La gente anda leyendo: Del absurdo no se vuelve
¿Qué leen los marplatenses en las calles, en las plazas, en el colectivo? ¿Cómo y cuándo? En esta oportunidad, lecturas existencialistas en la playa.
Jean Paul Sartre.
Por Dante Galdona
Bajo la sombrilla, Dora y Alicia se refugian del calor y de la realidad. Toman mate y hablan. Hablan tanto que empiezo a creer que tienen alguna fobia a la ausencia de palabras. Preparan mate y hablan. Comen torta y hablan. Hablan y hablan. Y Alicia, mientras habla, saca un libro del bolso. Me preparo para ver cómo conjugan la lectura con la palabra hablada. Lo hacen fácil. Alicia le lee en voz alta un pasaje del libro. Dora escucha y la frena para decirle algo. Hablan. Alicia sigue leyendo.
Sé que se llaman Dora y Alicia porque les pregunté después de acercarme a hablar con ellas. Sé que el libro desgarrado, casi desarmado, es “La náusea” de Jean Paul Sartre. Sé que pasaron muchos años desde los veinte en que Alicia lo leyó por primera vez, cuando estaba atravesando un proceso personal de cuestionamiento general del mundo. La profesora de Letras es Dora; Alicia es lectora.
Tuve que releer el libro, no recordaba casi nada. Roquentin, diario íntimo y algunos conceptos del existencialismo difusos son todo lo que apareció. No me atrevo a no recomendar libros, mucho menos ser tan idiota de no recomendar a Sartre. A lo que sí me atrevo un poco más es a avisar que hay que elegir el momento adecuado en la vida para semejante incursión. Con “La náusea” pueden pasar dos cosas: que todo tu mundo se derrumbe inmediatamente o que necesites negarlo, como yo alguna vez.
Se debe estar preparado para la revelación del sinsentido de la existencia. Pienso en Camus y su propio concepto similar. Pienso que no debieron alejarse, pero hasta la amistad es un absurdo. Pienso en algunos amigos. Pienso, esta vez, si voy a necesitar negar el mundo o solo verlo derrumbarse. Pienso en la posibilidad de una tercera opción, pero no la encuentro.
La existencia precede a la esencia, dice Sartre y da vuelta la concepción filosófica de que la esencia es inmutable, contra Platón. Entonces primero existo, luego me hago a mí mismo, formo mi esencia. Soy lo que quiero ser, lo que hago de mí. Y se hace lo que se puede y es ahí donde te quiero ver.
Sartre va, Sartre viene, entre el absurdo de la existencia y la pulsión de vida, me meto los dedos para sacarme la náusea, sacarme el absurdo de adentro y seguir intentando esta columna. Me siento Oliveira en el capítulo de “Rayuela” donde muere Rocamadour, poniéndole palabras al absurdo pero sin entenderlo en el cuerpo.
No, no es fácil “La Náusea”, de su lectura no se vuelve siendo el mismo, pero es imprescindible. Atemporal.
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