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Deportes 18 de junio de 2016

La Copa no es lo tuyo

Por Vito Amalfitano

NUEVA YORK, Estados Unidos.- La pasión del fútbol desborda razas y fronteras. Y una imagen en la Terminal de Buses de la Autoridad Portuaria de Nueva York, en Times Square, nos puede remontar en el recuerdo a una situación similar en la estación ferroviaria de Dortmund en el año 2006. Copa América o Mundial, el fervor masivo de los hinchas en la previa a un partido, camino a la cancha, puede ser una aventura tan impresionante como caótica.
La diferencia, sin embargo, es abismal, en organización. Y de atención y preocupación o desaprensión para el acontecimiento. Aquí casi todo se hace mal, y además sin conocimiento futbolero ni de las necesidades de periodistas y aficionados a este deporte.
En aquella oportunidad, en Dortmund, en la previa a la semifinal de la Copa del Mundo entre Alemania e Italia, de los trenes bajaban, uno tras otro, miles y miles de personas, con ambas camisetas, y con decenas de casacas de otras tantas selecciones, y con todo tipo de banderas y estandartes. Las grandes escalinatas de salida de la estación las pudimos transitar pegados unos con otros, sin un centímetro de aire, en medio de un fervor encendido, con todos cantando y ansiosos por llegar a la cancha. Al salir de esa rampa, esperaban decenas de buses que rápidamente nos llevarían al estadio para el partido. Masivo, pero perfectamente organizado. Con todo un dispositivo bien alemán al servicio del fútbol y del acontecimiento.
En la tarde de ayer también éramos miles en la Autoridad Aeroportuaria de Nueva York. Camisetas de Colombia, de Perú, cánticos y fervor, primer rasgo particular de un acontecimiento como la Copa América que en la inmensidad de este país no estrictamente futbolero pasaba desapercibida. Pero al llegar a esta terminal nos encontramos literalmente con la Copa. Con todo lo que significa. Estefany que estudia en Washington es chilena, pero vivió en Bogotá, tiene familiares argentinos y no dudó en ponerse la camiseta blanca de Colombia y llegar aquí para el partido. La acompaña Amelie, que es de la India, que también estudia aquí y que igualmente viste la casaca del equipo de Pekerman con orgullo. Las rodean muchos colombianos que llegaron directamente de su país. Pegados, también sin un centímetro de respiro, aficionados peruanos. Como Matías y Valeria, quienes vinieron desde Lima para el torneo centenario y que derrochan confianza en el equipo de Ricardo Gareca.
Se arman cordones, y estamos todos pegados, aficionados y periodistas. Somos cientos, miles con el correr de los minutos, pero a diferencia de Dortmund, los buses no están a la salida de la rampa. Aparecen de a uno, y cada media hora, como algunas frecuencias de nuestros servicios urbanos. Nadie previó el acontecimiento especial, no hay vehículos adicionales, la gente se empieza a impacientar y los aficionados con tickets para el partido ven peligrar la llegada al estadio a horario. De hecho, muchos de ellos no podrán llegar al partido a tiempo.
Pudimos subirnos a un micro, después de una fila de dos horas, y así arribamos al estadio con lo justo para Colombia – Perú. Pero detrás nuestro, en la Terminal quedaron cientos, miles, esperando los siguientes buses que quien sabe cuando aparecieron. Muchos de esos aficionados viajaron desde distintos lugares, pagaron pasajes y tickets, y no pudieron llegar a la cancha. Una vergüenza. Si pasaba en la Copa América de Argentina, o de Chile, o de Venezuela, se hablaría de país “bananero”.
“Vaaamos Colombia / qué llegamos a los penales!”, gritó una simpatizante “cafetera”, con doble pesimismo más allá del entusiasmo: sabía que no llegaba en horario al partido y no confiaba precisamente en una victoria tranquila.
La pasión de los hinchas es la misma, y desborda fronteras y razas. Pero en los países con raigambre futbolera los buses están y, generalmente, la organización correspondiente. Aquí, ni una cosa, ni la otra. Zapatero a sus zapatos.