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Cultura 5 de septiembre de 2020

“La doble rendija”, exquisita combinación de ciencia y literatura

Luciana Martínez de "La doble rendija - Autofiguraciones científicas de la literatura en el Río de la Plata” es crítica literaria, ensayista y divulgadora, también doctora en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario. “La doble rendija - Autofiguraciones científicas de la literatura en el Río de la Plata”

Por Alejandro Manrique

Si se habla de ciencia y literatura, precipitadamente podría afirmarse que no existen disciplinas más alejadas una de la otra. La primera, inscripta en el cálculo y con objetivos racionales claros de conocimiento de la Naturaleza y del hombre. Y la segunda, restringida a la imaginación y la expresión con inspiración.

Sin embargo, a través de la historia, las relaciones entre ciencia y literatura han sido realmente vehementes. Los límites de una y otra se ven solapados en ocasiones, especialmente cuando la ciencia no puede explicar algunos fenómenos y la literatura esboza sus argumentos mediante una epistemología optativa, por supuesto no científica, que le hace ganar reputación y legítima notoriedad.

Precisamente, una epistemología alternativa de la literatura es la principal propuesta de Luciana Martínez en su libro “La doble rendija – Autofiguraciones científicas de la literatura en el Río de la Plata”, publicado por Prometeo Editorial (2019, 220 páginas), desde donde sostiene argumentos en favor de la existencia de un impulso por el conocimiento de parte de la literatura y que ésta utiliza en provecho propio.

La autora es crítica literaria, ensayista y divulgadora. Doctora en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario, donde es docente. Investigadora en el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades, perteneciente a dicha universidad, ha publicado trabajos sobre diversos autores siempre desde la relación entre ciencia y literatura como tema central.

La obra de Martínez emerge de su tesis doctoral y trabajos de años recientes que fueron sumando permanentemente. Y su título no es por cierto antojadizo, sino que viene a cuento de la irrupción de la mecánica cuántica y el problema tal vez más relevante para la física a muy pequeña escala: la dualidad onda-partícula, es decir el comportamiento de la materia como partícula u onda, verificado en primera instancia a través del “experimento de la doble rendija” en 1801 por parte del físico inglés Thomas Young, uno de los experimentos más famosos de la física por las evidencias logradas.

La mecánica cuántica, una de las teorías que impactó con mayor fuerza en el siglo XX, ha tenido una influencia notable en diversos campos de la cultura humana y en disciplinas científicas variadas. Los diferentes momentos de fortalecimiento de la ciencia moderna se ven reflejados en la literatura, especialmente la ficción, que en su dinámica de relaciones ha desafiado la infalibilidad del conocimiento y ahora reclama la legitimidad de su mediación en la construcción de la realidad.

La participación o no del observador es clave en la interpretación de la realidad y a partir del principio de incertidumbre expresado por Heisenberg, la investigadora bosqueja algunas creaciones literarias que vislumbraron problemas que se completarían con las ulteriores ficcionalizaciones de la mecánica cuántica. Con una realidad determinada por el observador y otros componentes, la literatura “propondrá singulares ontologías en las que la figura del escritor, como observador interviniente, y la ficción, como espacio singular de eclosión material de versiones de lo real, ocuparán un lugar destacado”, afirma.

En la nota liminar a manera de prólogo, la autora brinda un gran compendio de los orígenes de las poéticas desarrolladas durante el siglo XX, que se asociaron a la “fantasía científica” y cuya narrativa cuestiona las limitaciones del concepto de materia en la física clásica y la interrelación sujeto-objeto que muchos criticaron. Analiza los momentos claves de alejamiento de los elementos de la ciencia y la literatura, al igual que el acercamiento cuando la mecánica cuántica irrumpe con fuerza. Así, la investigadora señala que “…este paradigma a principios de siglo XX es precisamente lo que facilita (por lo menos en lo que respecta a la literatura) ciertos puntos de reunión. En la literatura, como anticipaba, el ingreso entusiasta de la cuántica debe pensarse en sintonía respecto de las propias inquietudes de la serie literaria. Si la cuántica es recibida tan cálidamente, cual si fuese un hermano pródigo, es porque su llegada parece ratificar para la literatura el cuestionamiento previo que las ficciones venían haciendo al concepto de materia clásica”.

Esta disputa –una tensión permanente si se quiere-, explica la investigadora, ha estado presente en determinada literatura del Río de la Plata, donde ciertos trabajos literarios se han acercado a los discursos de la ciencia haciéndolos propios y utilitarios al método de ficción que la caracteriza. En su obra, Martínez aborda una reconstrucción histórica de esa dinámica y presenta un recorrido de una especificidad para el Río de la Plata en las obras de dos escritores que son centrales en el libro: el uruguayo Mario Levrero y el argentino Marcelo Cohen, cada uno con su respectivo apartado donde sus trabajos e influencias se analizan en profundidad.

