Los últimos datos de la inflación revelan que el gobierno está muy lejos de alcanzar la meta del 17 por ciento de incremento para el corriente año. En efecto, la inflación mayorista está mostrando un aumento del 1,7 por ciento mensual en febrero, un mes que no sabe de estacionalidades y que no tuvo ajustes de costos significativos.
En cambio, el costo de la construcción está desnudando con enjundia, el ajuste impositivo, el retraso del tipo de cambio y la rigidez de un sector no competitivo que desborda en regulaciones. Este es un segmento donde queda al descubierto, la enorme ineficiencia del sector público trasladada a los costos del sector privado y que convierten a un inmueble en una quimera para miles de argentinos.
No solo es el peso de los impuestos, tasas y sellos del Erario nacional sino la enorme cantidad de regulaciones, gravámenes y gabelas de los fiscos locales lo que hace inviable cualquier emprendimiento inmobiliario.
Si a ello se le suman las regulaciones laborales y el retraso del tipo de cambio, la construcción va camino a convertirse en una actividad de lujo.
Se calcula que entre el costo de la tierra, la mano de obra y los impuestos en los tres niveles del Estado, se llega a 3/4 partes del precio de venta de un inmueble y que el resto lo absorben los materiales.
Una estructura de costos absurda para un país con déficit habitacional y donde la administración Macri pretende que la construcción sea uno de los motores de la reactivación.
Carga tributaria
Pero el peso del “costo estatal” y el peso de las “regulaciones” hacen inviable cualquier actividad. Es el monumental gasto público el que asfixia a la actividad privada con tributos y ahoga la reactivación.
Por caso, la actividad mercantil ve caer mes a mes sus ventas y el cierre de comercios se produce por la inviabilidad del negocio frente a los costos fijos derivados de la estructura tributaria.
Lo mismo ocurre con la industria donde gran cantidad de empresas ven multiplicados sus costos, debido a las tasas e impuestos. La Unión Industrial Argentina (UIA) advirtió que la acumulación de impuestos nacionales, provinciales y municipales genera sobreprecios en los bienes finales.
“La industria en general es altamente competitiva hasta la puerta de la fábrica. A partir de ahí por la superposición de impuestos se descoloca el precio final”, afirmó el secretario de la UIA, Juan Carlos Sacco.
De acuerdo con cálculos realizados por la central fabril, la razón de la diferencia de precios entre los productos locales y los importados “se encuentra en la acumulación de la carga tributaria, nacional, provincial y municipal. En particular la carga tributaria subnacional impacta en más de un 12 por ciento promedio del precio final del bien industrial”.
Si esto ocurre en el sector de bienes donde el impacto tributario es morigerado por los productos importados para no ser trasladado a precios, el efecto de la catarata impositiva es más ostensible en el sector de los servicios, dada su característica de actividad no transable que, por ende, es trasladada al precio final.
Esto hace que la inflación sea más indómita y que nuevamente se encuentren errores metodológicos a la hora de su medición.
La mirada sobre la inflación núcleo y el índice del INDEC dejan de lado el enorme peso que tiene el sector servicios sobre la economía y distorsionan el real incremento del nivel general de precios.
Si 2/3 del PIB son servicios, ¿por qué razón el Indec pondera menos a esta actividad, en su participación en el índice de precios al consumidor? De otro modo, ¿por qué razón se mira sólo la inflación núcleo cuando ésta no refleja la mayor participación y la incidencia de los servicios, más la estacionalidad generada por los constantes ajustes tarifarios?
Alguien debería responder estas preguntas porque de lo contrario se estaría convalidando una nueva “morenización” del Indec, bajo otra modalidad. De resultas, el “paquidermo estatal”, convertido ya en un monstruo mitológico y validado por todo el arco político, no sólo quita riqueza al sector privado sino que maquilla estadísticas y cifras a su antojo, con el único objeto de ocultar sus ineficiencias y continuar devorando a la sociedad.
(*): DyN.
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