Están sonrientes. Ellos dos con los dedos entrelazados. Ella es la que más ríe. Como si hubieran mantenido un encuentro ameno. Como si cada uno estuviera convencido del valor simbólico de esa foto a dos semanas de las PASO.
La escena tuvo lugar el viernes en Tandil. Los protagonistas: la gobernadora María Eugenia Vidal, el intendente Miguel Angel Lunghi y el presidente Mauricio Macri. Es una foto de campaña más, en una de las tantas localidades en que los mandatarios se retratan con los intendentes para mostrar gestión. Pero es, a la vez, una imagen que no pasa desapercibida en Mar del Plata. Sucedió demasiado cerca como para que no se note. En distancia y tiempo: a apenas 170 kilómetros y sólo seis días después.
El sábado anterior, en Mar del Plata, Vidal llegó para mostrarse con los candidatos de Cambiemos. Pero el intendente Carlos Arroyo no salió en ninguna foto. No porque los flashes no lo enfocaran, sino porque directamente no lo dejaron ir. “Cada uno tiene que hacer lo que le toca hacer –explicó una y otra vez Vidal–. Los candidatos tienen que hacer campaña y el intendente gestionar”.
Fue la forma más prolija que encontró para explicar la decisión de apartar de la campaña al jefe comunal. Una decisión que tuvo su primer síntoma en el cierre de listas, aquella noche de junio en que los candidatos del partido de Arroyo debieron resignarse a un rol testimonial. Y que siguió la tarde del 3 de julio de una forma menos encubierta: ese día, el intendente no apareció en la foto del regreso del tren a Mar del Plata difundida por la gobernación.
Donde sí estuvo presente Arroyo fue en las preguntas que la semana pasada, en la conferencia de prensa que brindó en la ciudad, los periodistas le formularon a Vidal. De seis que preguntaron, tres lo hicieron sobre deficiencias de la gestión local o sobre la ausencia de Arroyo. Quiere decir que la gobernadora debió dedicar tantos esfuerzos a explicar las propuestas oficiales –que es lo que vino a hacer– como a desviar las consultas incisivas sobre la gestión municipal.
Finalmente, la mandataria aceptó las diferencias entre su gestión y la de Arroyo en algunas entrevistas. Lo dijo cuando ya todo el mundo las había visto. Por si hacía falta, las ratificó en Tandil al mostrar cuán diferente trata el oficialismo a un intendente que no lleva la gestión a los tumbos.
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