La lectura de sus narrativas son claves para examinar el formato de ficcionalización de la ciencia en la literatura rioplatense desde la segunda mitad del siglo pasado, recalca, para luego destacar que ambos autores establecen sus trabajos alrededor de una temática relacionada con los límites de la ciencia clásica en un problema que lleva a una ontología subjetiva: “…se trata de una literatura que se sale del molde, juega a sacarle las banderas a la ciencia y propone sus propias ontologías e hipótesis sobre el estar-en-común. La ficcionalización de la ciencia sirve en ese sentido: refrenda y complementa ontologías que viene trazando la serie literaria, abona el terreno epistemológico para la fundación de las propuestas realistas de la ficción”, asevera enfáticamente.

Al buen razonar y algunos puntos esenciales de análisis de la nueva física, basada forzosamente en la probabilidad y la estadística, entre ellos la “Interpretación de Copenhagen” con sus implicancias asociadas, y cómo impactó en el determinismo clásico o el “materialismo newtoniano”, la autora le agrega una serie de concatenaciones que la llevan a reflexionar sobre los puntos comunes y lindantes de ciencia y literatura con sus problemas vinculados. Esta situación “…no hace más que predisponer a la literatura a representar problemas de la ciencia, pero también a reclamar nuevas legitimidades. Porque pareciera que a partir de la cuántica la literatura pudiera reclamar otros terrenos, demandar un reconocimiento de sus saberes en el campo epistemológico…”, según establece en un pasaje del libro.

Y si esa pretensión de la literatura suena descabellada, no lo es menos la siguiente: “El principio de incertidumbre ha correspondido históricamente al dominio de la literatura, cuya máxima autoridad ha sido siembre el observador. La literatura cree, al parecer, que es hora de un merecido reconocimiento. Si el realismo de la ciencia viene acercándose al de la literatura, eso quiere decir que la ficción tiene un lugar privilegiado en la creación de la realidad por intervención del observador que, haciendo colapsar la función onda, fija o delimita una forma de lo real como corpúsculo o partícula…”, manifiesta en una bella metáfora que juega con la función de onda que la mecánica cuántica usa para la representación de un estado físico de partículas, para luego agregar que “…Eso ha hecho desde siempre la literatura: delimitar mundos a partir de un acto enunciativo por el que interviene el observador. Ese valor de la palabra parece darle a la literatura el derecho a reclamo, al menos lúdicamente, de ciertos bastiones de la ciencia”.

A lo largo de su obra Martínez salpica su trabajo con innumerables citas de académicos al igual que referencias de figuras notables y filósofos reconocidos de la historia, quienes dan sustento a sus afirmaciones. Por su propia formación específica y la docencia en literatura europea, la autora dedica un apartado a “la ciencia romántica de la escritura” con sumos detalles. Así, se explaya en primer término sobre el romanticismo alemán y luego el inglés, donde descollaron autores influenciados por una sublime mística poética que se rebelaba frente a la concepción del universo surgida de la ciencia clásica y la lógica de la modernidad. No sorprende, sostiene la autora, que el romanticismo anglo-germano sea el punto de quiebre donde confluyen la búsqueda mística y los problemas de la ciencia. Toda literatura posterior que los aborde, nos dice, necesariamente tendrá implicación en la representación de la visión del universo, tal como se refleja en los trabajos de Cohen y Levrero que inspecciona exhaustivamente.

El propio impulso por el conocimiento por parte de la literatura romántica generaría una escritura conocida como una forma de “scientia”, término que debería interpretarse –explica la autora- como un regreso a la raíz etimológica de la que la ciencia proviene. Esa “scientia” poética del romanticismo y una epistemología romántica estarían asociadas a una experiencia del conocimiento, de la Naturaleza, alejadas de la ciencia racionalista basada en la razón.

De esta forma, concluye que “…la epistemología romántica, en las antípodas de las grandes divisiones que se instauran y vuelven dominantes durante la modernidad, propone una mirada holística en la que ciencia, escritura, filosofía y religión confluyen en la construcción de un modelo de realidad. La literatura, por lo menos a aquella a la que los problemas de la ciencia siempre han fascinado, encuentra en la física subatómica del siglo XX principios que interpreta susceptibles de ser relacionados con los propios problemas místicos-religiosos que se encuentran de antaño en su propia serie. La recepción de la cultura científica en la literaria, es decir, la ficcionalización de los problemas de la mecánica cuántica en los autores propuestos, está supeditada (como decía en la nota liminar) a que en la misma serie literaria existía de antemano un cuestionamiento a los conceptos de la física clásica de corte materialista”.

El cierre viene con una coda en la que la autora reflexiona sobre un modelo de realismo y el alcance de la literatura en su participación en la construcción de lo real. Algo que ciertamente va en contra de la interpretación realista de la mecánica cuántica, es decir, se puede acceder a una descripción completa de la Naturaleza independiente del observador. E independiente del escritor, de la literatura, que intenta sutil y sagazmente obtener legitimidad con su propuesta en un genuino lugar. Otra de las conjeturas de libro, que la autora expresa con suma contundencia, es que la propuesta realista de Levrero y Cohen induce a que la ciencia se usa para establecer un modelo de realismo.

En definitiva, el texto es un buen aporte a la interrelación ciencia-literatura desde el enfoque filosófico e interdisciplinario, un constante ir y venir que mezcla ciencia, literatura, imaginación, intuición, mística y poesía en un volumen que lleva a la sempiterna reflexión de la dimensión del hombre en el universo.