultura, me faltaba entusiasmar a alguien para ver si podíamos lograr la donación. Empecé a hablar con empresarios, porque no la podíamos pagar con recursos públicos”, comentó.

Contactó a muchos empresarios y finalmente un día le hizo la propuesta a Florencio Aldrey. “Me dijo que se lo dejara pensar, y al otro día me llamó y me dijo: ‘Que Mar del Plata cuente conmigo'”.


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“Pasaron pocas horas, lo puse en contacto con Teresa y después ya siguieron ellos en contacto. Así fue como un tiempo después, gracias a la generosidad de Florencio, llegó a Mar del Plata el Botero y quedará acá para las próximas generaciones”, subrayó.

Pulti destacó que la escultura “está en la plaza pública del Paseo Aldrey”, y apuntó: “La podemos ver gratuitamente, es un patrimonio que le pertenece a todos los marplatenses y donó Florencio”.

Enseguida añadió que hoy el Botero representa “una postal de una Mar del Plata que se siente capaz de ser sede de grandes cosas y también de la generosidad de un empresario marplatense que se puso la camiseta y que puso lo que, a lo mejor, otros no quisieron”.

A la hora de definir al artista, Pulti dijo que Botero es “el Miguel Ángel de esta época, con obras en las ciudades más importantes del mundo y un volumen de producción muy significativo”. También puso de relieve su origen colombiano para calificarlo como “un García Márquez de la plástica”.



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