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Cultura 20 de junio de 2017

La frecuencia

por Pablo Garcilazo

El colectivo tiene un andar lento. Va como de paseo. Todos y todas se miran. Los tiempos corren y el que no corre vuela. Algunos lo han naturalizado, otros no. Son las 21.45. Algunos hace más de una hora que lo esperan. Todavía a esa hora tiene que funcionar la frecuencia cada quince minutos. Es de noche. Algunas personas llegan tarde a su trabajo nocturno, otras cortaron clavos en medio de una calle a veces propicia para robos o arrebatos. Ya pasaron dos. Uno con las luces bajas y otro que pasó muy rápido con las luces prendidas, pero con un destino de fin de recorrido. Sin levantar pasajeros.

La bronca y el enojo se acumulan. Empiezan los llamados a taxis y remises. A familiares, vecinos. Ya para las 21.50 llega el colectivo a la parada. Una señora se queja y el chofer risueñamente le dice que están con desperfectos mecánicos y hay pocas unidades. Otro hombre, le dice que dos o tres veces a la semana pasa esto y que los va a denunciar. El chofer, con tranquilidad les dice: “Quédense tranquilos, esto lo resolvemos rápido”. De repente este colectivo toma una velocidad insospechada, saltando las lomas de burro, doblando con ferviente velocidad y llegando en algunos minutos a paradas en las que tardaba más tiempo.

Hubo pasajeros con alegría de que llegaban rápido como en una Ferrari, como si los llevara Schumacher. Y salió el apodo “Total viene Schumacher y llegas al toque”.

Ese pasajero que anunció su denuncia siguió la situación ante la comisión de transporte, la propia empresa y los medios de comunicación. De habitante pasó a ciudadano. A diferencia de la velocidad de ese conductor la conducta de la resolución fue más lenta. Entre idas y venidas, el tal Schumacher parece que tenía poder de hacer lo que él quería. Demorar la frecuencia, recuperarla con velocidad. Hasta tenía un apodo reparatorio.

Luego de dos meses el servicio volvió a cumplir la frecuencia normal y Schumacher volvió a ser una persona simple y mortal. Y terminó, en esa porción del mundo, la costumbre de aceptar lo que está mal como si no quedara otra.

(*): [email protected]