Por Pablo Garcilazo
Corría febrero de 2008 y el rojo jugaba con San Lorenzo. Por esas cosas del destino, ella, Cristina, sellaba un sueño que la acompañaba desde chica: vestirse de diablita de Independiente de Avellaneda.
Se animó. Se transformó en lo que quizás fue siempre, pero la estaba esperando a la vuelta de la esquina durante varias décadas de su vida, la diabla, que ahora sí metió la cola, el cuerpo, el corazón y las ideas de una pasión única y preciosa.
Jugó al fútbol desde chica. Su madre no la dejaba. Quién no recordará en este momento “sos una marimacho” o “machona” o “el fútbol es cosa de hombres”. Eternos prejuicios con ganas de dejarnos afuera de aquello que nos apasiona o hace bien. Ella, cuando pudo jugar en un club, lo primero que hizo fue dedicarle sus dos primeros goles a su padre, en el cementerio. El sí la dejaba jugar. Algo de esto tiene la vida.
Ropa interior, botas, el tridente, los cuernitos, la camiseta y un santuario rojo y blanco con vasos, pañuelos, muñecos, sabanas, trofeos, llaveros y mucho más, como símbolo de su Independiente querido, quien en sus cien años, allá por el 2003, la consagró en un sorteo como madrina del club a nivel nacional. Cristina está en su salsa más preciada, es una jugadora del rojo cien por cien.
Ella, como mamá, mujer, trabajadora hoy convive con ese dolor del que es difícil encontrar respuestas claras y sencillas en este siglo XXI de situaciones de violencia social y hacia uno mismo inéditas: la muerte de un hijo.
A ella, a Cristina, que vive en el barrio Santa Rosa de Lima desde los 9 años, la vas a encontrar:
Siempre de rojo y blanco con su rubia cabellera
Con problemas auditivos y por ahí
Con alguna dificultad para caminar pero…
Cómo será el corazón que siempre va más allá de la razón y el dolor
Cómo será que también la vas a encontrar…
Vestida de diablita disfrutando a viva voz y sanamente
Cómo será que su bandera de diablita recorre los rincones de Mar del Plata
Entre caramelos, chupetines, solidaridad y buenas energías…
Cómo será que dejó su canción:
A mí me dicen la loca del rojo
Porque ando vestida de noche y de día de blanco y de rojo
Dale dale rojo, dale dale rojo, sos el único rey
A mí no me importa lo que digan y qué dirán
Siempre te sigo a todas partes, en las buenas y en las malas
No soy como esos traidores que cuando perdemos insultan a los jugadores
Dale dale rojo, dale dale rojo, sos el único rey.
—-
Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.