“La gente fantasea con que uno está apartado de la realidad, y no es así”
Rodolfo Ranni habla de los viejos, de su mejor terapia, elogia el valor de un texto dramático y se refiere a la Argentina: "En este momento todo es como se puede", asegura.
Rodolfo Ranni.
Habla con una sencillez que mueve a la admiración. Rodolfo Ranni asegura que “Aeroplanos” es “la mejor obra de Carlos Gorostiza”. Lo dice lejos del divismo, más cerca del actor artesano que encuentra una reliquia en su taller. Y el tesoro no es otro que la pieza que el dramaturgo argentino escribió o talló en 1990, cuando tenía setenta años. El hilo es la historia de una amistad entre dos ancianos, o jubilados o miembros de la, a veces maltratada, tercera edad.
Junto a su compañero Guillermo Marcos, Ranni se suma a esta minitemporada teatral marplatense por los feriados de Semana Santa. Desde ayer y hasta el domingo, “Aeroplanos” es justamente la obra que podrá verse en el teatro Provincial: en la sala La Nona subirá a escena hoy a las 21 y mañana a las 20.
“Es la síntesis de su talento”, sigue Ranni con los elogios al gran autor, fallecido en 2016. “Es que los diálogos son tan extraordinarios, los personajes tienen una estructura que dicen lo que no quieren y dicen lo que piensan y eso se tiene que notar y todo se dilucida al final de la obra, ahí es cuando el público dice ‘por eso dijo tal cosa’ o ‘por eso actuó de tal manera'”, indica a LA CAPITAL.
Y dice que ese nivel de empatía entre espectadores y espectadoras se ve desde el escenario. “La gente se ríe y se emociona, llora, grita, aplaude, para nosotros (hacer esta obra) es una satisfacción inmensa”. Otra cosa que escucha mientras actúa es el sonido de las carteras, desde las cuales las señoras sacan sus pañuelitos para secar las lágrimas, confiesa.
Ranni se define como un defensor de los textos teatrales. Ve que en ellos está el secreto del gran teatro, en este caso del gran teatro argentino. “Lo importante de nuestro trabajo es quien escribe, siempre, los actores somos apenas intérpretes de las ideas y de lo que quiso montar el autor, los actores somos meros intérpretes, algunas veces sale bien y otras veces nos sale mal, a veces interpretamos no tan bien lo que quiso decir un autor, pero si no hay un autor, el actor no existe”.
¿Humilde? “De verdad pienso que es así”, contesta. “Sin texto no existe el teatro, puede haber actores, puede haber gente que esté arriba de un escenario, pero si no hay texto no existe el teatro y si no hay público tampoco, el teatro es para el público, no es para uno, si no sería como comerse la cola, una sala vacía es una cosa estéril”.
Siempre dejando colar su acento italiano, Ranni defiende la idea de que su mejor terapia es el tuco, el tuco que hace para “la familia y los amigos”, un ritual que aprendió a hacer en su casa italiana. De nuevo deja ver su sencillez cuando dice que no está lejos de la realidad, ni del supermercado, ni de la cocina, ni de los vaivenes de la profesión. Asegura que transita “este momento del país como puedo” porque “en este momento todo es como se puede”.
“La gente fantasea con que uno está apartado de la realidad y no es así, al contrario, hay miles de actores sin trabajo y estamos en la misma situación que todo el mundo pero siempre lo estuvimos. Suelo contar una anécdota: estaba haciendo la cola para la carnicería, estaba en bermudas y alpargatas y zaparrastroso. Había dos mujeres delante de mí y una de las señoras le dice a la otra ‘Mirá, es Ranni’. Y la segunda señora me ve cómo estoy y le dice a la otra ‘Qué va a ser Ranni’. Uno juega, uno esta pendiente de la fantasía de la gente”.
– ¿Apuesta a ese teatro en el que el público salga modificado, pensante después de ver la obra?
– No sé si quisiera que sea más pensante pero creo que (en Aeroplanos) el público asiste a algo que reconoce y de ahí la reacción del público. Nos pasa de no ver la hora de que empiece la función, porque disfruto de una manera extraordinaria hacer esta pieza. El mensaje de la obra es cómo uno renuncia a su propio dolor ante el dolor de su amigo y esa sería la síntesis de la pieza, eso es lo que propone y lo que funciona en la pieza.
– ¿Están muy solos los viejos, como los personajes de “Aeroplanos”?
– Están un poco solos, hay una cosa con eso, cuando yo era chico un abuelo era un abuelo y se lo escuchaba y ahora los viejos son descartables. Eso no está bueno, y eso está en la pieza, la gente se emociona mucho porque se identifica con cuestiones personales. Es el momento que nos tocó vivir a todos, pero sí los viejos están un poco abandonados, desde arriba a abajo, desde la familia al Estado que es el que tendría que estar pensando en los viejos. Es un círculo vicioso. Lo que plantea la pieza es el valor de la amistad, de los vínculos y de la familia y de renunciar al propio dolor en virtud del amor a un amigo, a un padre, a una madre.
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