Río 2016

La fiesta de la Paz

En medio de la "guerra" que anunció hace unos días el Papa Francisco.

por Vito Amalfitano

Desde Río de Janeiro

“Estamos en guerra”, avisó hace unos días el Papa Francisco en Polonia. “Una guerra de a pedazos”, amplió. Alguna vez el máximo historiador del siglo XX, Eric Hobsbawn, que nos dejó hace muy poco, ya avanzado el XXI, anticipó que el deporte es lo que hoy mejor expresa la globalización. Jorge Valdano, en esa línea, aunque particularizando en el fútbol,-aunque vale para todo-, habla de un “fenómeno social” que se ha adaptado “con mayor naturalidad a la globalización”.

El deporte, entonces, es hoy más que nunca una vía para la paz. Un camino de encuentro para detener esa “guerra a pedazos”. O al menos atemperarla. Más allá de que esa globalización, y el negocio que la alcanza, también lo contamina, el deporte sigue siendo esa expresión tan amplia que tanto nos une.

La de esta noche fue, entonces, ante todo, una fiesta de la paz. En el Maracaná, en este Brasil también convulsionado, y herido por este neoliberalismo salvaje que es nafta para el fuego de esa “guerra” que nos anunció Francisco.

En la noche del jueves, mientras caía Argentina ante Portugal en fútbol, llegamos a Río para los Juegos Olímpicos 2016. La primera impresión, con acreditación y transporte hasta el centro desde el Aeropuerto, fue buena en cuanto a la atención a la prensa. Y Marcos, el taxista que nos llevó desde el centro, a pocos metros del famoso arco de Lapa, hasta nuestro domicilio olímpico en Flamengo, nos provocó la primera sorpresa cuando le preguntamos si había subido el trabajo con los Juegos. “No, no, bajó”, nos dijo con el gesto del dedo para abajo. Sin demasiadas palabras, pero concretas, nos explicó los motivos. La primera palabra que utilizó fue “miedo”. Le preguntamos si por los atentados. “No, los robos, inseguridad”, y otra vez el gesto clásico del que arrebata algo. Y una nueva seña: la de la falta de plata. “duro, todo está muy duro”, remarcó.

Esa “guerra” que anunció Francisco nos roza a todos, y de todas las maneras, con la violencia efectiva o con la moral y/o económica. Los efectos de sonido para tapar los silbidos al presidente “de facto” de Temer son solo una metáfora de que también esa “guerra” es comunicacional, es de silenciar y perseguir expresiones, ideas, sueños, luchas de Madres del Amor y de hijos.

Pocas maneras tan efectivas como el deporte para atemperar esa “guerra” de tantas y tan crueles aristas. Si hasta Owen pudo con Hitler es algo que debe dilucidar la leyenda. Pero que el deporte puede hasta con los mayores totalitarismos, eso está comprobado. Silbé o abucheé en Monumental en junio del 78, hice lo mismo anoche, como miles, aunque no lo hayan escuchado por la tele. Y el deporte entra a hacer su juego como prenda de paz.

Volví al Maracaná, aparte, por primera vez desde aquella derrota en la final de la Copa del Mundo de fútbol ante Alemania. Ese anillo no fue de oro, por poco. Estos anillos son todos de oro, porque el deporte siempre gana la carrera. El deporte siempre es la paz que vence a la guerra. En todas sus formas.

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