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Arte y Espectáculos 22 de noviembre de 2016

La fe en la tierra del olvido

"El Cristo Ciego" es una bella película, dura y crítica, real a pesar -y quizá también por eso- del misticismo de su protagonista.

Pampa de Tamarugal. El árido paisaje, polvoriento y sumido en una pobreza que duele en esa parte del norte de Chile, es el lugar por donde andará y desandará caminos Michael, un joven mecánico que siente la llamada de Dios y como un nuevo Cristo, buscará la forma de hacer un milagro.

Es que a pesar de que la gente de su pueblo, -el recóndito “La Tirana”- no le cree, él está convencido de que podrá hacerlo. Lo necesita.

Necesita salvar a su único amigo, accidentado en una mina, ese que lo acompañó cuando niño, al tener la revelación en medio del desierto y convertirse en el Cristo que se siente hoy. Sólo un milagro salvará a su amigo y ese está en sus manos.

Así, se lanza al camino y en el fatigoso andar a pie desnudo -como un símbolo, al decidir dejar todo atrás se saca los pesados botines-, comienza a llamar la atención de la gente explotada por las empresas mineras, quienes lo ven como un Cristo capaz de aliviar la cruda realidad del desierto chileno.

En su larga peregrinación, el protagonista se va encontrando con seres marginales, drogadictos, prostitutas, locos. Y con fieles que necesitan de la fe. Que necesitan creerle.

Es que la película es, en definitiva, una reflexión acerca de la fe y de cómo la fe va llenando vacíos. Pero también habla sobre necesidades concretas que están relacionadas con el abandono de la gente del norte de Chile y las injusticias sociales que ahí se viven, especialmente si se tiene en cuenta que es una zona que contribuye considerablemente al desarrollo del país, aunque no disfrute de los beneficios de los recursos que salen de sus minas.

“El Cristo Ciego” es un largometraje dirigido por el cineasta chileno Christopher Murray -actualmente en Estados Unidos realizando un postgrado en Antropología Visual- y tiene la particularidad de no contar con actrices y actores profesionales, excepto el protagonista, Michael Silva, quien el lunes fue quien tuvo la responsabilidad de presentar la película en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Acerca de esta particularidad, el actor dijo que “simplemente me dejé llevar por la gente, me adapté a ellos, fue una experiencia muy rica”, aunque admitió que “no fue fácil grabar en esos lugares, porque el clima es hostil. Un calor abrasador de día y un frío tremendo de noche. Incluso hasta estuve enfermo…”.

Dijo también que Murray lo había elegido entre otras cosas, por su “mirada” y por “mi forma de sentir la fe, que es muy parecida a la del protagonista. Yo también creo en Cristo y en el Dios que tenemos dentro”.

“El Cristo Ciego” es una bella película, dura y crítica, real a pesar -y quizá también por eso- del misticismo de su protagonista, un hombre como cualquiera que un día decidió imponer sus manos y hacer el milagro. Una cuestión de fe.



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